Vicenç Navarro
La
necesaria movilización de las fuerzas democráticas frente a los herederos del
franquismo
El coste de la desmemoria histórica
La escasa recuperación de la Memoria Histórica en los
círculos políticos, mediáticos e incluso académicos españoles explica que no se
haya corregido la tergiversada historia de este país, tergiversación que
continúa dominando el relato del pasado y del presente. No hay plena conciencia
ni hay pleno reconocimiento, por ejemplo, de que la Guerra Civil fue un golpe
militar contra un sistema democrático gobernado por unas fuerzas políticas
promotoras de reformas urgentes y necesarias que estaban afectando los intereses
de las clases privilegiadas y dominantes que, siendo una minoría de la
población, necesitaron de una enorme y cruel represión frente a la mayoría de
la población, que eran las clases populares. De no ser por la enorme
resistencia popular en la mayor parte de los territorios españoles, aquel golpe
militar se hubiera impuesto en cuestión de dos o tres meses. Pero a pesar de la
ayuda de las tropas nazis alemanas y fascistas italianas, y de la escasa ayuda
militar que el gobierno republicano recibió de los supuestamente democráticos
gobiernos occidentales (temerosos estos de que las reformas altamente populares
del Frente Popular contaminaran a sus propias clases populares), no pudieron
conseguir someter a la mayoría de la población hasta tres años más tarde,
estableciendo uno de los regímenes más represivos, crueles y terroristas (es
decir, que el terror era una política del Estado) que hayan existido en Europa
durante el siglo XX. Nunca hay que olvidar que por cada asesinato que
cometió Mussolini, el régimen de Franco cometió diez mil.
La Guerra Civil fue una lucha de clases. Pero también
fue una lucha de dos visiones de lo que es España
No hay duda de que la Guerra Civil fue una lucha de
clases, de las oligarquías y de las burguesías en contra de la clase
trabajadora de los distintos pueblos y naciones de España. Los vencedores de
aquella lucha de clases establecieron el Estado dictatorial, y, cuarenta años
más tarde, fueron las fuerzas dominantes en la transición de la dictadura a la
democracia, definida erróneamente como modélica. Y digo erróneamente porque el
desequilibrio de fuerzas en aquel proceso fue tan grande a favor de los
vencedores de la Guerra Civil y en contra de los vencidos (las izquierdas que
lideraban las fuerzas democráticas) que era imposible que el resultado de
aquella transición fuera modélico. Su producto, la democracia española, era y
continúa siendo enormemente limitada y el Estado del Bienestar fue y continúa
siendo muy insuficiente. Los datos que avalan tal observación están ahí para el
que quiera verlos. Los muestro en mis libros (ver Bienestar insuficiente, democracia incompleta. De lo que no se
habla en nuestro país. Anagrama, 2002; y El subdesarrollo social de España: causas y consecuencias. Anagrama,
2006).
Ahora bien, hay otra parte de la desmemoria histórica
que está incluso más ocultada. Es poco conocido hoy en España que además de la
lucha de clases que apareció en la mayoría de los pueblos y naciones de España,
hubo otra lucha que se sintió con especial énfasis en las naciones
“periféricas”, como Catalunya y el País Vasco (y también en Galicia). La
represión en contra de la cultura e identidad nacional en Catalunya fue una
característica de aquel golpe militar y del régimen que estableció. Puedo dar
constancia de ello, como catalán que soy. No soy muy dado a referirme a
experiencias personales, pero me permito hacer una excepción en este artículo
en mi intento de explicar una dimensión poco conocida del pasado de nuestro
país a mis amigos al sur del Ebro, a quien está dirigido predominantemente este
artículo. Cuando yo era un niño, alrededor de los 10-11 años, un gris (la
policía franquista) en Barcelona se molestó por dirigirme a él, en la calle, en
catalán –mi lengua materna- diciéndome “no hables como un perro, habla
como un cristiano”. Recuerdo bien la frase, a la que respondí
escupiéndole en la cara. Además de la paliza y el bofetón que me dio, me llevó
al cuartelillo de la policía, desde donde llamaron a mis padres, maestros
republicanos que fueron brutalmente represaliados por su apoyo a las reformas
educativas de la República y a la Generalitat de Catalunya (ver Una breve historia personal de nuestro país. biografía de Vicenç
Navarro, en www.vnavarro.org). Mi padre me acarició la cabeza, y hablando para sí mismo dijo “Tan jove, ja” (tan joven, ya), y mi madre,
delante de los grises, me dio uno de los besos más grandes y más políticos que
una madre haya dado a su hijo en Catalunya, mostrando lo enormemente orgullosa
que estaba de mí.
