miércoles, 6 de mayo de 2015

Néstor Francia / Análisis de Entorno: La comunicación repetitiva y acrítica

nestor francia– Mariela Castro Espín, revolucionaria

– Sin una mirada crítica, estamos muertos

– Crítica con lealtad y altura argumental

– La comunicación repetitiva y acrítica

– Medios oficiales previsibles

– Chávez, el crítico

– El diablo es terco y la realidad también

– Las limitaciones creativas

– Tecnología por creatividad, al gusto del capitalismo

– Las audiencias huyen hacia el oropel

– La nuez deliciosa de la creatividad, la irreverencia y el inconformismo

– Necesitamos una explosión espiritual interior

– Parafraseando a Mariela Castro

Mariela Castro Espín es la hija de los revolucionarios Raúl Castro, presidente de Cuba, y de Vilma Espín, quien fuera presidente de la Federación de Mujeres Cubanas. Es sicóloga y sexóloga, y actualmente se desempeña como directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX), y es diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular de su país ¿A qué viene esta mención al comienzo de nuestro Análisis de hoy? Pues a que esta camarada ha votado, en un acto poco común, en contra del nuevo Código del Trabajo aprobado por la Asamblea Nacional cubana, porque aunque incluyó el principio de no discriminación por orientación sexual, no lo hizo con la identidad de género. Esta actitud no fue comprendida por todos los diputados, pero no por ello ha sido irrespetada, señalada o discriminada ni en el gobierno ni en el partido ¿Será porque es la hija de Raúl? Queremos creer que no fue esa la razón, aunque no podríamos asegurarlo. Pero la verdadera razón de tal mención son las declaraciones posteriores hechas por la diputada Castro Espín. Oigase bien: “Mi trabajo como diputada en Cuba tiene una mirada crítica que es la forma en que entiendo ser revolucionaria… si no tengo una mirada crítica, estoy muerta”. Nosotros, que jamás hemos renunciado a la mirada crítica y que la valoramos como más necesaria que la adulación y la conducta acrítica de muchos que piensan que eso les da estabilidad y ventajas, agradecemos esta declaración que pone el dedo en la llaga: somos críticos porque somos revolucionarios y pensamos que una de las mejores maneras de defender la Revolución es señalando aquello que consideramos erróneo, fallido o incorrecto. Puede ser que nos equivoquemos en algún señalamiento, pero de lo que sí estamos seguros es de la corrección de la actitud crítica. Claro, también creemos que la crítica revolucionaria debe ser hecha con lealtad, con altura argumental y con apego a los principios que hemos albergado desde hace mucho tiempo. Esta valoración de la crítica nos da pie para continuar con nuestro análisis de las fallas de las políticas comunicacionales oficiales en Venezuela, que retomamos ayer cuando hicimos referencia a la ausencia de una estrategia comunicacional que oriente nuestras acciones en esa área y a la excesiva preeminencia de la propaganda sobre la formación político-ideológica. Precisamente hoy arrancaremos con un tema vinculado a la ausencia de comunicación crítica.

La comunicación repetitiva y acrítica. En nuestra participación en el programa “Como ustedes pueden ver”, por invitación de nuestro apreciado amigo Roberto Malaver, el único presentador de la televisión oficial que osa invitarnos, a pesar de nuestras “impertinencias”, nos referimos brevemente a este asunto. Nuestros medios de comunicación dedicados a los contenidos políticos han terminado siendo casi completamente previsibles. Los moderadores y “analistas”, salvo honrosas excepciones que confirman la regla, se repiten unos a otros con los mismos conceptos, ideas, propaganda, informaciones y matrices. Es una especie de obligación no manifiesta comulgar con las líneas y medidas oficiales sin mostrar ni un ápice de desacuerdo o crítica. La función crítica se reduce a las acciones de una oposición que en realidad la pone bastante fácil, dada su proverbial torpeza y mediocridad. Ahora bien, no se trata de enarbolar una mirada crítica contra el Gobierno como si se fuera oposición, pero sí dirigida a la realidad ¿No era acaso común en Chávez la crítica, a veces muy dura, a sus ministros y otros funcionarios? ¿No fue acaso el Comandante un crítico acerbo del burocratismo, la indolencia, la ineficiencia en muchos factores del Gobierno? La verdad verdadera es que no hemos alcanzado el Paraíso, y aunque ya no estemos en aquel infierno de la Cuarta República, lo cierto es que no hemos pasado del purgatorio ¿Esa impronta crítica no es parte del legado de Chávez del que tanto se habla? ¿No fue Chávez quien planteó iniciativas como las “tres R” (Revisión, rectificación y reimpulso) y el “golpe de timón”? ¿No habría que dar contenido y sustancia a esas recomendaciones del supremo líder? Necesitamos comunicadores que confronten la realidad con visiones propias e independientes de las vocerías gubernamentales, que planteen dudas e inconformidades que se van acumulando en nuestro pueblo y que necesitarían ser interpretadas, orientadas, y sometidas al debate y al examen crítico. Que haya espacio para todo: para la propaganda, para la profundización ideológica, para el debate de ideas y opiniones.
¿Será todo esto posible? Ojalá que sí. Y si no, tarde o temprano la realidad pasará la factura a la comunicación acrítica, a los vicios de la adulación y el conformismo. El diablo es terco y la realidad
Las limitaciones creativas. Al gusto del capitalismo, la programación política oficial en nuestros medios televisivos tiende a sustituir la creatividad con la tecnología. Grandes plasmas en vistosos estudios, uso indiscriminado del Twitter, pantallas táctiles, se diría que todo lo que el dinero puede dar. Bastaría realmente con un solo set para todos los programas, que tuviesen todos esos artilugios. Entretanto, las audiencias huyen hacia los canales de entretenimiento, a Venevisión, a Televen, a la TV por suscripción, a los reinos de la diversión barata y el oropel ideológico del capitalismo. La nuez más deliciosa de la Revolución es la creatividad, que tiene su alma en la irreverencia y el inconformismo. En lo que comienza a perderse la creatividad, empieza también el desenamoramiento, como en esos matrimonios que sucumben a la rutina y a la repetición de hábitos y lenguajes. La Revolución Bolivariana está necesitada de una explosión espiritual interior, de un replanteamiento conceptual de contenidos y códigos. Habría que parafrasear a Mariela Castro Espín: si la Revolución no tiene una mirada crítica, está muerta.

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