Juan Carlos Parisca: Cálido y grato plan larense
El pasado fin de semana tuvimos un “puente” glorioso. El primero de mayo cayó viernes, y como ya tengo por costumbre ir a pasar en Lara esas fechas especiales, me fui para Barquisimeto y Sanare, y como tantas veces, pude disfrutar del cálido clima de siempre, cálido tanto por el sol inclemente de estos días de solsticio primaveral en la planicie barquisimetana, como por el trato amable y cordial de esa gente tan querida. Especialmente si se trata de un programa gastronómico.
Tengo por Lara una devoción larga y antigua. Mis abuelos maternos vivieron en Barquisimeto muchos años. Probablemente los mejores de sus vidas. Fundaron el Hotel Pérez Correa al principio del siglo XX y vivieron allá hasta 1932. Un cuento que destaca la importancia que llegó a tener el hotel me lo contó el licenciado Dubuc, de Mérida. Eran los años de Eustoquio Gómez, gobernador de Lara. Un día, siendo las 6 pm, le avisan el arribo por la transandina de un vehículo con una familia a alta velocidad. La respuesta del gobernador fue lacónica: Al chofer me lo pasan preso a la gobernación y a la familia al Hotel Pérez Correa.
El jueves 30 en la tarde llegamos a Santa Rosa dispuestos a pasarlo bomba, en ese pueblito amable, sede de la veneración a la Divina Pastora, desde que el padre Macario Yepes, el 14 de enero de 1856, estando Barquisimeto azotado por una terrible epidemia de cólera, ofrendó su vida a la Pastora a cambio del cese de la enfermedad. Desde entonces ha crecido continuamente la devoción, hasta ser hoy, probablemente, la más importante del país y, según dicen, la segunda de América Latina.
La celebración de esa tarde fue un suculento mondongo de res, caraqueño, con panza, pata y papelón, que obsequiamos especialmente a nuestros anfitriones.
El viernes en la tarde subimos a Sanare. Pueblo bello por sus paisajes sobre los Valles de El Tocuyo y Quíbor, desde una altura de 1.358 metros sobre el nivel del mar, lo que le da un clima fresco todo el año, y desde donde, si se sigue hacia el sur, se entra en una vegetación de un verde deslumbrante, que plena toda la cuenca del río Yacambú.
Sanare fue fundado por pobladores ancestrales de origen gayón, que se comunicaban con las poblaciones de El Tocuyo y Cubiro. La arcilla de Yay, caserío vecino a Sanare, es de las mejores de Venezuela, a pesar de que su larguísima tradición arcillera, permanece inexplotada por el pueblo, en espera de una iniciativa de producción socialista que ya ha tardado demasiado. Como muestra puede verse la casa de ladrillo de los Almeida Camacho, construida y donada a sus propietarios por la Comuna Socialista Argimiro Gabaldón, como homenaje por haber sido ésta una de las familias guerreras más consecuentes de la región en los años 60.
Tema, entre otros, fue el recuerdo del Dr. Francisco Tamayo Yepes, eminente científico y escritor sanareño, de quien, aparte de la docta producción de ciencia botánica, se recuerdan cuentos y escritos ocurrentes, como el verso de la conversa entre la tía Mercedes y la “Niña Rosa”: Bartolo tenía una flauta. Con un agujero solo. Y su mujer le decía. Toquemos flauta Bartolo.
El sábado a mitad de mañana regresamos a Barquisimeto, para sorprender a nuestros amigos con un plato típico alemán: El Chucrut. ¿Por qué comida alemana? Se nos ocurrió para conmemorar el recuerdo de los Welzares, establecidos en la zona a principios del siglo XVI, donde dejaron un ADN presente en la gente de ojos claros de la región, especialmente la de Cuara, caserío cercano. Aquí está el plato. Ingredientes para 12 personas: Un repollo verde, de tres kilos. Un litro de vinagre. Un kilo de lomo de cochino. Un codillo de 200 gramos. Veinticuatro salchichas de diferentes clases: bávara, frankfurt, polaca, blanca, toulouse. 2 morcillas. Un kilo de cebollas blancas cortadas en cuatro. Opcionalmente puede ser una o dos cebollas pequeñas enteras por comensal. Dos cabezas de ajo. Una botella de vino blanco seco. Pimienta en grano y sal.
Preparación: Corte el repollo por la mitad. Quítele las venas más gruesas. De cada mitad corte las hojas en tiras muy delgadas. Agregue el vinagre y dos tazas de agua. Póngalo en un caldero sobre fogón fuerte. Agregue el repollo, dos cucharadas de azúcar blanca, pimienta negra entera y sal al gusto. Más o menos en una hora el repollo se suaviza. Bájelo del fogón y pase la mezcla por un colador. Al mismo tiempo, en otro caldero, fría en media taza de aceite de oliva, el ajo, el cochino y el codillo cortados en cuadros de tres centímetros. Cuando ablande el cochino agregue la morcilla, las salchichas cortadas por la mitad, el vino y dos tazas del líquido del repollo. Deje en la candela fuerte unos diez minutos. Vierta el repollo sobre la mezcla de las salchichas y el cochino. Revuelva. Ponga sal y pimienta negra molida y atempere los sabores.
11-05-2015
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