En muchas partes de España parece no conocerse que
siempre ha habido en Catalunya un sentimiento de identidad que no tiene por qué
ser excluyente o insolidario. Es cierto que este sentimiento puede
lamentablemente traducirse en un nacionalismo excluyente. Así pasó con Jordi
Pujol, el mayor punto de referencia político del nacionalismo catalanista
conservador, cuando escribía que los “inmigrantes” murcianos y andaluces que
venía a trabajar a Catalunya (a los que la burguesía catalana y los
nacionalistas pujolianos llamaban “charnegos”) tenían una capacidad intelectual
inferior a la de los catalanes. Ahora bien, siempre hubo otro sentimiento
identitario solidario característico de las izquierdas catalanas, opuesto al
anterior. En el mismo periodo que Jordi Pujol promovía aquel nacionalismo, yo
escogí ser médico de los “charnegos” en el barrio más pobre de Barcelona, el
Somorrostro. La resistencia antifascista que se había infiltrado en el
sindicato fascista, el SEU, fundó el SUT (el Servicio Universitario del
Trabajo), que había establecido el único centro sanitario en aquel barrio y
cuyos habitantes representaban la clase trabajadora venida de otras parte de
España que estaba construyendo el país y luchando, muchos de ellos, en la
resistencia antifascista. Las izquierdas catalanas siempre vimos que la lucha
social y la lucha por la recuperación de la identidad catalana estaban unidas,
pues la causa de su opresión era la misma: el Estado fascista. Y esta
diversidad de identidades regionales y nacionales era la riqueza del país.
Nuestro deseo era que tal diversidad quedara reflejada en la configuración del
Estado cuando se estableciera la democracia.
La España plurinacional fue siempre la visión
preferente dentro de las izquierdas catalanas y españolas
La tergiversada historia de España, heredada de la
dictadura, ha ocultado que siempre ha habido dos versiones de España. Una, la
uninacional, de las derechas españolas, cuya máxima expresión se dio durante el
fascismo. Esta visión de España es la visión de los vencedores de la Guerra
Civil. Pero la de los vencidos era la visión plurinacional y pluri-identitaria,
característica de las izquierdas. No se conoce en España que tanto el PSOE como
el PCE, durante la resistencia antifascista, tenían en su programa el
reconocimiento de dicha plurinacionalidad, garantizada por el derecho de
decisión o autodeterminación, que aseguraba que la deseada unión de España
estuviera basada en la voluntad de las distintas regiones y naciones de España,
en lugar de estar unidas por la fuerza, tal como exige la actual Constitución
Española, que asigna nada menos que al Ejercito la función de asegurar tal
unión (cláusula impuesta por el Monarca y el Ejército en el redactado de la
Constitución). En esta última versión, la uninacional, se consideraba a la
visión plurinacional como la anti-España, siendo brutalmente reprimida por el
régimen dictatorial, y todavía ocultada o discriminada durante el régimen del
78 iniciado en la inmodélica transición, como resultado de la pervivencia de la
cultura franquista, todavía muy extendida en los aparatos del Estado español,
incluyendo su judicatura y sus órganos de seguridad.
La represión fascista contra los que la dictadura
definió como rojos y separatistas
La mayor represión fruto del golpe militar fascista y
del régimen que le siguió fue dirigida a los que fueron definidos como rojos y
separatistas, categorías que incluían en Catalunya a aquellas personas que
habían luchado por una España justa, libre y democrática (a las que definían
como rojos), y a aquellas personas que luchaban por una España plurinacional (a
las que definían como separatistas). Y lo peor de esta represión era que a uno
se le definiera como rojo y separatista, como lo fue gran parte de mi familia,
incluyendo mi padre, al que se le supuso separatista por haber sido secretario
de la Asociación en Defensa de la República Catalana en la Federación Española.
