miércoles, 14 de diciembre de 2016

 "AFRICANÍA LATINA Y ESCLAVA 
Rafael Pompilio Santeliz 
La Trata Negrera ha sido catalogada como un crimen de lesa humanidad. Los europeos que comerciaban con estos seres humanos se les llamó negreros. Este negocio rentable tuvo como aliada a la Iglesia. Ella colaboró con esta deshumanización con argumentos religiosos, y tan igual a nuestros indígenas, se les satanizaba como negros sin dioses, ni almas y la única manera era subyugarlos para que aceptasen al dios católico. La Iglesia cobraba el “Prorrateo”, figura dada en dinero por cada esclavizado convertido en cristiano. Ya para el siglo XVII eran 329 mil almas que a un peso por cada converso sumaba 329 mil pesos que permitirían levantar catedrales y Tribunales de Santa Inquisición en Quito. Perú, Colombia, Brasil, para juzgar bajo tortura y muerte a quien no aceptara este cristianismo forzado. El catolicismo trabajo “la cosa negra” marcando a millones de africanos y sus descendientes. Así se fue elaborando la llamada “Doctrina para negros”, cuyo objetivo estaba dado por la relación: pecado-castigo-muerte. Para Purgar estas desviaciones se ideó el purgatorio y el azúcar como medida y color para calibrar la pena. La azúcar que sale quemada sólo sirve para aguardiente. La que sale buena va a la casa de la purga hasta lograr un blanquísimo color. Los que mueren con pecado mortal, generalmente por ofensas al amo, son azúcar quemada que solo sirve pata cocinarse en las pailas del infierno. Esta fue parte de una pedagogía de la sumisión patentado en un “catecismo para esclavos”. Bajo el esclavismo la Iglesia local va construyendo su doctrina par justificarlo. Al africano hay que redimirlo con el trabajo como forma de salvación. El ingenio, llevaba nombre de santo y era una especie de Templo salvador, la trata pasaba a ser una bella sociedad caritativa y misionera y los pocos descansos, mientras el látigo iba y venía, era para rosarios y catecismos de sumisión. Docilidad y eficiencia por cuatro siglos crearon una cultura del miedo y de la culpa que aún sigue perviviendo en algunos hogares negros. En la cosificación de los africanos también actuó la ciencia del momento, con sus teorías de la craneología y maxilares inferiores, más próximos a los gorilas que a los seres humanos. Según estas ociosas medidas los negros eran seres de transición, pero más cercanos a los simios, por tanto sus derechos naturales podían ser violados por medio de la animalización de su humanidad. Carecen de una sensibilidad que se eleva por encima de lo insignificante, expresaba Kant. Estas serían parte de la base racista con que despectivamente se señala al negro, cuyo apellido lo consideraban lo más próximo a la miasma. Mediante una pedagogía de la opresión se interioriza la idea en los afrodescendientes que era natural nacer vivir y morir como esclavos. El perennialismo de pensar que nada cambiaría era parte de una ideología conformista-fatalista que envolvió su ser. Bajo este sino, se reglamentaron los castigos corporales para los desobedientes y rebeldes al trabajo. Se creó el “Código negro”, promulgado por el Rey de Francia en 1685, reglamentando la catolización compulsiva y los diferentes tipos de tortura. Siendo uno de sus autores Jean Baptiste Colbert, quien legitima despectivamente al “negro” como un mueble, un objeto que no piensa, una pieza de engranaje dentro de la unidad productiva del azúcar. Este instrumento jurídico lo reproduce la Corona española en sus colonias latinas. El código se convertiría en ley para controlar a negros esclavos y libres, limitar sus movimientos, prohibirles uso de armas, botes, vestidos, adornos que los exaltaran, minimizando a la despigmentada casta dominante, siendo un denominador común en sus dominios americanos. (Referente: Afrodescendientes en América latina y el Caribe de Jesús Chucho García)"

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