lunes, 19 de enero de 2015



Mi bachaquero de cabecera
Por Roberto Malaver
Harold Brillemburg Zuloaga de la Trinidad no pierde tiempo. Vive en constante movimiento. Hace operaciones de arbitraje para obtener mayores ganancias con los dólares. “Tú no sabes, Malaver, qué es una operación de arbitraje, y yo tampoco te lo voy a explicar, porque no vale la pena que un marginal sepa lo qué es eso”, me dice mientras fuma un Cohíba sentado en su silla preferida en la tasca de su casa.

Entre fumada y fumada me comienza a decir: “Es cierto que hay algo de eso de guerra económica, pero nosotros, los que la apoyamos, la estamos evitando y hemos creado un nuevo profesional: el bachaquero de cabecera.
“Así como el Dr. Steve González es el médico de cabecera de nuestra familia, ahora también hemos incorporado a Macario Loreto como nuestro bachaquero de cabecera. Es decir, cuando mis hijos o mi esposa y yo necesitamos algún producto de esos que están regulados y que no lo consigue nadie por ninguna parte, porque los utilizamos para hacer otros productos que no están regulados, llamamos a su celular a Macario Loreto y al rato viene en su moto con todos los productos que le solicitamos. Te confieso que es una comodidad maravillosa, ya le tenemos tanta confianza a Macario Loreto que estamos a punto de darle la llave del depósito para que él mismo vaya dejando todos esos productos allí”.
Después se sirve un armañac y dice: “Lo bueno de la crisis es que nos pone creativos. Así que si quieres pañales, aceite, leche, harina, azúcar, papel higiénico y hasta whisky bachaqueado desde Margarita, me dices y te presto mi bachaquero de cabecera”.
En verdad que la tasca de Harold Brillemburg Zuloaga de la Trinidad está full de todo tipo de bebidas y hasta seis jamones pata negra cuelgan del techo. Y apunta, señala y dice: “Quien debe ponerse al frente de las colas es el secretario general de la MUD para ver si así alcanza las 50 mil marchas que le prometió a su gente”.
En ese momento entra la niña menor de Harold y le dice: “Papi, quiero papitas de McDonald’s”. Sin pensarlo mucho, Harold llamó a Macario Loreto y, al rato, el ruido de la moto en la urbanización anunciaba que Macario estaba llegando con lo solicitado. “Te lo digo, Malaver, eso es lo bueno de haber trabajado con adecos y copeyanos, que uno aprendió a defenderse a realazo limpio, perdón, a realazo sucio”.

robertomalaver@gmail.com

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