Bolivia, la tierra que el Che fertilizó con su sangre
La ignorancia y la continua difamación impuesta por los grandes poderes mediáticos limitan a millones de personas en el mundo que conozcan a Bolivia, la tierra que el Che fertilizó con su sangre, y un país que te abraza desde el mismo momento que lo pisas, entre otras muchas cosas, porque está más cerca del cielo que de la tierra.
Su abrupta pero bella naturaleza, su cultura indígena milenaria y su gente modesta y humilde, hacen que esta nación sudamericana te cautive desde el mismo instante que la conoces, a pesar de que en su ciudad principal, La Paz, y también en otras ubicadas a miles de metros sobre el nivel del mar, escaseé el oxigeno, no obstante sobra mucha historia que te hace respirar con intensidad.
Quizás fue ese contraste, y el espíritu guerrero anticolonialista de sus habitantes los que cautivaron al Comandante Ernesto Guevara a iniciar en Bolivia una nueva Revolución latinoamericana, cuyas ideas se perciben cotidianamente en este país, y además en este continente, en el siglo XXI, 45 años después del asesinato del Che.
De todo ha hecho Estados Unidos y sus regímenes impuestos en esta nación sudamericana para borrar los ideales del Guerrillero Heroico, pero San Ernesto, como le dicen aquí, está presente en todos los rincones, como un fantasma fatídico para el imperio más poderoso de la historia del universo, que pretende a toda costa mantener a América Latina bajo su dominio y como su traspatio.
Varios “ángeles terrenales” de San Ernesto, como los dignatarios Evo Morales (Bolivia), Hugo Chávez (Venezuela), Rafael Correa (Ecuador), Daniel Ortega (Nicaragua), y las presidentas de Argentina, Cristina Fernández, y de Brasil, Dilma Rousseff, entre otros, por no mencionar a Fidel Castro y al actual mandatario cubano, Raúl Castro, en el Caribe, tienen a Washington con constantes pesadillas y una paranoia incurable.
Es precisamente esa la causa de los planes desesperados que Estados Unidos emprende en Latinoamérica para desestabilizarla, utilizando desgastadas y viejas estrategias como los golpes de Estado, ahora algo modernizados, si le queremos llamar de algún modo, como el que recientemente dio al traste con el gobierno de Fernando Lugo, en Paraguay, y el que frustradamente se pretendió materializar hace pocos días en Bolivia contra Evo.
Iluso Washington si persiste en que conseguirá materializar repetidas intentonas golpistas en Latinoamérica, y romper la solida unidad que actualmente caracteriza esta región, cansada de los constantes saqueos y los abusos de las sucesivas administraciones norteamericanas, y que hoy apuesta por un futuro de integración, sin la presencia de quienes siempre han deseado ser sus verdugos.
San Ernesto, desde Bolivia, sigue dando aliento, y con más intensidad que nunca, a sus “ángeles terrenales”, que día a día hacen realidad los anhelos del Che de que el continente en que nació y vive todavía en el pensamiento de millones de personas sea independiente definitivamente de Washington.
JH
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