LEOPOLDO LOPEZ ATACA DE NUEVO
Federico Ruiz Tirado
En Wikipedia hay una confesión de Leopoldo López que debe estar enmarcadita en madera con paspartú ocre, sobre todo en aquellos hogares que con orgullo desafiante, ahora que no les da culillo ser de ultraderecha y amantes del “universalismo”, un término sin repercusión pero que, seguro, sus constructores han sabido resemantizar en la intimidad por el de “postmodernidad”, creyendo que ésta es sinónimo de “indignación”, “teoría del caos”, “revolución”, “hora de los pueblos”, o cualquier otra categoría cuyo cariz (no Ocariz, por Dios!) no le preste algo de morriña al decorado barroquisísimo de juntar la cara de Leopoldo con el retablo de la Ultima Cena en relieve, comprado en la Plaza de San Pedro o en Mucuchíes, blindado de una litografía del Uslar Pietri con su lema lacrado de “sembrar el petróleo”, un collage de algunos héroes de la evolución de la Venezuela que descubrió Manuel Caballero (cómplices todos del goce del reventón petrolero): en fin, aquí estamos Leo, con nuestro telón de fondo. No están todos lo que son, pero porsia, entiende, tampoco son todos los que están.
López confiesa a Wiki que en él se despertó tempranamente una especie de gracia divina sufragada en la vieja PDVSA y de atractivo por la lucha de clases; “un interés duradero en la tensión entre la justicia social y derechos individuales”, y, desde esa pulsión, antes de masturbarse, comprendió que estaba llamado a ser un agente “sobrenatural”; un híper chamo con manoplas homicidas capaz de ejercer el poder de frente con las masas de FarmVille.
Ahora sin guarimbas, sin montajes pre-11 de Abril: chévere, con pajaritos preñados, aviones con retroceso y paisajes de fondo que, como María Corina, que vino y se fue, quiere vender su combo con un garbo naif que coloree la fascista Tradición, Familia y Propiedad.
Ataca de nuevo el muchacho de ojos desorbitados.
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