Camaradas, abran los ojos y
conozcan
esta historia:
el PCV es un partido reaccionario
Por: José Sant Roz
No hay que alarmarse: hay
partidos comunistas en el mundo que son horriblemente derechistas, como el
Partido Comunista de Irak que apoyó a Bush en su invasión a este país. El
Partido Comunista Boliviano traicionó de la manera más abominable y criminal al
Che Guevara.
En estos momentos, el PCV afila
un puñal, y se está prestando para conspirar contra el Presidente Chávez, y una
de las ridiculeces más despreciables que ha hecho es embanderarse en Mérida con
Florencio Porras, quien se ha vanagloriado varias veces DICIENDO que él no cree
un carajo en el socialismo. Y que además, él se alzó el 4-F pero no para seguir
a Chávez (sino para seguirse él a sí mismo).
Hoy, ese PCV reaccionario llevará
candidatos propios (por fuera de la línea definida por el Comandante Chávez) en
los estados Bolívar, Mérida, Amazonas y Portuguesa apoyando a Manuel Arciniega,
Florencio Porras, José Gregorio Mirabal y a Oswaldo Serpa, respectivamente.
El Partido Comunista de Venezuela
presenta una insólita trayectoria de desaciertos (de lo más reaccionario),
pocas veces conocidos en los anales de alguna otra región del mundo.
Empezando, que este Partido en
Venezuela jamás sometió a juicio moral, o al menos desde el punto de vista histórico
a quienes por mucho tiempo llegaron a ser sus figuras emblemáticas, aún cuando
trabajaban para la CIA ,
como lo fueron Pompeyo Márquez, Luben Petkoff y su hermano Teodoro Petkoff.
Por ejemplo, en ocasiones yo he
sido acusado de ser anticomunista por atacar a este par de hijos de puta.
Que es como si a uno lo llamen
anticomunista por atacar a Rómulo Betancourt (quien llegó a ser en su juventud
un connotado comunista internacional).
Durante el mandato de Isaías
Medina Angarita, el PCV se une a la posición nacionalista de este gobernante y
vocea la consigna: ¡Con Medina contra la reacción! Esta posición de la
izquierda hace que la fuerzas de la derechas ataquen y se produce el
derrocamiento de Medina.
Medina legaliza al Partido
Comunista de Venezuela el 7 de octubre de 1945 y a él lo derrocan el 18 del
mismo mes.
Pero aquel Partido Comunista era
blandengue y lo dice (no Sant Roz) sino personajes como Juan Pablo Pérez
Alfonzo y Domingo Alberto Rangel: los periodistas comunistas como Miguel Otero
Silva, Pedro Beroes y Gabriel Bracho Montiel (dueños de El Nacional, Últimas
Noticias y El Morrocoy Azul, respectivamente) eran todos comunistas blandos y
sin profundidad ideológica como para emprender tan arriesgados cambios.
Incluso, los comunistas de aquella época, nunca vieron con buenos ojos el que
se fuese a nacionalizar nuestro
petróleo.
Derrocado Medina (por su alianza
con los comunistas) el PCV sigue en el “juego democrático” impuesto por el
canalla Rómulo Betancourt, y decide participar en las elecciones para la
conformación de la
Asamblea Nacional
Constituyente, elecciones que se
realizaron el 27 de octubre de 1946. Los adecos manejaron esas elecciones como
les dio la gana: AD obtuvo 1.100.000
votos, Copei 180.000, URD 54.000,
y el Partido Comunista 51.000.
Esto para mí siempre constituyó
una horrible putada y una gran traición a Medina Angarita.
Aquellos comunistas no tenían
perdón de Dios, certificando con su presencia unas elecciones que constituían
un crimen político.
Refrendaban el monstruoso
atentado contra el orden constitucional dado por los adecos en connivencia con
el Departamento de Estado, para convertir el vulgar golpe del 45 en un acto
“revolucionario”, hasta de elevada pedagogía ciudadana.
Una vaina que no tiene perdón de
nadie.
¡Y para nada, porque con qué
despreció y humillaciones entonces los adecos llegaron a tratar a los
comunistas!
Por sus errores políticos los
comunistas fueron barridos del escenario de aquella época. Se prestaron también
para participar en las elecciones del 14 de diciembre de 1947, y Acción
Democrática vuelve a demostrar su enorme capacidad para hacer trampas en
elecciones, y Rómulo Gallegos obtiene 871.752 votos, Rafael Caldera 262.204
votos y Gustavo Machado 36.514.