Mi padre era federalista, no secesionista. Y amaba profundamente a España y a
Catalunya. Era valenciano de origen y maestro ilusionado, junto con mi madre,
también maestra ilusionada, con las reformas docentes realizadas por la
Generalitat de Catalunya y por la II República. Que los considerasen a ellos,
mis padres (y mis tíos y tías que tuvieron que dejar España y más tarde luchar
contra el nazismo en la Francia ocupada) como anti-España, es absurdo y
ofensivo en extremo, pues lucharon y dieron lo mejor de su vida por otra España
diferente a la España monárquica borbónica, centrada en la capital del Reino,
Madrid (que no tenía nada que ver con el Madrid popular), radial, jerárquica,
corrupta e injusta. Su España era republicana, democrática, justa y
plurinacional. Pero para los “nacionales” (así se definían a sí mismas las
fuerzas fascistas), los que apoyaban la otra visión de España eran
antiespañoles. Para ellos, separatistas eran todos aquellos que no compartían
su visión uninacional. El president Companys (al que los fascistas fusilaron),
que había sido director de una revista titulada Nueva
España, y que fue Ministro del gobierno español republicano, era un
federalista, no un secesionista. Y sorprenderá también a muchos lectores saber
que los mártires y héroes cuya vida y muerte se homenajea el día nacional de
Catalunya, el 11 de septiembre, por defender los derechos de Catalunya frente a
Felipe V, de la realeza borbónica, también luchaban por el bien de España, dato
que las derechas nacionalistas españolistas y los independentistas siempre
ocultan en su historia tergiversada de España. Cito textualmente las palabras
del General Villarroel, que dirigió a los luchadores que se enfrentaron a las
fuerzas borbónicas que los derrotaron, eliminando los derechos de la nación
catalana: “Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en
que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha
ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos
de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. ¡Por nosotros y POR LA
NACIÓN ESPAÑOLA PELEAMOS! Hoy es el día de morir o vencer” (el
original no está en mayúsculas, las añado para que se pueda leer bien). Queda
claro que los héroes masacrados por las tropas borbónicas luchaban por otra visión
de España, claramente plurinacional, cuya memoria es recordada el 11 de
septiembre, la Fiesta Nacional de Catalunya. El Día Nacional en la primera
versión de España –la uninacional borbónica- es el día de la Raza (tal como se
llamaba) en el que se celebra la victoria y conquista de un nuevo continente.
En Catalunya, sin embargo, el Día Nacional es un homenaje a los derrotados
defendiendo otra visión de Catalunya y de España.
El renacer del plurinacionalismo
Esta visión plurinacional ha continuado viva en las
izquierdas catalanas durante la época democrática. Fue precisamente un gobierno
de izquierdas -el gobierno tripartito del socialista Pasqual Maragall- el que
preparó el Estatut de Catalunya que fue vetado, después de ser aprobado por el
Parlament de Catalunya, por las Cortes Españolas y refrendado por la población
en Catalunya, por el Tribunal Constitucional (TC), controlado por el PP. Tal
veto (de partes esenciales de aquel Estatut, como considerar a Catalunya como
una nación) y la pasividad del PSOE han creado la situación actual. La
derecha española en general, y el PP en particular, han sido una fábrica de
independentistas. El nacionalismo españolista y su versión y expresión
uninacional son la mayor causa del crecimiento del independentismo.
Dicho esto, me niego a creer que el gobierno Rajoy
esté aplicando claras políticas represivas que están incrementando el
independentismo como resultado de su incompetencia, como algunas voces de
izquierdas están indicando. El Sr. Rajoy encaja perfectamente en el molde
extremista del nacionalismo uninacional heredado del franquismo. Cree, como
también creen muchas personas de derechas, e incluso de izquierdas, que los
partidos independentistas son los responsables de haber creado este enorme
movimiento en Catalunya, sin querer darse cuenta de que la realidad es
precisamente lo contrario. Ha sido el hecho de ver desoídas las justas demandas
de redefinición de España lo que ha convertido el deseo de reconocimiento en un
deseo de separación. Y el hecho de que la visión uninacional sea todavía la
dominante en España, en parte debido a la renuncia por parte de las izquierdas
tradicionales de su visión plurinacional, explica el comportamiento
electoralista de Rajoy, totalmente comprensible desde el punto de vista electoral,
pues lo beneficia a nivel de votos.
La demanda por un referéndum
En Catalunya, según las encuestas, la mayoría favorece
una consulta o un referéndum sobre si Catalunya debería separarse o no de
España. Tal apoyo va (según la encuesta) de un 70 a un 80%. Sin embargo, la
mayoría no es favorable a la independencia. La prohibición del “referéndum” por
parte del Estado y del gobierno Rajoy, consecuente con su historia de falta de
sensibilidad hacia las peticiones provenientes de Catalunya, ha generado una
gran protesta, claramente instrumentalizada por los partidos independentistas
que gobiernan Catalunya, que han utilizado a su vez métodos sectarios y
antidemocráticos en su instrumentalización del referéndum, el cual se ha
transformado más en un plebiscito de apoyo a la independencia que en un
auténtico proceso de debate democrático sobre los méritos o deméritos de tal
opción, libremente expresados en los medios públicos de la Generalitat. En
realidad, tales medios han sido meros instrumentos independentistas.
