Carlos Mendoza Potellá: EE.UU y su guerra del petróleo barato
Por Verónica Díaz Hung/ Foto Ernesto Morgado/ Cuatro F/
Cuando el mundo ya se había acostumbrado a un barril de petróleo a 100 dólares, pasó lo inesperado, el precio del crudo comenzó a descender abruptamente, perdiendo un 50% de su valor en tan solo cuatro meses pese a que existían condiciones de mercado similares a las de hace un año. ¿Por qué ocurrió? ¿En algún momento rebotará y si eso ocurre cuándo será? Carlos Mendoza Potellá, economista, profesor universitario, analista petrolero y asesor del Banco Central de Venezuela, es de los que creen que se trata de un plan bien orquestado por los Estados Unidos para asegurarse el control de los recursos energéticos.
Cuando se realizó esta entrevista el precio del crudo venezolano estaba en 38 dólares el barril, y -según el experto- su cotización podría continuar cayendo, ya que en este momento los mercados especulativos están apostando a mayores bajas, en espera de que en algún momento ocurra un rebote de las cotizaciones del crudo, revalorizando sus inversiones realizadas en tiempos de precios de gallina flaca.
El académico está convencido de que el precio va a subir, pero el reto es lograr que en los tiempos de austeridad no se logre desestabilizar al país.
Considera que estamos en el momento de mayor agudización de la guerra del petróleo barato porque se aspira lograr un objetivo político inmediato: desmontar la revolución bolivariana.
Explica que la abrupta caída de los precios del petróleo es el resultado de la confluencia de factores, no necesariamente de mercado, sino de índole político, aunados a manipulaciones de mercado impulsadas por los centros financieros internacionales.
Estas fuerzas actúan por el control de las fuentes energéticas por parte de Estados Unidos y Europa, que han diseñado una estrategia muy particular para lograr este objetivo.
Fueron los especuladores financieros los que impulsaron el crecimiento de los precios por encima de los 100 dólares el barril para garantizar que inversiones inviables se desarrollaran, lo que le permitió a los Estados Unidos aumentar su nivel de producción en casi 4 millones de barriles diarios, sustituyendo con petróleo de esquistos (shale oil o lutitas) importaciones de crudos livianos de Nigeria, Argelia y Arabia Saudita, obligando a estos países a dar descuentos para garantizar sus mercados.
Señala que esta guerra de precios afecta a Venezuela, no por los costos de producción, sino por los compromisos fiscales. Venezuela tiene un presupuesto fiscal y parafiscal que requiere más de 100 dólares por barril, lo que obligará a repensar la estructura de gastos públicos.
Mendoza Potellá visualiza un panorama de austeridad, que podrían ser una oportunidad para relanzar el desarrollo de una economía no petrolera.
“Hay grandes retos y dificultades que se nos plantean, y debemos tener conciencia de los contendientes a los que nos estamos enfrentando”, expone.
Considera que hay que diseñar una política petrolera moderada, sin soñar con gigantescos planes de expansión de la producción, ya que resultaría contradictoria hacerlo y simultáneamente defender los precios. Bajo este escenario de precios bajos es urgente aumentar la eficiencia productiva y el desarrollo del gas natural para ahorrar combustibles líquidos.
“Tenemos que estar conscientes de las amenazas que enfrentamos”.
El académico aclara que no se trata de amenazas bélicas, sino financieras y cita como ejemplo cómo las calificadoras de riesgo como Fitch y Moody’s han rebajado las condiciones de crédito de Venezuela, lo que encarecerá el acceso al endeudamiento, argumentando que los ingresos del país se han deteriorado por la baja de los precios del crudo. Mendoza Potellá explica que la baja de precios afecta a todos los países productores de petróleo, pero fundamentalmente a Irán, Rusia y colateralmente a Venezuela.
En los países del Golfo Pérsico los costos de producción son de 12 dólares y hasta 4 dólares en Arabia Saudita, mientras que Venezuela tiene costos promedio -incluida la Faja- de 20 dólares. No obstante, el problema no es de costos, sino de presupuesto.
Acota que Arabia Saudita tiene más capacidad de respuesta, ya que tiene fondos de reserva que les permiten incluso no producir y vivir durante un tiempo de sus ahorros. En cambio, Rusia, Irán y Venezuela, tienen altos requerimientos presupuestarios.
Además Rusia e Irán están sancionados y existe la amenaza de sanciones para Venezuela. Para el académico los factores políticos son cruciales en esta guerra de precios, porque el conflicto de Ucrania, así como los planes nucleares de Irán, forman parte de esta geopolítica de petróleo. Se trata de países asediados. “Nosotros también estamos asediados porque hay gente buscando en el Congreso norteamericano el modo para imponerle sanciones al país”.
