jueves, 22 de noviembre de 2018

La estrategia anticolonial de Bolívar en el marco de una guerra popular internacional
Rafael Pompilio Santeliz
La independencia fue el primer principio que guió su ideal anticolonial. En el transcurso de su obra la constante es que los pueblos americanos debían ser libres de toda dominación extranjera. Planteaba que cada nación tenía que decidir sobre su propio destino. La independencia, más que un acto de separación de España, era el respeto propio, la dignidad del pueblo de ejercer su libertad. No se trataba de cambiar un imperio por otro, era el modo en que los latinoamericanos existieran en el mundo.
Los pueblos originarios fueron parte de esa nacionalidad; corregir las injusticias que por siglos impusieron los invasores sobre ellos fue parte de su utopía. En un decreto de 1820 ordena, en defensa de los indígenas de Cundinamarca: “Se devolverá a los naturales, como propietarios legítimos, todas las tierras que formaban los resguardos según sus títulos, cualquiera que sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores”. Reconoce que la diversidad étnica de América no puede traducirse en privilegios de casta y discriminación social. Los descendientes de indígenas, africanos y europeos siendo diferentes formaban parte de una única y nueva nación, que ahora buscaba una mayor libertad, garantías sociales e igualdad ante la ley
Otro de sus fundamentos fue la soberanía nacional. Ella afirma la libertad del pueblo frente a toda tiranía interna o externa, a la vez, la emancipación se podría especificar por dos tesis capitales: nacionalidad afirmada como rechazo al vasallaje y algunos acercamientos a la justicia social que por las limitaciones de la época se tradujo en dos proposiciones: la libertad de los esclavos y su exigencia de crear el buen ciudadano.
La soberanía y la dignidad del pueblo como única autoridad legítima de las naciones es tratada en diferentes documentos. En defensa de ese ideal escribió en una de sus cartas: “Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”. Aún en los momentos de su vida en donde la alternativa que manejaba era la dictadura siempre apeló a la voluntad popular, aunque ésta conllevara la división de varias repúblicas: “La dictadura con su omnipotencia fundirá todos los partidos, y los hará entrar en el silencio, después se debe consultar la voluntad nacional para saber qué quiere: luego es preciso hacer lo que ordene el soberano, y si el soberano divide sus opiniones, que las divida; y si quiere hacer tres o cuatro repúblicas, que las haga” (Doc. 1203). Esta consulta a la “voluntad nacional” o al “soberano” que se proclamaba no era absoluta, pues en ella también obraba la dirección que la élite dirigente imprimía a sus necesidades de clase y sus ideas relativas a la propiedad, el honor y a la vida política de los ciudadanos, sobre todo las limitaciones que estipulaba para ser elector.
Bolívar luchó por transferir el poder de los privilegiados a todos los ciudadanos activos de la nación. Para él no debía existir una autoridad superior a las leyes que el propio pueblo libremente se dicte a sí mismo. “La aclamación libre de los ciudadanos es la única fuente de legitimidad de todo poder humano”, afirmó Bolívar. En 1826 escribió: “Yo no conozco más partido de salud, que el de devolver al pueblo su soberanía primitiva para que rehaga su pacto social. No entiendo qué delito se cometa en ocurrir a la fuente de las leyes para que remedie un mal que es del pueblo y que sólo el pueblo conoce”. (14-10-1826).
Si el pueblo soberano formado por seres libres e iguales es la fuente del poder, la forma del gobierno no puede ser otra que la república. No es el gobierno de un hombre o una clase, es el gobierno de todos los ciudadanos. Así Bolívar proponía un gobierno republicano cuyas bases debían ser la soberanía del pueblo, la división de poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios.
En su estrategia anticolonial supo combinar las formas de lucha y la política de aliados en función de sus fines últimos: “Yo creo que se puede salvar a América con estos cuatro elementos: primero, un grande ejército para imponer y defendernos; segundo, política europea para quitar los primeros golpes; tercero con la Inglaterra y cuarto con los Estados Unidos. Pero todo muy bien manejado y muy bien combinado, porque sin buena dirección, no hay elemento bueno. Además insto el Congreso del Istmo de todos los estados americanos, que es el quinto elemento” (doc 859)
Incluso, ante la injerencia de otros países encabezados por la Santa Alianza, llegó a manejar la concepción de “guerra universal” dentro de un carácter popular y prolongado. En carta a Sucre el 20/01/1825 le confiesa su preocupación por la Santa Alianza quien apoyándose en Brasil buscaba destruir la revolución. Tres días después le escribe a Santander: “Yo sé que al Brasil han llegado 2000 alemanes y 6000 rusos para sostener el partido monárquico”(Doc. 840) . A dos meses de estas comunicaciones, lanza las siguientes orientaciones: “... preparamos para sostener la contienda más ardua y más grande de cuantas han ocupado y afligido a los hombres hasta ahora. Esta debe una guerra universal. (…..) Prepararnos para una lucha muy prolongada, y muy ardua muy importante”. (Doc 859)
. En este contexto, planifica conjuntamente su estrategia militar hispanoamericana: “Debemos, pues, en este caso, prepararnos para una larga contienda con la mayor parte de la Europa. Creo que lo primero que debemos ejecutar, si la Santa Alianza se mezcla en nuestros negocios, es que el Perú y Buenos Aires ocupen inmediatamente el Brasil; Chile a Chiloé; Colombia, Guatemala y Méjico debe ocuparse de su propia defensa, y toda la América formar una sola causa atendiendo todos a la vez a los puntos atacadas o amenazados”. (doc. 890)
Evidentemente, su visión latinoamericana se radicalizaba en la medida en que aumentaban sus dificultades, su estrategia unitaria buscó siempre consolidar las victorias alcanzadas manteniendo la perspectiva americana.