Esto ha dado pie a desarrollar una enorme represión
contra las instituciones de la Generalitat de Catalunya que está siendo llevada
a cabo por los aparatos del Estado uninacional (el judicial y el policial) bajo
el gobierno Rajoy, represión que están afectando los derechos políticos y
civiles de toda la población mediante medidas que, como han indicado
varios juristas y constitucionalistas de conocido prestigio (como el Sr. José
Antonio Martín Pallín, fiscal y magistrado emérito del Tribunal Supremo, el Sr.
Baltasar Garzón o el profesor Javier Pérez Royo), son ilegales.
Crítica a algunas respuestas de sectores de izquierdas
Ante esta situación es sorprendente el silencio de la
intelectualidad española. Me parece bien que unas personas de izquierdas publicaran
en El País (hoy uno de los diarios más hostiles a la
transformación social y nacional de España) una carta indicando que el
referéndum no es un referéndum. Debo ser una de las personas en Catalunya que
ha sido más crítica con Junts Pel Sí y
su mal llamado referéndum. Ahora bien, me parece muy mal que no critiquen la
continua y agresiva intervención del Estado, tanto por parte del gobierno como
por parte de los aparatos del Estado, dirigidos por un coronel de la Guardia
Civil, procedente de una familia de Fuerza Nueva y hermano de un ex miembro del
TC, hecho ampliamente conocido en Catalunya. El sistema judicial y
constitucional español dista mucho de ser el sistema democrático que el país
tendría si hubiera habido una ruptura con el Estado anterior. Y lo mismo ocurre
con las fuerzas de seguridad. Es preocupante que miembros de la Guardia Civil
saludaran a miembros de la ultraderecha que los vitoreaban cuando estaban
reprimiendo manifestaciones totalmente pacíficas y no violentas. Hemos visto
estos días la llegada a Barcelona de grupos civiles fascistas que están
intentando agredir a la población, que se está manifestando pacíficamente.
Estos mismos grupos fascistas rodearon el centro de Zaragoza, donde fuerzas
democráticas estaban reunidas para realizar un acto político que pudiera
contribuir a resolver uno de los mayores problemas que hoy existen en España.
No ha habido ninguna detención de miembros de dichos grupos. Y los políticos
que acudieron al acto tuvieron que encerrarse en el lugar donde éste se
realizaba.
La llamada a la movilización democrática
Cualquier persona democrática, sea o no catalana,
consciente de la historia real y no tergiversada del país, necesita movilizarse
y decir NO a esta ocupación de Catalunya por los aparatos del Estado central,
dirigidos por un gobierno corrupto que utiliza el Estado y sus aparatos de
represión para fines partidistas y personales. Escribir ahora diciendo que el
referéndum propuesto por la Generalitat de Catalunya no es legal me parece
insuficiente. Lo que estamos viendo hoy es la movilización de las fuerzas herederas
del fascismo, los súper patriotas de siempre, que están, como también hicieron
en el 36, recurriendo a una represión que (por desgracia y como resultado de la
insuficiente recuperación de la memoria histórica está contando con la simpatía
de amplios sectores de la población española), reforzando así su dominio sobre
España y su Estado. La victoria de Rajoy en su enfrentamiento con la
Generalitat de Catalunya (conseguida, una vez más, con la pasividad del PSOE)
debilitará enormemente a las fuerzas democráticas en España. De ahí la
importancia de las fuerzas españolas que se reunieron en Zaragoza representando
esa otra España, la plurinacional, sin la cual será también imposible resolver
el gran problema social creado a su vez por el mismo Estado uninacional
(también con la pasividad del PSOE). La democracia en España está en peligro y
el máximo responsable de ello es la persistencia de la cultura franquista en el
Estado español.
