Otro desechable
Carola Chávez
Hace un año Juan Requesens manoteaba, demasiado
inquieto, sobre una tarima en una universidad de Miami. Los asistentes a su
show le reclamaban su ineficacia por no haber logrado a aquellas alturas, luego
de varios meses de sangrientas guarimbas, con transeúntes quemados vivos por
“parecer chavistas”, con escenas diarias del negro con pinta de “colectivo”
torturado, atado desnudo a algún poste frente cualquier edificio de gente
decente y pensante que perdió la decencia y la razón. Los meses de los
morteros, de los ataques diarios a la base militar de La Carlota, y la absurda
denuncia de represión cuando los ataques eran repelidos. Meses de locura
dirigida por Requesens y sus panas exestudiantes, aquellos irresponsables que
entraron a la escena política en 2007 para introducir la violencia como método
político y para terminar destruyendo a la ya autodestructiva oposición a punta
de soberbia y torpeza.
Allá, en Miami, se tambaleaba demasiado Requesens, con el
gesto crispado, involuntario que delataba un extraño estado de excitación, el
violento diputado en desacato calmaba a su público con una explicación que, de
haber sido pronunciada por algún diputado español refiriéndose a su país y a su
gobierno, habría terminado directo en cárcel… Y ni hablar sí hubiera sido algún
congresista gringo, refiriéndose a su país y al gobierno de Trump, corredor de
la muerte y punto. Requesens explicaba que, para lograr la deseada invasión extrajera,
necesitaban primero mucha violencia en las calles de Venezuela. En Miami, lo
aplaudieron a rabiar. Luego regresó a Caracas tranquilazo y esta dictadura no
lo metió preso.
Ya sabemos cómo terminó aquella sangrienta aventura: con la
MUD pulverizada y sus bases, acostumbradas a odiar, dirigiendo su odio a esa
dirigencia irresponsable que los empujó a tantos fracasos, a tantas locuras…
Hasta se metieron en el Guaire, aunque eso fue lo menos indigno que les
hicieron hacer.
Hoy reaparece Requesens, metido hasta el cogote en el
magnicidio frustrado contra el presidente Maduro. “Él no fue” –dicen los que,
con él, fueron. Los mismos de siempre, que van dejando a su paso un rastro de
infamia, cobardía y muerte–.
Hoy Requesens está preso. Su jefe y mentor se lava las manos
en Bogotá. Requesens no sabía que él también era desechable.
Carola Chávez
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