domingo, 28 de agosto de 2016

El Rentismo inversionista

***G. Parotto
Frente a la crisis rentista petrolera se ha puesto de manifiesto la deficiencia productiva nacional en todos los campos. La siembra del petróleo nunca se llegó a implementar, entendiéndose más bien  que con el ingreso petrolero se resolverían todas las necesidades del país, sin financiar autóctonamente la producción de todos los bienes y servicios necesarios para salir del subdesarrollo estructural del país. La situación actual de guerra económica coyuntural, por su intensidad, pero connatural al sistema capitalista, bajo sus diferentes formas y actores, ha puesto de manifiesto la necesidad de una producción diversificada autárquica, un mercado interno de lo nuestro y la protección restrictiva hacia el mercado transnacional e internacional. 
Sin embargo se están tomando medidas siguiendo los mismos patrones que el propio capitalismo nos ha enseñado e impuesto: el rentismo inversionista exportador e importador capitalista: a falta de recursos propios para producir materias primas y acondicionarlas para la transformación y consumo de la metrópolis capitalista, se recurre al financiamiento externo, con asociaciones bilaterales, que reestablecen las relaciones de dependencia, y sobre todo, de explotación de nuestros recursos y fuerzas de trabajo, manteniendo la relaciones de producción capitalistas y  la cultura que las sustentan. La historia de América Latina es rica de ejemplos de inversiones extranjeras en producción de materias primas, que no ha generado desarrollo, sino únicamente crecimiento económico momentáneo: el cobre de Chile, el caucho de Brasil, los cereales de Argentina, la caña de azúcar de Cuba y Centro América. (Barón, A. 2009) Venezuela es un ejemplo evidente de esta situación. Después de 100 años de producción petrolera rentista nos encontramos sub desarrollados y más dependientes que nunca, incapaces de cubrir nuestras necesidades elementales de alimentación, salud, vivienda, seguridad, educación, equidad y justicia social.
La necesidad de dar respuesta a nuestro hábito capitalista  de tenencia y consumo de divisas, además del rentismo exportador, ha potenciado el rentismo inversionista. Estamos convencidos que el camino del desarrollo es el crecimiento económico y la producción de riquezas, visión estrictamente capitalista. Siguiendo el mismo autor Barón, Atilio (2009) los inversionistas deberían asumir el reto de que Venezuela pasara del subdesarrollo al desarrollo,   que contribuyeran a crear, no a financiar, un nuevo estado, democrático, participativo y protagónico y popular; que anularan la deuda externa, con los países de donde viene la inversión; combatieran la pobreza, superando la “exclusión social, super explotación, marginalidad, inseguridad, discriminación”, entre muchos aspectos;asumieran una reforma tributaria, para superar la “desigualdad e inequidad social” reduciendo los tributos indirectos y al consumo popular mayoritario; promovieran  la reforma agraria, con una “nueva ruralidad”; aceptaran  un marco institucional  regulatorio de los mercados;  adoptaran una nueva estrategia de desarrollo, soportada en la producción y mercado interno y la participación popular.
No se trata de que el gobierno use el diferencial rentista para los programas sociales, sino de desarrollar una estrategia de desarrollo común, inversionistas y gobierno. De lo contrario seguiremos en el subdesarrollo crónico, fieles seguidores del capitalismo salvaje. La inversión extranjera, no puede ser rentista, invierto para ganar, me llevo las ganancias, pago el derecho de inversión y dejo todo igual. Debe ser la participación a un proyecto de país, en nuestro caso, socialista. De otra manera, no merece ni llamarse inversión, sino versión para atrás.
Frente a esta situación el Comandante Eterno emprendió a importar los insumos para la producción de la propia materia prima y para atender todas las demás necesidades.  Además del diferencial de costos entre la materia prima y  los insumos, se ha instalado la dependencia tecnológica, toda la producción nacional se hace bajo los patrones capitalistas, de tal manera que para todo hace falta importar, de lo contrario  no se es competitivo con los productos  a su vez importados y elaborados en la metrópolis, dentro de un esquema consumista exacerbado para acrecentar las ganancias. Estamos inmersos en un sistema totalmente dependiente frente a cual no hay sino una conducta sumisa y solidaria. 
Esto ha generado un sistema capitalista autóctono, aprendido,  que hace parte de nuestra vida cotidiana y que nos impide explorar otros horizontes y, menos aún, experimentarlos y asumirlos. Frente a las dificultades, espontáneas o generadas por razones de hegemonía, echamos manos de lo que  sabemos y hemos aprendido, es decir más capitalismo.  Este es el caso del gobierno en la actualidad, como el ingreso de divisas por la venta del petróleo ha disminuido considerablemente y ya no tenemos para las importaciones, especialmente de alimentos e insumos para elaborarlos en el país, en las medidas económicas hemos puesto el acento en las exportaciones no petroleras para obtener dólares y seguir moviéndonos dócilmente dentro del sistema dólar.  ¿Será este el camino? Francamente creo que no.
La alternativa es aprovechar la crisis para cambiar el patrón de consumo y el patrón de  producción  para sostenerlo, dando prioridad a lo nuestro, nuestra naturaleza vegetal, animal y minera, nuestras tradiciones productivas y de consumo, dentro de un concepto de autarquía independiente y liberadora, soportada en el trabajo productivo colectivo, familiar e individual y un sistema de comercialización local, hasta con su propia moneda, como instrumento de cambio, no de acumulación.  El comandante eterno lo había entendido muy bien, pero sus propuestas y medidas no cuadraban con el aprendizaje social y se le aplicó “se acata, pero no se cumple” en todos los niveles.

*** PhD. Giulio Parotto Paterno
Dr. en Ciencias de la Educación
gparotto@gmail.com
Santa Ana de Coro, agosto 2016


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