jueves, 28 de febrero de 2013


La Santa Sede queda hoy en manos del ‘padrino’ de la mafia vaticana, Tarcisio Bertone


 Rafael Plaza Veiga
Tarcisio Bertone
Tarcisio Bertone
El pasado 22 de febrero el Papa sustituía al subsecretario de Relaciones con los Estados, Ettore Balestrero, por alguien de su mayor confianza, Antoine Camilleri. Hace tiempo que el papa Ratzinger ha dejado de fiarse de su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, que trabajó con él muchos años en la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio). A partir de hoy, Bertone toma las riendas de la Santa Sede como Camarlengo, encargado de organizar el Cónclave Cardenalicio que elegirá al nuevo Pontífice. No podrá ser papa.La prensa italiana señalaba a Balestrero como “hombre fuerte” de Bertone en los asuntos referidos al IOR (Instituto para las Obras de la Religión, popularmente conocido como “la Banca Vaticana”). Il Corriere della Sera le califica de “poderosísimo”. Benedicto XVI le ha destituido, nombrándole nuncio apostólico en Colombia… tras la investigación encargada a tres cardenales (uno de ellos el español Julián Herranz), que debió descubrir en Balestrero cuentas “no muy claras”. El Papa había ordenado esta investigación tras la revelación de los informes secretos robados por su mayordomo y hechos públicos hace casi un año (Vatileaks) por un destacado periodista italiano.
Cobran cada día más sentido las recientes revelaciones del periódico italiano La Repubblica (“Los secretos de la Banca de Dios. Cómo el dinero ha envenenado el Vaticano”), del 21 de febrero pasado, que sitúa a Balestrero, junto a su jefe inmediato, Bertone, como uno de los máximos controladores de las finanzas de la Iglesia, uno de los puntos clave para entender su renuncia al Papado. El cardenal Bertone está resultando ser, desde el anuncio por parte de Joseph Ratzinger de su renuncia al Pontificado, objeto de las críticas de un importante sector de la Curia Vaticana: bien por su pésima gestión financiera (o por los secretos de la misma), bien por las luchas de poder que parece encabezar de cara a la sede pontificia.
El poderosísimo cardenal salesiano está desde hace un año en el ojo del huracán, desatado tras el robo y la filtración de los documentos secretos vaticanos hace cerca de un año, y que fueron desvelados por el periodista Gianluigi Nuzzi en su polémico libro Sua Santitá.
Paternidad cardenalicia
A todo esto habría que añadir las especulaciones, cada día más sorprendentes, acerca de la vida sexual de importantes jerarcas de la Curia (habrá que empezar a llamarlo el Vati-sex) entre los que parecen figurar, según se afirma en un reportaje publicado en el último número de la revista italiana Panorama (“Bertone, el agujero y el hijo del cardenal”, firmado por Ignazio Ingrao) un purpurado muy cercano al secretario de Estado y que según el semanario “sería el padre” de un funcionario vaticano que hoy tendría en torno a los 30 años. Aunque no se indica su nombre, sólo se afirma que se trata de un miembro cualificado del organismo encargado de las finanzas de la Iglesia…
Esta presunta paternidad “cardenalicia” volvería, según el autor de la investigación, a poner en tela de juicio, ante Benedicto XVI, las “amistades peligrosas” de su secretario de Estado, aunque en junio del año pasado se vio en la necesidad de defenderle de críticas cada día más fuertes. La gota que ha colmado el vaso ha sido el descubrimiento de un lobby gay en el interior del Vaticano, que pone en evidencia la desordenada vida sexual de algunos de los jerarcas de la Iglesia. Lógicamente, el portavoz vaticano, Federico Lombardi, lo ha desmentido, calificándolo de “chismes, difamaciones y calumnias”.
El diario italiano La Repubblica está reproduciendo algunas cartas de lectores donde se acusa a Bertone (y al actual secretario personal de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontifica desde el pasado mes de noviembre, el, desde hace un mes, arzobispo alemán Georg Gänswein) de ser “los verdaderos responsables de las fugas de los informes secretos del Vaticano”. Por su parte, Bertone acusa a los periodistas de ser “los responsables de la creación de un clima de mezquindad, mentiras y calumnias, y son inventores de fábulas y leyendas”.
Frente a este clima tan turbio, en torno a filtraciones de secretos, corrupciones financieras y escándalos sexuales (revelados hace pocos días por el propio diario La Repubblica, y referidos al lobby gay en el que participan activamente altos dignatarios vaticanos), Benedicto XVI, aislado y atormentado, decidió renunciar al Pontificado, lo que anunció el pasado 11 de febrero. Anciano (86 años), enfermo, y solitario, tiene frente a sí a unos lobos disfrazados de hermanos. Particularmente su antiguo amigo Tarcisio Bertone, que se ha convertido en sospechoso número uno de las intrigas de la Curia, y al que no pocos cardenales, habitantes cotidianos de los estados pontificios, acusan de “ambición desmedida”, de “relaciones peligrosas” y hasta de “influencias masónicas”.