El movimiento democrático iniciado en Catalunya que
debería extenderse al resto de España
La represión ha movilizado a la mayoría de las
asociaciones progresistas de la sociedad civil, desde los sindicatos
mayoritarios CCOO y UGT, hasta los movimientos vecinales, asociaciones de
pequeños empresarios, clubs de fútbol, etc. que se están organizando para
oponerse a tanta represión. La gran mayoría de dichas asociaciones no son
independentistas, pero se sienten ofendidas por la brutal represión que está
hoy teniendo lugar en Catalunya. Y un elemento muy importante es que se ha
diluido el protagonismo que los partidos independentistas y los movimientos
afines como la ANC y OMNIUM CULTURAL han tenido hasta ahora, dirigiendo las
movilizaciones. Los sindicatos son las asociaciones civiles más grandes de
Catalunya, y junto con la clase trabajadora, que no es independentista y
no se movilizó en las campañas independentistas, se están ahora movilizando
para defender las instituciones catalanas y la democracia. Es significativo que
los trabajadores del puerto no estén abasteciendo a los barcos que han utilizado
las tropas enviadas a Catalunya para ocuparla. El movimiento
pro-independentista grande, pero no mayoritario, se está ampliando en un
movimiento más grande a favor de la democracia, de las instituciones catalanas
y de la plurinacionalidad de España. Hoy, significativamente reunidos en el
Museo de Historia de Catalunya, han aprobado un manifiesto en el que se convoca
a la sociedad civil catalana a defender la democracia en Catalunya, violada
ahora por el intervencionismo judicial y político del Estado español. Por el
bien de Catalunya y de España es importante que se haga esta movilización de
todas las fuerzas democráticas en contra de las políticas antidemocráticas y
represoras que están siguiendo los herederos de la dictadura que oprimió tanto
a las clases populares de los distintos pueblos y naciones de EspañEl inicio
del fin del régimen del 78
OCTUBRE 6, 2017
Recordamos que Franco murió
en noviembre 20 de 1975
Como indiqué en un artículo anterior reciente (La necesaria movilización de las fuerzas democráticas
frente a los herederos del franquismo, Público, 28.09.17), ha habido siempre dos visiones
de lo que es España. Una ha sido la dominante, que alcanzó su máximo desarrollo
durante la dictadura franquista, y que ha continuado durante todo el periodo
postdictatorial democrático, como consecuencia del gran dominio que las fuerzas
conservadoras tuvieron sobre el aparato del Estado y sobre la gran mayoría de
los medios de información en el proceso de transición de la dictadura a la
democracia, mal definido como modélico. Tal visión es la uninacional,
presentando a España como la única nación existente de la península ibérica no
portuguesa, y que se encuentra reflejada en un Estado monárquico centrado en la
capital del Reino, Madrid (que tiene poco que ver con el Madrid popular), de la
cual irradian todas las otras regiones, situación claramente reflejada en su
sistema de transporte radial, tomando la capital como punto de llegada y de
salida de cualquier vía de trasporte. Tal visión de España ha sido
históricamente la característica de las derechas españolas. Ni que decir tiene
que han ocurrido cambios importantes en este Estado uninacional que han diluido
algo su centralismo. Pero, por lo general, este ha mantenido las principales
características del Estado uninacional, en cuyos aparatos continúa reinando la
cultura heredada del régimen dictatorial anterior, incluyendo su
uninacionalidad.
La otra visión es la plurinacional, que piensa que en
España hay varias naciones con distintos idiomas y culturas que deben asociarse
voluntariamente y no por la fuerza, con soberanías que puedan compartirse si
así lo desean. Esta última visión es la más arraigada en la cultura
republicana, promovida históricamente por las izquierdas. Alcanzó su máxima
expresión durante la II República, que fue interrumpida por un golpe militar
(ayudado por tropas del régimen nazi alemán y del fascista italiano) estimulado
por las derechas, realizado por unas tropas que se definieron a sí mismas como
las “nacionales”, que dijeron defender la Unidad de España,
unidad que, por cierto, nadie estaba cuestionando. Lo que el president Companys
de la Generalitat de Catalunya estaba pidiendo no era la desunión, sino la
redefinición de España. El president Companys, lejos de ser secesionista, se
consideraba español y quería ayudar a establecer una nueva España. Era
altamente popular, no solo en Catalunya, sino también en el resto de España. Un
indicador de ello es que cuando fue liberado de la cárcel de Cádiz, fue
aclamado por la población de las distintas ciudades españolas que tuvo que
atravesar en su vuelta a Barcelona. Esta visión plurinacional fue brutalmente
reprimida (el president Companys fue fusilado) durante la dictadura, siendo
considerada como la anti-España. Tal visión plurinacional fue también la que
estaba en los programas de todos los partidos de izquierda, tanto catalanes
como españoles, durante la resistencia antifascista. Todos ellos apoyaron el
derecho de autodeterminación (lo que ahora se llama el derecho a decidir),
garantizando así una unión voluntaria y no forzada de los distintos pueblos y
naciones de España.
