El
elefante bobarriba
VOLVER A LA CONSTITUYENTE,
RETORNAR AL CHAVISMO
Federico Ruiz Tirado
¡Esta
República Bolivariana no nos la regalaron.
La
conquistamos en la calle!
Nicolás Maduro
En
medio de la deflagración y al mismo tiempo de la chispa que generalmente se
enciende en la voluntad de las mayorías empobrecidas, campesinas o urbanas; de
la fermentación que sube la marea de la cantidad y la calidad de las riquezas
naturales que yacen en nuestra geografía y su ascendencia en el ámbito
internacional –y por qué no decirlo: planetario- ha estado
el afán voraz de las élites oligárquicas y burguesas, con pocas
diferencias epocales, pero siempre bajo la tutela de los imperios, por apoderarse de ellas. Ciertos bastones de
izquierda de cartón piedra han desfilado bajo la sombra como siluetas menores.
Venezuela,
si buscamos su demostración en el proceso inmanente a su fundación como
República, es también la historia de unas
clases, castas, raleas o grupos de intereses tras la caza del botín, sea
éste agrario, minero o petrolero. Hasta la “vocación” indigenista alguna vez
mostrada por el poder que se instauró desde el llamado “descubrimiento de
América” y prosiguió sin pudor durante las primeras repúblicas, con la intención
de apoderarse de los vastos territorios indígenas, pasando por la formación de
la esclavitud (esa que llamaba el Dr. Uslar el “mestizaje creador”, fuente de
“estudio” de la mayoría de los positivistas eruditas venezolanos que buscaban
los signos de la identidad cultural venezolana, incluyendo algunos de formación
de izquierda) y los asentamientos campesinos derivados sin duda del
adueñamiento de la tierra, de esa especie de añejado feudal heredado de la
sociedad mantuana, de la destrucción de la gente del campo, del imperio del
latifundio a costa de la degradación de la condición humana y natural.
Si buscamos incluso en el espectro apoteósico
del Pacto de Punto Fijo esas trazas históricas, es probable que las encontremos
con mayor hondura y con olor a papel moneda, pues la capacidad consensual del
petróleo le arrebató las banderas a la izquierda clásica venezolana y, poco a
poco, por cupo o sorteo, fue incorporada, también, al reparto de la nueva
república, con las excepciones conocidas.
Hoy,
cuando los argumentos a veces se acortan ante la monstruosa andanada de la
contrarrevolución que con mentiras, trampas y sabotajes mediáticos incesantes,
nos desvían de esta diana que corona la historia de la República, muchas veces
olvidamos que el legado de Hugo Chávez fue un salto cuántico en la construcción
de lo venezolano, de lo nacional, de la puesta en práctica del ejercicio
ciudadano del Hombre en libertad y la certeza de la Justicia en nuestras vidas.
Ese compromiso que juró una vez el joven Simón Bolívar frente al Monte Sacro de
los romanos, y que un muchacho de Sabaneta, de la orilla de un río, brillante y
misterioso, de Barinas, que ahora nos habla desde los pasillos y abismos de la
Historia de este país tan ultrajado, nos enseñó además, y con la hazaña como
principio del ejercicio de la nueva política de convertir la República en una
irreversible realidad. La fundación de la República Bolivariana de Venezuela es
el resumen de la resurrección, el largo, difícil, a veces sangriento pero
modélico proceso de construcción de una República que no puede ser el blanco de
quienes quieren volverla añicos para “recuperar” el Dorado con leyenda y todo.
Un
silogismo lleno de una verdad contundente. Ahora cuando celebramos diecisiete
años de nuestra Asamblea Constituyente, miramos hacia atrás y comprendemos que
no en vano fueron los pasos de estos dos gigantes. Me refiero, sí, a Bolívar
con su lucha y ejemplo. Sus lecciones y sacrificios por hacer la República, por
hacer Patria desde las vísceras, como
decía Augusto Mijares. Y Hugo Chávez con la Asamblea Constituyente, que nos
transformó en ciudadanos, en humanos, el más hermoso y noble título de una democracia
que recorre las venas de la República. Chávez nos legó el don de ejercer la
república como instrumento para la Voluntad de Poder. Pero poder para el
pueblo, zanjando las heridas históricas pendientes desde la resistencia
indígena, los levantamientos de esclavos, los haberes de la guerra de independencia,
la guerra federal y el éxodo campesino del Siglo XX, con una proeza histórica y
seña de referencia en la historia política venezolana: convocar a la fundación
de una República Bolivariana a través del
voto soberano.
“Que me
manden a salvar la República y salvo la América toda” dijo Bolívar. La
Constitución Bolivariana se convirtió entonces en el programa para todos los
pueblos desposeídos del continente, del mundo, e incluso de la historia. Toda
causa desplazada de los debates de las élites, todo grupo excluido de los
saldos de riqueza de los países, todo proceso histórico inconcluso comenzó a
mirarse reivindicado en el proyecto bolivariano de Hugo Chávez.
Porque
la Historia de Venezuela, y esta es otra lección constituyente, no es muy
distinta de la historia de los pueblos, el relato de las relaciones de
explotación a través del control de los medios económicos y su usufructo, y la
alienación de las relaciones simbólicas que dan identidad a las pueblos. Hasta
esos laberintos dirime nuestra constituyente, esas contradicciones. Está
también en la frase de Bolívar “El gobierno que se le dé a la república
debe estar fundado sobre nuestras costumbres, sobre nuestra religión y
sobre nuestras inclinaciones, y
últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia”
El
gesto político del Hugo Chávez constituyente se diferencia del saldo político
de la moribunda República de Venezuela acostumbrada a usar la Montonera como
dispositivo de cambio hegemónico. El chavismo significa ese quiebre histórico.
A esta vaguada nefasta, Hugo Chávez antepone las virtudes republicanas. Porque
fueron montoneras La Cosiata, La Revolución Azul, la Revolución Restauradora,
la Revolución de Octubre, y hasta el 23 de Enero del 58 fue convertido en
Montonera por el puntofijismo. El voto soberano echó por tierra esa mugrienta tradición.
.Templanza,
Valor, Sabiduría, Justicia, dice Platón en su República. Unidad, Lucha, Batalla
y Victoria, dice Hugo Chávez para nosotros.
Este
es el principio que debe ser dominante. No tiene un contenido anecdótico. Que
la MUD se vaya de vacaciones.
Que
se vaya, hagámosle las valijas para siempre.
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