miércoles, 5 de diciembre de 2018

Cuentos de guerrillas
Rafael Pompilio Santeliz
JUEGOS DE GUERRA III
Eran unos chavalos y ya andaban enguerrillados. No supieron de fiestas ni de transiciones de adolescencia. De un brinco fueron todos unos hombres, siendo unos niños. Las travesuras de estos párvulos bien pudieran contarse hoy.
En una oportunidad tocó poner calembas o bombas sonoras con propaganda en la ciudad. A “Guillermo de la tranquilidad” se le había aleccionado que el dispositivo de retardo duraba 15 minutos, suficientes para alejarse. Sin embargo, posiblemente para acordarse de cuando lanzaba taquitraquis en navidad, se quedó en el sitio para mirar la explosión, violando elementales medidas de seguridad.
Menos mal que lo hizo. Justo a los 5 minutos se sentó al lado de la bomba un niñito a comer helado. Guillermo desesperado por salvarlo le lanzaba piedras al tiempo que le gritaba:
-¡Muchacho! ¡Quítate de ahí! A lo que el despreocupado infante le contestaba con rabia:
-“Otra vaina más, la calle es libre”.
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Alberto, El sin camisa, siempre le pedía a su familia que le mandaran chicles Adams.
Ante la curiosidad colectiva, con la infaltable acusación de desviación pitiyanki, confesó que a él le gustaba mucho el agua fría y con el chicle de menta así la sentía cuando tomaba el líquido de su cantimplora caliente.

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