Ratzinger no ha visto con buenos ojos la “política exterior” de Bertone, que ha hecho y deshecho a su gusto en los temas de la diplomacia y las finanzas de la Iglesia. Tan sólo algunos cardenales como Ruini, Bagnasco y Scola intiman con Ratzinger y le advierten sobre el peligro Bertone.
Un programa de TV italiana divulgó hace un tiempo una supuesta carta del actual nuncio en Estados Unidos, monseñor Carlo María Viganó, en la que le informaba al Papa sobre diversos casos de corrupción en la Curia Vaticana y donde le pedía no ser removido de su cargo como secretario general del Governatorato (Departamento de Licitaciones y Abastecimientos). Viganó, sin embargo, sería destinado “lejos de Roma” por el cardenal Bertone. Según algunas fuentes, el Papa “llegó a llorar” por esta decisión… pero no se atrevió a contradecir a su secretario de Estado.
En otro momento saltó a la opinión pública la noticia de un supuesto complot para matar al Papa. El cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, según esta segunda filtración, le escribió una carta a Benedicto XVI informándole sobre un reciente viaje a China del cardenal italiano Paolo Romeo, arzobispo de Palermo, quien había comentado en el país asiático que “el Papa moriría en 12 meses”. Algunos interpretaron esto como su posible asesinato. No contento con esta predicción, Romeo aprovechó -siempre según la carta del cardenal colombiano- para contar supuestos secretos internos vaticanos, como que Bertone y Ratzinger “se llevan a matar” y que Benedicto XVI iba a dejarlo todo “atado y bien atado” para que su sucesor en la Silla de Pedro no fuera el cardenal Bertone, sino Angelo Scola, actual cardenal arzobispo de Milán.
Si a esto se añade que el jesuita Lombardi, portavoz del Papa, reconoció recientemente que “el Vaticano está sufriendo su particular Vatileaks”, y que el propio L´Osservatore Romano publica que “Benedicto XVI es un pastor rodeado de lobos”, uno se puede hacer una idea del siniestro clima que se respira en la cima más alta de la Iglesia.
“Sin justicia, ¿qué son los reinos, sino una banda de ladrones?”, había dejado escrito Benedicto XVI en su primera encíclica, Deus caritas est. Quizá sin quererlo, podría estar anunciando la que se avecinaba. La publicación de los documentos confidenciales del Vaticano iba a confirmarlo.
La guerra interna en la cúpula de la Iglesia tiene ahora mismo un objetivo que recuerda el título de un film de Woody Allen: Coge el dinero y corre. Y un protagonista principal: Bertone. Según el diario La Repubblica, Bertone boicoteó sistemáticamente los intentos del Papa por limpiar la Banca Vaticana (el IOR), y adecuarla a las normas internacionales sobre el “lavado de dinero”.
Apenas seis meses después de poner en marcha una comisión a este respecto (en 2011), ésta fue desmantelada por el propio Bertone, según revela la acreditada periodista italiana Concita de Gregorio, señalando que todos los miembros que formaban parte de aquella comisión habían sido apartados de sus puestos. Uno de ellos, el cardenal Atilio Nicora, que había sido nombrado por el Papa presidente de la Autoridad de Información Financiera de la Santa Sede. En su lugar se pondría “un hombre de confianza de Bertone”.
El diario citado explica con una extensa precisión de datos el funcionamiento de las finanzas vaticanas, y su lectura provoca la sensación de estar contemplando una secuencia de El padrino. Tan sólo Paolo Cipriani, el hombre de Bertone en el IOR, conoce quiénes son los titulares de esas cuentas, quiénes lavan en el IOR su dinero, de dónde vienen y a dónde van los millones de dólares, euros y liras que allí se mueven. Para el diario La Repubblica, el IOR es hoy día “una gigantesca lavadora de dinero”.
Benedicto XVI ha tirado la toalla. Primero fue la pederastia de cientos de curas y algunos obispos y cardenales, que culminaría con el descubrimiento de la vida y milagros del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Luego el Vatileaks, el robo y publicación posterior de los documentos secretos del Vaticano. Ahora, los tejemanejes de su secretario de Estado, el cardenal Bertone. Para acabar de rematarlo, salta el escándalo del Vati-sex.
Lo mejor que ha podido hacer Benedicto XVI es retirarse y “rezar”. Pero le va a resultar muy difícil evitar que millones de creyentes puedan conocer la corrupción rampante en las más altas jerarquías de la Iglesia.

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