El
Rentismo inversionista
***G. Parotto
Frente a la crisis rentista petrolera se ha puesto de
manifiesto la deficiencia productiva nacional en todos los campos. La siembra
del petróleo nunca se llegó a implementar, entendiéndose más bien que con el ingreso petrolero se resolverían
todas las necesidades del país, sin financiar autóctonamente la producción de
todos los bienes y servicios necesarios para salir del subdesarrollo
estructural del país. La situación actual de guerra económica coyuntural, por
su intensidad, pero connatural al sistema capitalista, bajo sus diferentes
formas y actores, ha puesto de manifiesto la necesidad de una producción
diversificada autárquica, un mercado interno de lo nuestro y la protección
restrictiva hacia el mercado transnacional e internacional.
Sin embargo se están tomando medidas siguiendo los mismos
patrones que el propio capitalismo nos ha enseñado e impuesto: el rentismo
inversionista exportador e importador capitalista: a falta de recursos propios para
producir materias primas y acondicionarlas para la transformación y consumo de
la metrópolis capitalista, se recurre al financiamiento externo, con
asociaciones bilaterales, que reestablecen las relaciones de dependencia, y
sobre todo, de explotación de nuestros recursos y fuerzas de trabajo,
manteniendo la relaciones de producción capitalistas y la cultura que las sustentan. La historia de
América Latina es rica de ejemplos de inversiones extranjeras en producción de
materias primas, que no ha generado desarrollo, sino únicamente crecimiento
económico momentáneo: el cobre de Chile, el caucho de Brasil, los cereales de
Argentina, la caña de azúcar de Cuba y Centro América. (Barón, A. 2009)
Venezuela es un ejemplo evidente de esta situación. Después de 100 años de
producción petrolera rentista nos encontramos sub desarrollados y más
dependientes que nunca, incapaces de cubrir nuestras necesidades elementales de
alimentación, salud, vivienda, seguridad, educación, equidad y justicia social.
La necesidad de dar respuesta a nuestro hábito
capitalista de tenencia y consumo de
divisas, además del rentismo exportador, ha potenciado el rentismo
inversionista. Estamos convencidos que el camino del desarrollo es el
crecimiento económico y la producción de riquezas, visión estrictamente
capitalista. Siguiendo el mismo autor Barón, Atilio (2009) los inversionistas
deberían asumir el reto de que Venezuela pasara del subdesarrollo al desarrollo, que contribuyeran a crear, no a financiar,
un nuevo estado, democrático, participativo y protagónico y popular; que
anularan la deuda externa, con los países de donde viene la inversión; combatieran
la pobreza, superando la “exclusión social, super explotación, marginalidad,
inseguridad, discriminación”, entre muchos aspectos;asumieran una reforma
tributaria, para superar la “desigualdad e inequidad social” reduciendo los
tributos indirectos y al consumo popular mayoritario; promovieran la reforma agraria, con una “nueva ruralidad”;
aceptaran un marco institucional regulatorio de los mercados; adoptaran una nueva estrategia de desarrollo,
soportada en la producción y mercado interno y la participación popular.
No se trata de que el gobierno use el diferencial rentista
para los programas sociales, sino de desarrollar una estrategia de desarrollo
común, inversionistas y gobierno. De lo contrario seguiremos en el
subdesarrollo crónico, fieles seguidores del capitalismo salvaje. La inversión
extranjera, no puede ser rentista, invierto para ganar, me llevo las ganancias,
pago el derecho de inversión y dejo todo igual. Debe ser la participación a un
proyecto de país, en nuestro caso, socialista. De otra manera, no merece ni
llamarse inversión, sino versión para atrás.
Frente a esta situación el Comandante Eterno emprendió a importar
los insumos para la producción de la propia materia prima y para atender todas
las demás necesidades. Además del
diferencial de costos entre la materia prima y
los insumos, se ha instalado la dependencia tecnológica, toda la
producción nacional se hace bajo los patrones capitalistas, de tal manera que
para todo hace falta importar, de lo contrario
no se es competitivo con los productos
a su vez importados y elaborados en la metrópolis, dentro de un esquema
consumista exacerbado para acrecentar las ganancias. Estamos inmersos en un
sistema totalmente dependiente frente a cual no hay sino una conducta sumisa y
solidaria.
Esto ha generado un sistema capitalista autóctono,
aprendido, que hace parte de nuestra
vida cotidiana y que nos impide explorar otros horizontes y, menos aún,
experimentarlos y asumirlos. Frente a las dificultades, espontáneas o generadas
por razones de hegemonía, echamos manos de lo que sabemos y hemos aprendido, es decir más
capitalismo. Este es el caso del
gobierno en la actualidad, como el ingreso de divisas por la venta del petróleo
ha disminuido considerablemente y ya no tenemos para las importaciones,
especialmente de alimentos e insumos para elaborarlos en el país, en las
medidas económicas hemos puesto el acento en las exportaciones no petroleras
para obtener dólares y seguir moviéndonos dócilmente dentro del sistema
dólar. ¿Será este el camino? Francamente
creo que no.
La alternativa es aprovechar la crisis para cambiar el patrón
de consumo y el patrón de producción para sostenerlo, dando prioridad a lo
nuestro, nuestra naturaleza vegetal, animal y minera, nuestras tradiciones
productivas y de consumo, dentro de un concepto de autarquía independiente y
liberadora, soportada en el trabajo productivo colectivo, familiar e individual
y un sistema de comercialización local, hasta con su propia moneda, como
instrumento de cambio, no de acumulación.
El comandante eterno lo había entendido muy bien, pero sus propuestas y
medidas no cuadraban con el aprendizaje social y se le aplicó “se acata, pero
no se cumple” en todos los niveles.
*** PhD. Giulio
Parotto Paterno
Dr. en Ciencias de la Educación
gparotto@gmail.com
Santa Ana de Coro,
agosto 2016
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