"La catástrofe que nos amenaza", de V.I. Lenin... Solo dos párrafos:
Pasividad completa del gobierno
En todas partes tiene lugar un sabotaje sistemático, inflexible, de todo control, de toda vigilancia y de toda contabilidad, de todos los intentos del Estado para organizarnos. Y hace falta ser increíblemente ingenuo para no comprender -o profundamente hipócrita para aparentar que no se comprende- de dónde parte ese sabotaje y de qué recursos se vale. Pues ese sabotaje ejercido por los banqueros y los capitalistas, ese torpedeo por ellos de todo control, de toda vigilancia y de toda contabilidad, se adapta a las formas estatales de la república democrática, se adapta a la existencia de las instituciones “democrático-revolucionarias”. Los señores capitalistas han asimilado perfectamente esa verdad que reconocen de palabra todos los partidarios del socialismo científico, pero que los mencheviques y los eseristas procuran olvidar tan pronto como sus amigos ocuparon los cómodos sillones de los ministerios, las subsecretarías, etc. Esa verdad dice que la esencia económica de la explotación capitalista no varía en lo más mínimo porque las formas monárquicas de gobierno se sustituyan por las democrático-republicanas, y que, por consiguiente, ocurre todo lo contrario: basta con cambiar la forma de la lucha por la intangibilidad y la santidad de las ganancias capitalistas para salvaguardarlas bajo la república democrática con la misma eficacia que bajo la monarquía absoluta.
El sabotaje moderno, novísimo, democrático-republicano de todo control, de toda contabilidad y de toda vigilancia consiste en que los capitalistas reconocen verbalmente “de todo corazón” el “principio” del control y su necesidad (como hacen también, por supuesto, todos los mencheviques y todos los eseristas), pero hacen hincapié en que se implante “paulatinamente”, de un modo regular, según una “reglamentación establecida por el Estado”. En realidad, tras estas bellas palabras se oculta el torpedeo del control, su reducción a la nada, a una ficción: se oculta una comedia de control, el aplazamiento de todas las medidas eficaces y la verdadera importancia práctica, la creación de organismos de control indeciblemente alambicados, farragosos, inertes y burocráticos, mediatizados todos ellos por los capitalistas y que no hacen ni pueden hacer nada, absolutamente nada.
El sabotaje moderno, novísimo, democrático-republicano de todo control, de toda contabilidad y de toda vigilancia consiste en que los capitalistas reconocen verbalmente “de todo corazón” el “principio” del control y su necesidad (como hacen también, por supuesto, todos los mencheviques y todos los eseristas), pero hacen hincapié en que se implante “paulatinamente”, de un modo regular, según una “reglamentación establecida por el Estado”. En realidad, tras estas bellas palabras se oculta el torpedeo del control, su reducción a la nada, a una ficción: se oculta una comedia de control, el aplazamiento de todas las medidas eficaces y la verdadera importancia práctica, la creación de organismos de control indeciblemente alambicados, farragosos, inertes y burocráticos, mediatizados todos ellos por los capitalistas y que no hacen ni pueden hacer nada, absolutamente nada.
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