Aquella fuga del 5 de febrero DE
1967, se produce en medio de las fiestas de carnaval, y cuando en el seno del
PCV se daba una grave fractura. Pompeyo y Petkoff estaban enfrascados en
responder unas supuestas agresiones de Fidel Castro contra el PCV, y planteaba
urgentemente un repliegue. Realmente Fidel les había descubierto el fiambre de
un negocio que tenían con las próximas elecciones, con lo que dejarían de lado
para siempre pedir justicia por los miles de jóvenes que había asesinado Betancourt.
Al comandante cubano le llegaban
informes que hablaban sobre las contradicciones de algunos dirigentes como
Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez. Se afirmaba que nunca se habían incorporado
a la guerrilla con burdos montajes, como dijimos (que luego hacían difundir por
la prensa), con trajes militares, cargando un fusil y mostrándose barbudos. Le
llegaban informes de guerrilleros que ahora estaban ricos y haciendo tours por
Europa o el Caribe, convertidos en prósperos negociantes y propietarios de mansiones
y carros de lujo. Por otro lado, hubo muchos de estos dirigentes que lo único
que deseaban era que los tomaran prisioneros, y por eso se dejaban capturar,
para así sentirse más seguros. Luego pretendían dirigir la guerra desde la
cárcel; cuando lograban tener la suficiente familiaridad con los jefes de los
cuerpos represivos, traficando con el asunto de las delaciones, se «escapaban»
y se dedicaban a la buena vida, seguros de que ya nada les pasaría.
Surgió en aquel aciago año de
1967, el debate sobre de la ineludible aceptación de la derrota política y
militar de los grupos alzados en armas. Que la vía era buscar la manera de
integrarse a otros escenarios que le permitiera a la izquierda subsistir del
orden capitalista como cualquier otro partido del sistema. Se alegaba que el
objetivo era buscar un mayor contacto con los obreros, campesinos y pueblo en
general, «sin desdeñar la posibilidad de dar la pelea en el mismo terreno
electoral». Por eso Fidel luego les dice: «Ah, ya sé, ustedes quieren echar los
muertos al pasquín electoral». Y… ardió Troya.
En aquellos días Teodoro Petkoff,
con el mayor desparpajo, se la pasaba casi todos los días en el café de Ateneo
de Caracas, rodeado de camaradas lechuguinos, hablando de política, de economía
y pacificación. Iba de un lado a otro en un carrito Fiat que todo el mundo se
lo conocía, el cual estacionaba sobre la acera y a la entrada del Ateneo; para
demostrar que seguía siendo rebelde lo cruzaba sobre la acera, interrumpiéndole
el paso a los peatones. Cuando no estaba allí, se le veía de lo más fresco en la UCV , siempre con su pose de
héroe invencible e incapturable. Nadie se molestaba en detenerlo. El último día
del mandato de Leoni, con su típica viveza, se hizo detener en la plaza
Altamira. Montó así otro espectacular show: el invicto fugado de todas las
cárceles venezolanas volvía a ser enjaulado. Su detención había sido acordada
por el propio Caldera quien le había dicho al «legendario guerrillero» que tenía
listo un sobreseimiento para que prosiguiera en libertad. Todo el mundo
recordará aquella frase de su hermano Luben Petkoff, quien confesará en una
entrevista al profesor
Agustín Blanco Muñoz: «Mira, esas
cárceles para nosotros eran como unos hoteles».
En medio de estos debates, una
frase que se escuchaba mucho era: «hay que rectificar», e incluso la mencionaba
el propio presidente Raúl Leoni. «Hay que darle al extremismo una oportunidad
para que rectifique», comentaba con regularidad el asesino del profesor Alberto
Lovera, Gonzalo Barrios.
A las pocas semanas de la fuga de
San Carlos, el 1º de marzo, se produce un hecho monstruoso que estremeció a
toda la nación: Julio Iribarren Borges, presidente del Instituto Venezolano de
los Seguros Sociales (IVSS), fue secuestrado, y a las 70 horas hallado muerto
cerca de Pipe. Lo encontraron con un balazo en la cabeza, con cantidades de
agujas y quemaduras de cigarrillo en su cuerpo.
