miércoles, 31 de agosto de 2011


A las puertas de la I Guerra Mundial anti-imperialista
Por: Luis Aponte 



Las contradicciones del capitalismo, con su imperialismo en su fase superior, son las principales causantes de los distintos escenarios de guerra que en los actuales momentos sufre la humanidad.

El derrumbe de la URSS no significó el “fin de la historia” como algunos pronosticaron. Por el contrario, las contradicciones entre el capital y el trabajo siguieron su curso bajo nuevas formas, al igual que las contradicciones dentro del mismo capitalismo.

Hoy podemos decir que el mundo se encuentra en un periodo previo a un estallido mundial que no sabemos si denominarlo III Guerra Mundial o I Guerra Mundial contra el Imperialismo.

Destaca en esta etapa el surgimiento gradual de un mundo policéntrico o multipolar. Algunos de estos poderes emergentes resurgen sobre la base de antiguos imperios políticos o económicos, supuestamente borrados de la historia por la gran alianza EE.UU-Europa. Otros centros representan experiencias novedosas como puede ser el caso de UNASUR o el ALBA. Está claro que al lado de los Estados Unidos, Canadá, y la llamada Unión Europea (EU), están Rusia, China, India, Irán, Suráfrica, los países del ASIAN, el ALBA, etcétera. Muchos de estos nuevos centros están entrelazados en una red de pactos y acuerdos de todo tipo. No hay que negar la influencia que, en menor o mayor grado, los imperialismos tradicionales siguen teniendo sobre ellos y que mediatizan muchas de sus decisiones, como fue el caso de las recientes abstenciones de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU, al tratar el caso libio.

Lógicamente, algunos de estos nuevos centros abrazan abiertamente al modelo capitalista para su desarrollo; otros, ante la incapacidad del capitalismo para resolver los grandes problemas sociales y ambientales, andan en la búsqueda de nuevos derroteros, y es cuando el socialismo resurge como esperanza en la conciencia de un gran segmento de la humanidad.

Pero los viejos imperialismos necesitan mantener y profundizar el grado de globalización capitalista que les ha permitido cierta vigencia a su cultura de consumismo depredador que retroalimenta su economía. Esta contradicción empieza a dinamizarse con fuerza: los viejos imperialismos (representados por EE.UU, Canadá y la UE) que necesitan bloquear y/o controlar a los nuevos centros de poder. A ello le agregamos un elemento catalizador como es la mengua mundial del recurso petróleo (potenciada aún más ante los catastróficos peligros de la energía nuclear evidenciados por el reciente terremoto-sunami japonés). Resulta que la mayor parte de las reservas mundiales del recurso energético fósil se hallan dentro de estos países emergentes o en regiones de fuerte influencia de estos nuevos centros de poder.

La situación general descrita marca y condiciona a la gran mayoría de las contradicciones al seno de los países del globo terráqueo, siendo aún más determinantes en aquellas áreas o regiones con especial importancia económica o geopolítica.

Desconocer esta realidad y tratar de separar mecánicamente el peso de la injerencia imperialista en la cotidianidad socioeconómica y política de los países de la periferia implica desconocer el alcance logrado en el mudo por el imperialismo con el gran empujón hegemónico dado por los EE.UU. a partir sobre todo de la II Guerra Mundial y luego con el derrumbe de la URSS. Causaría hilaridad si no fuera por el tremendo servicio que al imperialismo prestan algunos sectores de “izquierda” que, como por ejemplo en el caso libio pero también en muchos otros casos, recurren a fórmulas oportunistas como la de implícitamente apoyar los “bombardeos humanitarios” de la OTAN porque con ello se le abre paso a las fuerzas “anti-dictatoriales y democráticas”. Estas posturas dan asco y los pueblos no tardarán en rechazarlas identificándolas en cada contexto.

De continuar los planes imperialistas para dominar e impedir el desarrollo independiente y soberano de un mundo policéntrico, se colocará al planeta a las puertas de una gran confrontación. Ya Rusia, ante los pésimos resultados de su posición ante Libia, endurece su posición con respecto a Siria. La llamada revolución o primavera árabe que algunos ilusos de izquierda unidos al coro imperialista, anunciaron como el episodio histórico más significativo de los que va del siglo, ha quedado desenmascarada como un movimiento estratégico del imperialismo para hacerse de los recursos fundamentales y/o impedir o acondicionar el acceso a los mismos de otros centros de poder. No han escatimado esfuerzos incluyendo la alianza con ramas de Al-Qaeda y con las llamadas Hermandades Musulmanas, profundamente de derecha. Las llamadas revoluciones egipcia y tunecina no pasaron de ser cambios para que no cambiara nada, sólo que los pueblos desplacen a sus actuales dirigencias.

Hay que ser bien ilusos para desestimar la capacidad del imperialismo para llevar adelante tales maniobras histriónicas, repetidas a lo largo de la historia reciente de la humanidad, como fue el caso del desplazamiento de las dictadoras militares latinoamericanas por gobiernos “democráticos”, ambos de signo pro-imperialistas o como el caso de las “revoluciones de colores” en Europa del este.

Es el mismo error que cometieron aquí diversas fuerzas revolucionarias que caracterizaron al partido Acción Democrática como “democrático” (nunca vieron o subestimaron sus nexos con el imperialismo) y terminaron sucumbiendo ante la estrategia imperial-oligarca luego del 23 de Enero de 1958, dando paso a los últimos 40 años de la IV República venezolana. Y ahora vemos a muchos de esos otrora revolucionarios y ex guerrilleros sin honor ni dignidad rendidos a los pies del imperialismo.

Dos políticas se han venido perfilando, una en contra de la otra. Mientras el imperialismo apela a la violencia para dominar a los pueblos (su poder mediático y de engaño tiene un techo), los poderes emergentes cada vez son más proclives a buscar caminos pacíficos para resolver controversias. Es que la guerra también es un negocio para el imperialismo.

¿Tendremos los pueblos que alzar las armas para defender nuestras soberanías y nuestros particulares procesos de redención social? Serán los pueblos estadounidense y europeos los que digan la última palabra. De lo contrario, nos sumamos a los que creen que una nueva guerra mundial, definitoria para bien o para mal, es eminente en este siglo. La I y la II fueron guerras de rapiña imperialista, la siguiente será de los pueblos contra el imperialismo.

INDEPENDENCIA Y PATRIA SOCIALISTA, VIVIREMOS Y VENCEREMOS

Luis2000aponte@gmail.com

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