Ubicar el carácter internacional de la lucha independentista tendría que ver con la unificación de los distintos sectores patrióticos conjuntamente con otros internacionalistas identificados con la causa independentista. Las tropas libertadoras se integraron por latinoamericanos nacidos en diferentes países, habida la nacionalidad latinoamericana forjada por Bolívar y por la independencia. Los primeros antecedentes parten de la participación de Nueva Granada en la Campaña Admirable. Recuérdese que el Libertador llegó a Caracas con un ejército prestado que enarbolando la bandera de Cartagena ayudó a instaurar la Segunda República.
Años más tarde vuelve a producirse otra manifestación internacionalista cuando los llaneros venezolanos se unen en Casanare con las tropas de Santander, pasan los Andes y el 7 de agosto de 1819 dan la victoriosa batalla de Boyacá, forjando la independencia de Nueva Granada. Luego de desafiar serios problemas regionalistas en el Congreso de Angostura proclama la unión de Venezuela y Colombia dejando como vicepresidente a un neo-granadino: Don Francisco Antonio Zea quien preside los destinos de Venezuela al continuar Bolívar su campaña.
Otro antecedente se ubica en la discusión que suscitó el Decreto de Guerra a Muerte: las consideraciones oscilaban entre si era una guerra civil o una guerra nacional. Pesó en esta diatriba el hecho de que participara un ejército extranjero para definirla como nacional y no como guerra civil: Pueblo venezolano a la cabeza del cual se colocó la nobleza territorial y coloniaje español unido a sectores de la sociedad venezolana. En lugar de determinar si era o no una guerra civil por la circunstancia de la participación, en mayor o menor grado, de bandas de la misma sociedad, más bien viene dado porque en ella no haya injerencia extranjera ni dominación colonial. La concepción de guerra de liberación nacional en el contexto hispanoamericano se ilustra en esta carta a Santander: “el enemigo no tiene fronteras, ni es país extranjero el que ocupa el enemigo; (…) nunca se debe considerar como extranjero el país que se disputa” (Doc. 849). El Libertador tenía una concepción de patria grande, a diferencia de muchos de sus colaboradores.
Luego de Boyacá viene a Carabobo, y dos años más tarde inicia la Campaña del Sur que lleva la independencia al Ecuador y al Alto y Bajo Perú. Para él, la dominación colonial no podía ser derrotada en un sólo país: La Campaña del Sur la integran llaneros venezolanos y colombianos, montañeses ecuatorianos, cholos peruanos, gentes de otras lejanías identificadas con el ideal nuestroamericano. Todo un ejército internacionalista sin contar con la oficialidad de variados países europeos. Para Bolívar, según Pividal, “Las fronteras se borran cuando es cuestión de implantar el derecho y la paz o de aplastar la tiranía y la injusticia” En la oportunidad que Santander le pide no continuar hacia el Perú, porque ese territorio no es casa propia sino la ajena, Bolívar contesta: “Usted me repite que debemos cuidar de preferencia nuestra casa antes que la ajena; esto no merece respuesta, porque el enemigo no es casa ajena sino muy propia”.
En la marcha libertaria por los Andes peruanos, las memorias del general inglés Guillermo Miller, se refieren a las tropas que el Libertador dirigía: “Allí, en medio del espectáculo de la naturaleza, estaban reunidos hombres de Caracas, Panamá, Quito, Lima, Chile, y Buenos Aires; hombres que se habían batido a orillas del Paraná, en Maipó, en Boyacá, en Carabobo, en Pichincha y al pie del Chimborazo. En medio de aquellos americanos valientes defensores de la libertad, había algunos extranjeros fieles aún a la causa en cuyo obsequio perecieron otros tantos paisanos suyos. Entre ellos hallábanse algunos que habían combatido a orillas del Guadiana y del Rhin, y que presenciaron el incendio de Moscú y la capitulación de París”.
En su ideal hispanoamericanista, Bolívar parte de una táctica: “la unidad para la lucha”. Concebía que sólo la América unida (Hispanoamérica en algunas de sus definiciones) podía vencer al enemigo común. Parte de su estrategia fue el Decreto de Guerra a Muerte: luchar sin cuartel contra todo aquel que se opusiera a la liberación de los pueblos. Lucha que no debía ser aislada sino que debía tener todo un mecanismo de denuncia para que no fuese tergiversada como crueldad extrema sino como una necesidad del momento histórico: la unidad y la presión ante la indefinición.
Como parte de esa estrategia, buscó apoyo en otra potencia: Inglaterra, era parte de esa política de alianzas. Estaba consciente del riesgo de cambiar un “patrón” por otro, pero en la coyuntura histórica esta alianza permitía “existir”, neutralizar en cierta medida a la Santa Alianza y a la pujante potencia del norte.
El carácter de lucha continental del ideal bolivariano está planteado con nitidez en la Carta de Jamaica. Veía desde 1815 por la historia de México, monarcas derrumbados por conmociones populares, y después mandones fuertes y vitalicios. En este documento da su visión de lo que serán las naciones que conforman América, precisando que se crearán 17 naciones con repúblicas en vez de monarquías y gobernadas por diversos modelos políticos.
En los primeros tratados de amistad que negocia con México, Perú, Chile, y Buenos Aires, la Gran Colombia propone la formación de una liga mucho más estrecha que las que forman en Europa contra las libertades de los pueblos. Se trataba de crear una sociedad de naciones hermanas, unidas fuerte y poderosamente contra las agresiones del poder extranjero. La obra maestra de este internacionalismo sería el Congreso de Panamá.

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