La prensa señaló como culpables
de este crimen a los subversivos, a los extremistas castro-comunistas. Llamaba
la atención que este señor Iribarren no era un hombre de figuración política y
que además no ostentaba un cargo que tuviese que ver con las decisiones
represivas del gobierno. Tampoco se comprende en absoluto el extraño ensañamiento
con que le mataron; la sevicia con que se le torturó, metiéndole agujas y
quemándole en distintas partes el cuerpo. Pronto corrieron las manifestaciones
para condenar el hecho, desde el sector de Fedecámaras, pasando por todos los
partidos y llegando hasta los dirigentes de la FCU de la
UCV , por voz de los comunistas Juvencio Pulgar y Alexis Adam.
Los «replegados» de la izquierda
condenaron con extraordinario vigor esta monstruosidad, al tiempo que no se
ahorraron adjetivos a la hora de señalar a los supuestos aventureros que habían
cometido tan horrendo homicidio. Se habló con delirio crítico contra los
posibles culpables, entre los que se mencionaron a Máximo Canales, a «El Loco
Fabricio» (Eleazar Fabricio Aristiguieta), entre otros. Al Loco Fabricio quien
fuera acusado hasta por los propios camaradas sin saber si realmente era
culpable, la policía lo persiguió con tal saña, que a las pocas semanas lo
ametrallaron si compasión.
Estos sucesos se daban con mucha
frecuencia en aquellos meses de 1967, y correspondieron al ataque, tanto desde
la izquierda como desde la policía, contra un grueso de los que participaron en
la lucha armada, por lo que murieron en pocos días más de cincuenta de ellos.
Denuncias, delaciones,
acusaciones… incluso hubo dirigentes del MIR que fueron a la policía política
del régimen a denunciar públicamente a muchos de sus ex compañeros,
suministrando información sobre sus nombres y los posibles lugares donde se
encontraban.
Luego se difunden, unas supuestas
declaraciones dadas en La
Habana por el extremista capitán Elías Manuit Camero, quien
dice: «Nuestro movimiento decidió aplicar la justicia revolucionaria sobre
Julio Iribarren Borges, alto personero del gobierno, cómplice del engaño, de
los desafueros…» Se quiere implicar a Cuba en el crimen, pero Fidel no vacila
en catalogar este crimen de algo abominable. Él no sabe lo que realmente está
detrás de este hecho, y por eso dice que «un revolucionario debe evitar
aquellos procedimientos que se asemejen a los de la policía represiva. Nosotros
ignoramos cómo se produjo esa muerte, ignoramos quiénes la realizaron,
ignoramos incluso si se produjo de una manera incidental o accidental, si
fueron o no los revolucionarios…»
Hay que decir, que si el gobierno
cubano no fue directamente infiltrado por la CIA , sí lo fue por medio de quienes tenían en
Venezuela contacto con La
Habana.
Fidel Castro no entiende lo que
está pasando con el llamado repliegue del PCV, y en un discurso del 13 de marzo
de 1967, desde las escalinatas de la Universidad de La Habana , desenmascara la
pose «revolucionaria» del PCV, de los que andan en plan de entregarse y a los
que no duda en calificar de «renegados, ineptos, claudicantes, indecisos y
derrotistas». Para Fidel, eso de buscar la tal paz democrática que se estaba
echando a rodar, no era otra cosa que traición a la lucha armada:
“Comenzó la dirección del PCV a
hablar de paz democrática. ¿Y qué es esto de paz democrática?» nos
preguntábamos nosotros mismos, dirigentes de la Revolución Cubana.
No entendíamos. No entendíamos, pero a pesar de todo queríamos entender. ¿Qué
significa esto? Le preguntábamos a algunos dirigentes venezolanos. Y entonces
venía la consabida y elaborada teoría de aquella táctica, de aquella maniobra,
que no era ni con mucho abandonar la guerra, no, no, sino una maniobra para
ampliar la base, para destruir al régimen, para debilitarlo, para socavarlo. Y
desde luego, nosotros no veíamos aquello claro de ninguna manera. Sin embargo,
teníamos confianza y esperábamos, a pesar de que aquello de paz democrática
parecía absurdo, parecía ridículo, porque puede hablar de paz un movimiento
revolucionario que está ganando la guerra, porque empieza entonces a movilizar
todo el sentimiento nacional a favor de una paz que sólo se puede lograr con la
victoria de la revolución, y entonces se movilizan los espíritus, se moviliza
la opinión, se moviliza el pueblo y su deseo de paz sobre la única base
posible, que es el derrocamiento de la tiranía, de la explotación. Pero hablar
de paz cuando se está perdiendo la guerra es precisamente conceder la paz sobre
la base de la derrota[1]”.
