miércoles, 19 de diciembre de 2018

ANGOSTURA 1819: 

DOSCIENTOS AÑOS DEL PRIMER GOBIERNO BOLIVARIANO – YLDEFONSO FINOL


A pesar de los millones de folios que se han escrito sobre El Libertador, aún quedan cosas originales que decir de este héroe universal. Una de ellas, y que debía ser el subtítulo de mi libro homenaje a Angostura que ya no saldrá a tiempo por falta de apoyo para publicarlo, es como sigue: De cómo el Presidente de Venezuela libertó la Nueva Granada y creó a Colombia.

Otra interesante, que desmitifica la ecuestre figura legendaria, es que toda la operación previa al triunfo sobre el Orinoco, que redundó en la consolidación y expansión del Proyecto Bolivariano, en lo militar, lo político y lo geopolítico, tuvo carácter naval; Bolívar es un andariego exiliado por el archipiélago antillano, con alguna ayuda de su amigo el armador curazoleño Luís Brion, socio de los corsarios dispersos que fletan sus embarcaciones cobrando con insistencia mercantil, y la espléndida generosidad del presidente de uno de los tres Estados haitianos, el General Petion, su seguro benefactor.

Este Bolívar refugiado y marinero ha sido poco fomentado. De ese exilio a que lo forzó la miopía y envidia del granadino Castillo (que ya antes fue obstáculo junto a Santander desde el arranque de la Campaña Admirable) y el oriental Bermúdez, entre otros, nacieron documentos tan extraordinarios como la Carta de Jamaica, portadora del método científico bolivariano y de formulaciones predictivas incontrastables. Insoslayable apuntar la pobreza en que se haya el mantuano caraqueño, que hasta el único siervo que lo acompaña es cooptado por agentes españoles para que le asesine.

Ideas que luego fueron expuestas con afinación de estadista en la solemne sesión de instalación del Congreso de Angustura, el 15 de febrero de aquel glorioso 1819. El mismo hombre que venía proclamando la liberación de Venezuela y Nueva Granada, daría paso a la unión de éstas con la creación de Colombia, esa nueva nacionalidad que hermanaba a los pueblos independizados del Imperio Hispano. Pero que además, en términos de ejército, logística, ubicación y fuerza, era la protagonista llamada a dar al traste con el yugo colonialista en Latinoamérica y el Caribe.

Era Simón Bolívar el único que comprendió muy temprano que sólo la unidad de estas dos colonias, permitiría acumular la fuerza necesaria para vencer a un enemigo de mil cabezas que desde cualquier puerto o isla era capaz de armar un gran ejército, y destrozar la libertad de las pequeñas comarcas que se creían liberadas, aislándose de sus desdichadas hermanas gemelas.

Él lo comienza a internalizar desde su Manifiesto de Cartagena de 1812 –primer exilio creativo- luchando junto a los independientes cartageneros, y llevando en pocas semanas tropas cundinamarquesas a las orillas del río Táchira. Por allí, en La Grita, luego de acariciar la sublime victoria sobre Cúcuta, recibe de su camarada eterno Rafael Urdaneta, maracaibero de nacimiento y bogotano de revolución, aquella hermosa declaración de lealtad: “Si con dos hombres bastara para libertar la Patria, presto estoy a acompañar a usted”. También de esas jornadas alumbradoras de la emancipación americana, es aquella proclama de Bolívar a la tropa de Urdaneta, donde sentenció precozmente: “Para nosotros la Patria es América”.

Ese es el Bolívar que llega a la poética Angostura del Orinoco, de los valses más pausados, lo que no amaina la tormenta política. Ser gobierno en sentido estricto por primera vez, le lleva a crea instancias republicanas nuevas, como Consejos de Estados y de Gobierno, mientras se consulta la voluntad popular, lo que pata él era un asunto de principios. El huracán revolucionario danza pecho a pecho con la gestión gubernativa: hay que hacer trincheras, levantar muros, fortificar, capturar caballos, salar carnes para la tropa, parir una “imprenta como sea”, crear un periódico independiente: El Correo del Orinoco, fomentar la educación popular, conseguir armas, bloquear el comercio al enemigo, hacer diplomacia.

Todo hay que hacerlo. Polemizar con el agente estadounidense Juan Bautista Irvine que viene a “reclamar” derechos de comerciantes gringos que venden armas al ejército realista. Se desenmascara la supuesta “neutralidad” de Washington, y “la verdad siempre es mejor arma que los fusiles”. La República de Venezuela no cede al potente gobierno anglonorteño. El agente yanqui se irrita, pero no puede evadir la admiración que le causa el venezolano, cuyo discurso del 15-01-19 escucha muy atento desde primera fila.

Pero en el año MDCCCXIX no sería un año cualquiera en la epopeya que patriotas de todas las antiguas colonias españolas libraron en el continente que la venerable oralidad guna llamó hace siete siglos Abya Yala. Este 1819 –según mi estudio- es el año de la consolidación del liderazgo internacional de Simón Bolívar y el despegue de su proyección como Libertador. Nótese –y estamos muy conscientes de ello- que aún Bolívar no ha consumado las más heroicas y significativas batallas militares; pero no nos cabe la más ínfima duda, que fue ése su primer gobierno, el que hizo posible todo lo demás.

En Angostura el genio de Bolívar puso el oído en el marullo orinoquense, desde allí vibró con las arterias que cruzan Nuestra América y vio que era posible soportar las mordeduras de pirañas y serpientes en el llano inundado, escalar mojados y descalzos las cúspides andinas, y tomar por asalto la gloria que vio florecer en Pantano de Vargas y Boyacá, desde la inspiración guayanesa que comió de la sapoara y el cazabe de yuca amarga.

 

P.D. Veo con angustia la falta de una política de Estado dirigida a valorar la gesta y la Doctrina Bolivariana, mientras los enmigos no cesan de inviertir millones en certámenes, libros, artículos, audiovisuales, para desacreditar al Libertador.

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