La imposición por parte del Monarca y del Ejército de
la visión uninacional en el periodo democrático
Dicha visión fue abandonada, sin embargo, durante la
transición debido al veto que pusieron el Monarca y el Ejército. Las izquierdas
catalanas, sin embargo, nunca abandonaron tal compromiso. Y el gobierno
tripartito dirigido por el socialista Pasqual Maragall propuso un Estatut en
2005 que definía a Catalunya como nación dentro del Estado español, Estatut
que, a pesar de haber sido votado y aprobado por el Parlament, por las Cortes
Españolas (con sustanciales recortes) y por la población catalana en un
referéndum, fue vetado por las derechas españolas, lideradas por el PP, que
controlaban (y continúan controlando) el Tribunal Constitucional. Fue, como bien
señala el conocido y reputado catedrático de Derecho Constitucional Javier
Pérez Royo, en su reciente artículo L’obligació de Rajoy, ARA (04.10.17), “un golpe de Estado”en
el que se violaba la llamada soberanía popular (expresada en la aprobación del
Estatut en el Parlament, en las Cortes Españolas y en el referéndum que tuvo
lugar en Catalunya) por parte de un tribunal (el Tribunal Constitucional)
controlado por las derechas herederas del Estado franquista, vetándolo. Y todo
ello bajo el acuerdo constitucional, sancionado por la inmodélica transición.
De ahí surgió, como también señala Javier Pérez Royo, la rebelión que ha
llevado al 1 de octubre. A ello ha contribuido la enorme pasividad y el
silencio ensordecedor del PSOE y de la gran mayoría de la intelectualidad
española. Esta rebelión fue radicalizándose a medida que el gobierno
Rajoy, máxima expresión e instrumento de los vencedores de la Guerra Civil y de
las fuerzas que dominaron la transición, ignoró, desoyó y despreció las
propuestas que le hicieron los sucesivos gobiernos de la Generalitat para
redefinir su relación con el Estado español. Era, pues, inevitable que lo que
está pasando, pasara. Los partidos independentistas, principalmente dos bajo la
alianza de Junts Pel Sí, no habían sido independentistas hasta recientemente,
siguiendo un proceso bastante predecible: la gran mayoría de ellos (CDC y ERC)
habían sido antes federalistas, transformándose en independentistas cuando no
vieron ninguna posibilidad de cambio dentro del Estado actual.
Las raíces franquistas de las derechas españolas
(muchas de las cuales se definen como de centro o centroderecha)
Está claro que la mayor responsable de la gran crisis
existente hoy en España es la pervivencia de la cultura franquista en los
aparatos del Estado. Hay que recordar que el PP fue fundado en 1977 bajo el
nombre de Alianza Popular, una alianza de las asociaciones políticas de
ultraderecha franquista de las cuales las más destacadas fueron: Reforma
Democrática, liderada por Fraga Iribarne, ministro del Estado dictatorial
franquista durante el periodo 1962-1969 y 1975-1976; Unión del Pueblo Español,
liderada por Cruz Martínez Esteruelas, ministro entre 1974-1976; Acción
Democrática Española, liderada por Federico Silva Muñoz, ministro en 1965-1970;
Democracia Social, liderada por Licinio de la Fuente y de la Fuente, ministro
en 1969-1975, y vicepresidente del gobierno durante el periodo 1974-1975;
Acción Regional, liderado por Laureano López Rodó, ministro en 1965-1967,
1967-1973 y 1973-1974; Unión Social Popular, liderado por Enrique Thomas de
Carranza, gobernador de Toledo en 1965-1969 y procurador de las Cortes
Españolas en 1971-1977, miembro de Fuerza Nueva; y Unión Nacional Española,
ministro en 1970-1974. Todos ellos eran fundadores de dicha fuerza política.
Hoy la relación entre tal partido y aquel régimen se reproduce leyendo la
biografía de gran número de sus dirigentes. Un ejemplo es Rafael Hernando,
actual portavoz parlamentario del PP en el Congreso de los Diputados, que fue
miembro de Alianza Popular desde los años ochenta, y que según algunas
informaciones periodísticas habría mostrado simpatías hacia el partido de
ultraderecha Fuerza Nueva.