Ante las verdades de Fidel, el 15
de marzo, el PCV responde indignado y califica su discurso del 13 de una
agresión cargada de soberbia, que le hace el juego a la reacción y al
imperialismo. El 3 de abril, Tribuna Popular sale respondiendo con largas
declaraciones de Pompeyo Márquez. Fidel comienza a darse cuenta de que han
despilfarrado su tiempo y sus recursos, tratando de ayudar a unos hombres que
no piensan sino en entregarse, en pactar con el enemigo, en ir a unas
elecciones y buscar una curul en el Congreso. Todo lo que le informan Luben
Petkoff y su gente, está plagado de mentiras, de falsas batallas triunfantes y
de inexistentes ataques vigorosos al enemigo.
Pompeyo Márquez, muy alterado, le
responde a Fidel:
“La ignorancia de Castro sobre la
situación venezolana lo lleva a concebir que para el PCV hablar de la
utilización del proceso electoral como un medio revolucionario para conservar,
reagrupar, promover y desarrollar fuerzas nacionalistas y democráticas, aislar
a los gorilo-betancouritas y asestarle un duro golpe a esta camarilla agente en
el poder de los monopolios norteamericanos, es lo mismo que los dirigentes
clandestinos del partido se lancen como candidatos. ¡Qué malos informadores
tiene este señor! ¡Y qué manera más sui generis tiene para interpretar los
hechos y la política del PCV![2]”
Todos estos informes hacen que
Betancourt y Caldera deliren de alegría y confiesen que el rompimiento entre
Fidel y el PCV, debe ser inmediatamente aprovechado para consolidar la
democracia representativa. Después de Betancourt, el más inflexible
anticomunista dentro de AD es Carlos Andrés Pérez, quien sostiene que no cree
en poses hacia la paz democrática del PCV, y que más bien los verdaderos
amantes de la democracia y de la libertad, lo que deben hacer es segregar y
aislar cada vez más a los «extremistas», hasta reducirlos a la nada.
En realidad, se va produciendo
con mucha rapidez una gran desbandada entre los grupos de izquierda. Fracasa el
desembarco del 7 de mayo, en Machucuruto, una «invasión» dirigida por Moisés
Moleiro y Héctor Pérez Marcano. El 1º de junio son detenidos en el puerto de La Guaira , a bordo del buque
español «Satrústegui», Américo Martín y Félix Leonet Canales. La verdadera
versión era que Américo Martín se había entregado, quien era ahora uno de los
«rajados» que pasaba a engrosar las filas de los «suaves» o «blandos» del MIR.
Todo el movimiento revolucionario
estaba profundamente infiltrado por la CIA. Casi simultáneamente se descubre que el
llamado Comando Estratégico de Sabotaje (CES), funcionaba sin una real conexión
con el Comando General de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), ni
con el Comando Político-Militar urbano, y que su jefe, Adolfo Meinhardt Lares,
era un infiltrado de la
CIA. Meinhardt Lares fue quien asesinó y le dio el tiro de
gracia a Julio Iribarren Borges.
Entonces comienza el rastreo y un
mundo de averiguaciones, en los que se trata de saber, cómo y por qué había
llegado Adolfo Meinhardt Lares a ser uno de los principales jefes de las FALN.
Se dice que la culpa fue de Fidel, quien lo había recomendado, pero al
comandante cubano le habían mentido casi todos los venezolanos que habían
visitado la isla.
De aquí en adelante, la izquierda
se pierde en un berenjenal de salidas y reacomodos con el que buscan pactar con
el formalismo democrático de la derecha, con toda una terminología de
repliegues, foquismo y contrafoquismo, virajes tácticos, revisionismo-reformismo,
pacifismo, aventurerismo, anarquismo, caudillismo, inmediatismo, dogmatismo,
improvisación, vanguardismo…
A todo esto hay que añadir, que
cuando el 20 de febrero de 1975, The New York Times difunde informes de la CIA según los cuales esta
Agencia le había hecho pagos al señor Carlos Andrés Pérez cuando desempeñaba el
cargo de ministro de Relaciones Interiores bajo el mandato de Rómulo
Betancourt, salió el PCV a defenderlo y a decir que eso era ingerencia en
nuestros asuntos internos.
jsantroz@gmail.com
NO ME JODAN.
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