Suspendido amanecer hasta nuevo aviso
Elsa Claro
Una cosa son las paradojas, tan humanas, a veces hasta simpáticas, y otra el cinismo y los despropósitos aprovechado$. En estos días sesionaba la conferencia de donantes para encarar el inmenso drama de la hambruna que asuela al Cuerno de África. Los organizadores solo consiguieron unos 380,5 millones de dólares pero son necesarios al menos 1 400. Dato curioso. Sale a relucir en las lamentables sesiones la ausencia de quien pudiera completar el monto requerido, como hizo hasta aquí. Dilema: Siguen persiguiéndole por Sirtre y en cuanto callejón de ciudad o duna del desierto exista.
Otra contradicción: a Francia, el asalto a Libia le ha costado por lo menos 200 millones de dólares y al Reino Unido 260 millones de libras esterlinas, desde luego. La tercera pata de la mesa, o la primera, depende de cómo se mire, paga una factura que excede los 1 000 millones, pese a que en apariencia, Estados Unidos no tuvo un gran concurso en esta lamentable historia.
En definitiva, y por patética casualidad, solo tres países gastaron (hasta ahora) más de lo que se requiere para que no sigan muriendo de hambre miles de personas en siglo XXI, del que se esperaban modernidades civilizadas y ha resultado agrio y violento.
Hay muchas cifras que se desconocen y quizás no se sepan hasta tanto no las publique Wikileaks (que amenaza con develar miles de nuevos documentos sensibles) o cualquier vehículo similar. Pero la ecuación es de las simples. Con ese capital, por separado o unido, se pudieran hacer cosas mejores que andar destruyendo países y creyéndose dioses, mientras confiscan a sus propios ciudadanos lo que malgastan en ajenos.
Siempre hay algún desliz informativo o una fuente que no soporta mantener un secreto. Por eso se sabe del montaje realizado sobre la “toma de Trípoli”, golpe mediático-psicológico que tarde o temprano debe concluir en realidad, por ahora, claro. Y también trasciende, de forma no hipotética, sino probada, que sí hubo participación terrestre de activos extranjeros en esta contienda.
No fueron solo “consejeros” o entrenadores en explosivos y especialidades diversas de sabotaje y ataque. Por encima de 10 000 efectivos de los gobiernos norteamericano, francés y británico, estuvieron o están sobre el terreno, la mayoría en maniobras tácticas de envergadura que explican el salto espectacular de operativos lentos y poco exitosos, llevados, sorpresivamente, a la toma de la capital del país. La cantidad de militares extranjeros es superior a la de opositores nativos, según algunos cálculos que, de comprobarse le añadirían un factor a las irracionalidades contemporáneas.
El diario español ABC, de cuyo conservadurismo nadie es capaz de dudar, reprodujo en sus páginas lo dicho por un diplomático francés: “Nadie puede reconocer expresamente que la resolución y mandato de la ONU, la protección de la población civil, tenía unos límites que ponían muy difícil el derrocamiento del tirano”.
Por su parte, -continúa el texto de ABC- la Direction du renseignement militaire (DRM, contra espionaje militar) reconoce oficiosamente operaciones más o menos alejadas del mandato de Naciones Unidas: “Los aliados han realizado con mucha discreción operaciones tácticas, como la preparación de pistas de aterrizaje, con el fin de descargar armas que hubiera sido peligroso lanzar desde el aire”.
Un par de párrafos más: “Por su parte, el arma aérea aliada ha multiplicado las operaciones de castigo y demolición que han ido mucho más allá de lo previsto por Naciones unidas: destrucción de edificios gubernamentales, castigo y destrucción de cuarteles militares y policiales, bombardeo de las posiciones donde se esperaba matar a Gadafi y sus fieles.
“A la hora de hacer los primeros balances, oficiosos, las fuentes diplomáticas y militares francesas desvelan una participación norteamericana mucho más importante de lo oficialmente reconocido”.
Culpas aparte, es incierto hablar de futuro en Libia. Puede retornar la monarquía, que también puja por un espacio, o asumir mandato los mismos que pidieron bombardear su suelo natal y se prestaron a la farsa montada para justificar una descomedida agresión foránea. No es imposible que se desate una guerra de guerrillas si algunas tribus concilian un proyecto defensivo contra los implícitos invasores.
De que la hambruna en los países cercanos es evitable pero poco importa a los defensores de los derechos humanos, no hay dudas. Tampoco, ¡qué lamentable! que los sueños de unidad, desarrollo y emancipación real que tuvieron en el norte de África, quedan pospuestos hasta nuevo aviso./cubadebate
RM
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