Ni que decir tiene que dicho partido es una especie de
paraguas bajo el cual hay diversas sensibilidades, desde la fascista (que
explica que en España no haya un partido ultraderechista de masas) hasta la
cristianodemócrata y la liberal. Pero su cultura hegemónica es claramente
franquista, y su nacionalismo uninacional extremo es heredero del existente durante
la dictadura. Esta visión, tanto en la versión extrema como en la versión más
moderada, es la que domina la intelectualidad española, basada en la capital
del Reino. Han contribuido a ello los mayores medios de información,
incluyendo El País, que fue establecido por
algunos personajes dentro de la dictadura que se consideraron reformadores,
tales como Fraga Iribarne, quien fichó a Juan Luis Cebrián para que lo
gestionara. Juan Luis Cebrián (cuyo padre fue el director del diario Arriba, el diario oficial del régimen fascista) había
sido director de los servicios informativos de la Radio Televisión Española en
1974, que era el mayor instrumento propagandístico del régimen dictatorial. Ni
que decir tiene que El País fue
abriéndose, permitiendo cierta pluralidad en sus páginas, de las cuales fueron
excluidas, con notables excepciones, las izquierdas y los que cuestionaron la
visión uninacional del Estado, convirtiéndose en el máximo valedor de la
Monarquía y de tal Estado. Su respuesta a la crisis actual ha sido un furibundo
ataque a las nuevas izquierdas y a los partidos independentistas (el último
ejemplo es el artículo de uno de sus intelectuales, el Sr. Santos Juliá, que,
predeciblemente, atribuye todo lo que ocurre en Catalunya a la CUP, un partido
independentista que obtuvo solo un 8% de los votos validos en las elecciones de
2015).
El establishment uninacional, heredero del franquismo,
pone todo el peso de su argumentario en defensa de su visión uninacional (que
justifica la represión llevada a cabo por los aparatos judiciales y de
seguridad del Estado en Catalunya) en el respeto a la ley y a la Constitución,
leyes y Constitución que en gran medida fueron elaboradas en un proceso
altamente desigual (que propagandística y erróneamente se definió como modélico),
dominado por las derechas.
Ni que decir tiene que, incluso en el caso de que se
aceptara que la ley refleja la soberanía popular (supuesto altamente
cuestionable), hay que señalar que el gobierno Rajoy se ha saltado las leyes
españolas constantemente, siendo uno de los partidos políticos con mayor
corrupción en España. Y, de nuevo, incluso aceptando que la ley fuera resultado
de la soberanía popular (que no lo es), su aplicación es constantemente sesgada
a favor de los intereses económicos, financieros, religiosos, partidistas y de
clase que ejercen un enorme dominio sobre el aparato judicial; el caso Millet
en Catalunya y el caso Púnica en España son un ejemplo de ello. El enorme
conservadurismo y corporativismo del estamento judicial es de sobras conocido.
La incapacidad de comprender qué pasa en Catalunya (y
en España)
Otra característica del pensamiento uninacional típico
del régimen del 78 es su incapacidad para entender lo que ocurre en Catalunya,
atribuyendo el movimiento de rebeldía en defensa de la identidad y la nación
catalanas a la propaganda y capacidad de movilización de los partidos
gobernantes en la Generalitat de Catalunya, antes Convergència i Unió (alianza
de un partido liberal y un partido cristianodemócrata) y ahora el mismo partido
Convergència con ERC. En dicha interpretación se olvida que el primer partido,
Convergència, ha caído en gran descrédito debido a haberse conocido la gran
corrupción de su dirección, que utilizó la Generalitat de Catalunya como si
fuera de su propiedad para su beneficio personal (situación que Pablo Iglesias
ha definido, con acierto, como el nacional-patrimonialismo del PP, y que puede
atribuirse igualmente a CDC), teniendo incluso que cambiar su nombre a PDeCAT.
El otro partido de la coalición CiU, Unió Democràtica, ha desaparecido.
Se olvida u oculta también que los que propusieron el
Estatut de Catalunya del 2005 fueron las izquierdas (el tripartito dirigido por
Pasqual Maragall). Y también se ignora que las movilizaciones iniciales fueron
para defender tal Estatut. Su posterior radicalización es responsabilidad de la
insensibilidad democrática y de la falta de respeto a la plurinacionalidad por
parte del Estado central. Es sorprendente que la mayoría de artículos sobre la
crisis publicados, por ejemplo, en El País, hayan sido
críticos con Junts Pel Sí y pocos con el gobierno Rajoy.
El sectarismo del establishment intelectual-mediático
español
Creo haber sido uno de los autores catalanes y
españoles que más ha criticado en España y en Catalunya al gobierno de Junts
Pel Sí de la Generalitat de Catalunya por sus políticas económicas y sociales,
que pertenecían claramente a la sensibilidad neoliberal, la misma, por cierto,
que inspiró al gobierno del PP (en realidad, las tensiones nacionales entre el
gobierno del PP y Junts Pel Sí están ocultando la enorme crisis social que sus
políticas económicas han provocado; la evidencia de ello es abrumadora). Y
también he criticado el comportamiento antidemocrático de Junts Pel Sí,
mostrado en su manipulación sectaria del Parlament de Catalunya, como bien
denunció el parlamentario Joan Coscubiela, de la coalición Catalunya Sí que es
Pot.
