OSCAR PEREZ
Y LAS REDES
CELESTIALES
Porfirio
Marte.
La
construcción de un héroe sin épica, o de un suceso “homérico” protagonizado por
“héroes” como Carmona Estanga, no requiere de auxilios ni de recursos
psicoanalíticos. Habría que dejar tranquilos y en sus santos lugares los
postulados de Jung o Freud y apelar por el poder magnético de las llamadas
redes sociales, que por sí solas explican esos hechos tan banales como
efímeros.
Sin los medios de comunicación y su
entronización con los misiles de las redes, el golpe de Abril del 2002 contra
Chávez no habría tenido tanta pegada en la realidad y así, por ejemplo, la
película de Puente Llaguno no habría alcanzado el relieve que tuvo desde la
avenida Baralt hasta la Plaza Cibeles de Madrid, ni Chávez hubiera sido presa
de tantas subjetividades y temores, como aquellos que hablaban de un posible
bombardeo al Palacio de Miraflores o de una inmolación propuesta por José V.
Rangel, a imagen y semejanza de Allende.
Los sostenes
de este chanflonazo mediático golpista se pueden identificar sin mucho rastreo
con las apariciones “estelares” de Napoleón Bravo, Ibeyice Pacheco, Unait
Amenábar, Teodoro Petkoof, Monseñor Porras, Luis Ugalde y los zombis de la
llamada “Gente del Petróleo” y demás parapetos golpistas. Entre algunos otros
actores de primera o de segunda categoría., ciertamentente estaba la embajada
gringa, funcionando como un cajero automático para sufragar los menús de
Orlando Urdaneta, Lameda, el vicealmirante aquel, Pablo Medina, Patricia Poleo
y toda una fauna de carajos y carajas atornillados en el poder político de los
medios televisivos e impresos
Pero todos ellos, e incluso la pantallería
bélica de los muchachos de Pérez Recao (ese gran “cerebro” del Carmonazo)
custodiando la pulcritud de la escena que muestra a Don Pedro, el Breve,
usurpando todo, sacudiéndose el óleo de Simón Bolívar y sonriendo apenas, como
haciéndose el bolsa, que sin querer queriendo se autoproclama Presidente, no
hubiera causado el efecto de asombro, tristeza y conmoción en los venezolanos,
sin el elenco de Globovisión, Radio Caracas, Televen y Venevisión.
No podemos
decir que fue un show mediático, pero sí un film de terror cuyo guión se fue
haciendo mientras transcurría el golpe, los hechos que comenzaron dentro del
Despacho de Hugo Chávez, los hechos que se desplazaron hasta Fuerte Tiuna, los hechos
que prosiguieron en los pasadizos de esa zona oscura que medió entre Turiamo y
La Orchila. En ese micro no hay rastros de épica. Sí, en cambio, está signado de
zarpazos terroristas, huellas fascistas, teatro del horror y gruesas pinceladas
de la acción de la Santísima Trinidad, representada por Baltazar Porras,
Monseñor Velasco y Mikel De Viana.
Un capítulo
que registrará la historia como un acto épico, fue, sin duda el sucedido el 13
de abril, el rescate del Comandante Chávez y la inolvidable e intensa
movilización popular que pobló Caracas y las adyacencias del Palacio de
Miraflores.
Esto de
Oscar Pérez fue un guión para una escena que recorrió el Facebook, taladró y
taladra la corteza cerebral de unos idiotas que se empeñan en pontificar sobre
los derechos humanos del tipo y así, sin pena, se convierten en bobos
alcahuetas del terrorismo paramilitar, como bien lo expresa el cantante Ricardo
Montaner cuando proclama que Oscar Pérez “dejó de ser un hombre para
convertirse en un símbolo”.
Ya está
bueno de seguirles dorando la píldora a quienes ni se imaginan que existe, en
las sagradas escrituras de nuestra historia patria, épicas y voluntades
determinantes, como la de Bolívar cuando lanzó el Decreto de Guerra a Muerte
que hoy, por cierto, deberíamos refrescar en las mentes perversas de los
comerciantes y actores de la guerra económica y de precios.
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