Para Mendoza Potellá resulta obvio que existe un panorama hostil hacia Venezuela, ya que se trata de un objetivo para la geopolítica norteamericana.
“Recuperar los precios no es una tarea de mercado, no se trata de simplemente buscar clientes porque la caída de los precios se vincula a los objetivos políticos que tratan de desestabilizar al país”, dice. Aclara que la Faja Petrolífera del Orinoco (rebautizada como Faja Hugo Chávez) es un objetivo a largo plazo, porque el interés inmediato es el control de las riquezas petroleras de Irak y Libia, pero cuando estos productores comiencen a declinar, el imperio apuntará hacia nuestra geografía.
Expone que Venezuela es un objetivo colateral dentro de una estrategia global de dominación en donde se pretende controlar en principio las reservas petroleras del medio oriente porque son las que están disponibles de manera inmediata. Irak es la nueva Arabia Saudita -señala- y el imperio trata de desestabilizar su gobierno dividiéndolo en tres partes para negociar con los más débiles. Su objetivo es el control energético y están dispuestos a todo para alcanzarlo. Si hay que destruir a Irak, como ya lo hicieron con Libia, no se detendrán. También se plantean frenar la creciente influencia de Rusia.
Inversiones detenidas
Con los bajos precios actuales muchas inversiones en todo el planeta están paralizadas porque no resulta atractivo extraer petróleo en las aguas profundas de Brasil, Angola, del Golfo de México, en las arenas de Canadá, e incluso la extracción de lutitas (shale oil, esquistos, fracking) es inviable.
Compara a las lutitas con una bomba, ya que están siendo usadas como un proyectil que se lanza para destruir, pero que también se destruirá.
“Tu usas una bomba sabiendo que se va a destruir, porque el petróleo de lutitas no es rentable con un precio por debajo de 70 dólares por barril, y muchas de las compañías que están en este negocio van a quebrar, pero su objetivo es político”. Recuerda que el capitalismo no es solidario y sólo sobrevivirán los más eficientes. No se está actuando con una lógica económica, sino que se trata de una estrategia global de los norteamericanos no sólo para alcanzar su independencia energética, también para golpear de alguna manera a contendientes especiales.
Aunque considera que la gira del presidente Nicolás Maduro por algunos países miembros de la OPEP era necesaria, no visualiza que en el corto plazo se logre el consenso para bajar la producción, dado el complejo ajedrez de la geopolítica del petróleo.
Arabia Saudita está apostando a forzar el cierre del fracking y lo están haciendo aumentando la producción. Mientras Nigeria busca desesperadamente mercados. Libia es un país destruido. Irán está bloqueada y está tratando de vender a cualquier precio.
Evalúa positivo que se logren otro tipo de acuerdos con los países de la OPEP y se ratifique la solidaridad y la voluntad para que llegado el momento, juntos defender los precios.
Sostiene que los sauditas parecen dispuestos a esperar cuánto aguanta el negocio de los esquistos. Y ciertamente ya están quebrando algunas de estas empresas, ya hay bancos que están rechazando sus solicitudes de financiamiento. La mayoría de las compañías petroleras están rebajando sus gastos de capital porque a esos precios la producción no es viable. Es un problema de tiempo y de expectativas, ya que cada actor se pregunta ¿hasta cuánto puedo aguantar yo, hasta cuando pueden aguantar los otros?
“Tenemos que actuar con realismo”, enfatiza y visualiza un panorama inmediato marcado por la austeridad y la imperiosa optimización de los gastos.
Una oportunidad
El economista Alberto Adriani en torno al boom petrolero que ocurrió entre 1920 y 1930 decía “todo se nos ha ido en telas, sedas y viajes a París”. En 1980 todo se seguía yendo en: ta’ barato dame dos y viajes a Miami. Una economía minera dura lo que dura la mina. No es una economía sostenible en el tiempo. Lo sostenible es la industria, la agricultura, la ganadería. Mendoza Potellá aconseja evolucionar de una economía basada en la renta petrolera, hacia un modelo no petrolero. Propone desarrollar otras ramas industriales. “Puede ser una oportunidad”, expone. Tenemos que planificar eficiencia.
Exprimiendo la concha
El petróleo de esquisto (shale oil, lutitas, fracking) es un petróleo no convencional que se encuentra en la roca madre de donde surgió el petróleo hace 100 millones de años, en donde quedó algo de crudo entrampado. Para poder extraerlo hay que romper esas rocas, ese es el “fracking”, o fracturación hidráulica, extrayendo la última frontera del petróleo. Es como sacar jugo de toronja de la concha. Se estima que su explotación no superará los 15 años, contra los 160 años que lleva el petróleo convencional.
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