Ahora bien, es de un sectarismo denunciable el
comportamiento del establishment político-mediático español y de su
intelectualidad (incluyendo grandes sectores de la intelectualidad de la
izquierda española), que mientras denuncian en varias páginas de El País (uno de los rotativos más sectarios hoy en
España, eje del establishment mediático uninacional, profundamente hostil a los
nacionalismos “periféricos” y a las nuevas izquierdas, y defensor a ultranza
del régimen del 78, definiendo la transición como modélica) el comportamiento
antidemocrático de Junts Pel Sí, permanecen callados, en un silencio
ensordecedor, frente a la enorme represión que ha ocurrido en Catalunya
(alrededor de 900 heridos). Es interesante señalar que la atribución de la
mayor responsabilidad por la gran crisis política del país al gobierno catalán
es característica del uninacionalismo franquista vigente que apareció también
en el discurso del rey Felipe VI. Una postura más equilibrada, pero también
errónea, es la que atribuye la responsabilidad en igualdad de condiciones al
gobierno central y al gobierno catalán, y digo errónea porque es fácil de
demostrar que ha sido la versión uninacional franquista, presente no solo en el
gobierno Rajoy, sino también en el establishment político-mediático español, la
causante de la gran crisis política del país.
Una última observación: el error de algunas voces de
izquierdas
Una postura bastante extendida en amplios sectores de
las izquierdas españolas es considerar estas discusiones y tensiones como
resultado del protagonismo de los nacionalismos en la vida política del país,
que están ocultando la enorme crisis social del país. Esta percepción, a la
cual me he referido en varias ocasiones, tiene un gran elemento de verdad.
Describe parte de la situación actual. Es, pues, necesario subrayar la
importancia de este argumento. Ahora bien, un argumento puede ser necesario
pero no suficiente, ya que el mismo Estado uninacional que prohíbe y persigue
el plurinacionalismo en España es también (como he documentado ampliamente) el
Estado responsable de la crisis social actual. Esto es una realidad obvia, de
manera que el tema social está íntimamente ligado al tema nacional. De ahí que
históricamente las izquierdas, no solo las catalanas, sino también las
españolas, hubieran incorporado en sus proyectos de gobierno el apoyo a un Estado
republicano plurinacional. Hay que recuperar la validez del proyecto
republicano social y plurinacional. Y me alegra constatar que ello está ya
ocurriendo. En Catalunya, en las movilizaciones, pueden verse más y más
banderas republicanas. Y lo mismo está ocurriendo a lo largo del territorio
español.
Hay una creciente constatación en Catalunya que para
conseguir un cambio social y nacional hay que favorecer y defender la
reestructuración del Estado español, por el bien de España y por el bien de
Catalunya. Las nuevas izquierdas están hoy cuestionando la uninacionalidad de
España. Su iniciativa de invitar a todas las fuerzas democráticas a actuar de
forma colaborativa para trasformar España (incluyendo Catalunya) es de una
enorme trascendencia e importancia.
Ni que decir tiene que las derechas postfranquistas
están acusando a tales nuevas izquierdas de ayudar al independentismo. Y dicho
mensaje aparece extensamente hoy en el establishment uninacional español,
alcanzando niveles grotescos en su promoción internacional. Nada menos que el
director de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones
Internacionales (European Council of Foreign Relations), escribió hace unos
días un artículo que define al movimiento de rebelión en Catalunya frente al
Estado central como un movimiento racista (sí, ha leído bien, racista) que
considera a los españoles como inferiores, y acusando, por si no fuera poco, a
Podemos de proindependentista, utilizando “tácticas insurreccionales” (tal
personaje se llama Francisco de Borja Lasheras; su artículo aparece en Social Europe). Y lo que es más lamentable es que
algunas izquierdas están contribuyendo a esta campaña. Pero cualquier persona
que conozca la realidad (pasada y presente) de este país puede ver que la única
solución para mantener España unida hoy es precisamente pidiendo una alianza de
todas las fuerzas democráticas en oposición al establishment heredero del
franquismo. La vía actual defendida por el Rey y por Rajoy creará la ruptura de
España.
Y viva
Cataluña COÑO!
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