miércoles, 11 de julio de 2012


UN TIPO COMO MIGUEL
por DANIEL GARCIA

          Cuando nacemos siempre nos forjamos la imagen de nuestros padres como el prototipo a imitar. Queremos ser como ellos, y hacer lo que hacen ellos, ensayando complicados pasos cuando nos calzamos sus zapatos. Todo eso se va desvaneciendo en la medida que vamos creciendo, y son otros los paradigmas que se nos van imponiendo; por lo general, y con un híper grado de transculturización, los modelos proyectados por los medios de comunicación. Si adquirimos durante nuestra crianza una buena base de principios ancestrales, en la madurez decantamos cualquier contaminación que nos haya inoculado la sociedad. Buscamos entonces imitar la personalidad fructífera de ejemplificantes hombres y mujeres poco comunes, que no nacen todos los días, y que marcan profundas huellas que los inmortaliza.
          En nuestro caso, tuvimos la oportunidad de conocer, desde nuestra infancia, un tipo extraordinariamente admirable que cuando niño ya proyectaba su vuelo infinito por la entrega sin límites a las cometas y los papagayos. El amor profundo a la naturaleza se le desbocaba cuando visitábamos los ríos y las playas, más allá de la diversión pueril manifiesta por los infantes. Y para ser completo, la música lo visitó a tempranas horas de su vida para no marcharse jamás. Pero no era cualquier música como las tantas que nos vende la contaminada sociedad, sino la música altruista que redime a los pueblos poniendo por sobre todas las cosas el respeto  igualitario al hombre y a la mujer.
          Ese tipo lleva por nombre Miguel, que no los prestaron por muy poco tiempo para que compartiéramos en este corto pasaje que llamamos vida. Cuarenta y ocho años apenas para aprender tantas cosas de él. Por lo menos tuvimos la oportunidad de convivir la mayoría de sus años, y cuando las circunstancias de sobrevivencia nos alejaban, movía toda clase de hilos para propiciar el reencuentro de hermanos. Hasta que se le ocurrió la excusa más extraordinaria y hermosa que no permitió más nunca la separación: Era Es.
          Y más allá de Era Es, un proyecto altruista para la unificación y apoyo a este incipiente sistema que soñamos desde nuestra adolescencia, Miguel canalizó una gama de sueños que hoy andan multiplicándose  y enamorando a hombres mujeres y niños. La Peña en la granja Papelote recoge hoy su creación inspiradora. Los niños en el aula de Lácteos Los Andes recibiendo su clase magistral de cuatro, cargada de idealismo y amor por el prójimo. Su ambicioso sueño de que los cantores fueran más allá de una puesta en escena; de ahí, su identificación plena y enamorada por la Canción Urgente por la Vida Campesina, tanto así que proyectó para todas las canciones la hermosa tierra de nuestro hermano Agua Salá, en su infinita canción “Pal Guamal”.
          La solidaridad abierta de Miguel no le permitía límites, y quedó manifiesta cuando en el primer año de la Misión Barrio Adentro, llegaron a su comunidad los primeros médicos cubanos. Los vecinos se organizaron para recibirlos ofreciendo una casa sola, teniendo por cama unos colchones en el suelo que alguien ofreció. “¿cómo vamos a tirar a esta gente que vine a apoyarnos, en el suelo con una colchoneta? Me los llevo para mi casa para que duerman dignamente” palabras más, palabras menos, fue lo que manifestó en aquella oportunidad Miguel, y mudó a sus dos hijas a la habitación del hermano, con el fin de alojar a Manolo y Alexis que después se convirtieron en grandes amigos ¿y quién no se hacía gran amigo de un tipo como Miguel? Pero es que no llegó hasta ahí, todos los cubanos que iban arribando a la zona de Agua Viva, se hacían sus amigos, y Miguel hacía que toda su familia se hiciera amiga de “sus” médicos como solía bromear nuestra madre “por ahí anda Miguel con sus médicos”.
          ¿Agrupaciones musicales? Los 7 Gabanes del golpe, Sabana y leyenda, Soberanas de la gaita, Cielo lago y Gaita, Sandungueros de la gaita, Romance gaitero; grupos de parrandas, de aguinaldos. Por supuesto que las serenatas no faltaron en Sabana de Parra, por este formidable tipo que construyó sueños, sueños que enamoraron a un Franklin Mejía Palazzi que también lo albergó en su casa de Yaracuy, cuando estuvo por estos lares. Y qué decir de la hermandad con Jesús Gordo Páez que desde que se cruzó con el lazo fraterno de Miguel, se formó una dupla bohemia de canciones, parrandas, serenatas, sueños y planes que heredamos y estamos trabajando en el colectivo Era Es.
          Y cambió de paisaje Miguel, y su retiro momentáneo no fue sólo, se hizo acompañar de sus niñas amadas, Tania y la pequeña poeta María Daniela que lo imitó a imagen semejanza. Que grato decir que tuvimos tan cerca a Miguel y sus dos aves del camino. Y seguiremos tras las huellas de su canto imperecedero hasta que tengamos la honorable oportunidad de reunirnos para no volvernos a separar, porque ahora será el altísimo quien manipule los hilos para que así sea, a su tiempo perfecto. Pero mientras eso pasa, continuamos haciéndole honor a ese incomparable juglar, con la vida plena que en hora buena nos asiste como legado irrestricto del amor porque Miguel es amor y será amor hasta el infinito; entonces, jamás habrá un mínimo de complejo decir a viva voz: seguiré desandando el camino, imitando con orgullo a un tipo como Miguel.
Daniel García,
otro hermano de Miguel.

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