lunes, 21 de abril de 2014

¿UNA REVOLUCIÓN DE PURA MENTIRA?
Un aporte para la reflexión colectiva
¿Es verdad todo lo que oímos acerca de los avances que la Revolución Bolivariana ha logrado en diversos terrenos? ¿Acaso es cierto todas esas consignas con un contenido radical que en muchos actos diversos compatriotas vocean anunciando el compromiso de vida con el proceso y de denuncia al imperialismo norteamericano y sus cipayos?
Hay cosas que son ciertas, que son innegables e irrefutables, reconocidas incluso por quienes adversan la Revolución Bolivariana. Avances en materia de atención en salud y educación así como también en cuanto a vivienda, son logros importantes que han permitido el beneficio de unos y otros compatriotas. Esto para referirnos a algunos solamente. Pero sucede que al lado de estos logros aún no terminamos por hacer avances en cuanto al cambio en la institucionalidad que heredamos de los gobiernos de la llamada democracia representativa. Esa institucionalidad está IN-TAC-TA. Y está intacta desde Miraflores para abajo. Tiene su reflejo en diversas oficinas públicas y estructuras gubernamentales donde suelen acercarse – por diversas razones – venezolanos y venezolanas que solicitan las más variadas informaciones y trámites para que sus peticiones sean oídas, resueltas o canalizadas. No obstante, en un alto porcentaje no hay solución posible a muchos requerimientos. Los ya conocidos: “eso no es por aquí”, “a eso le faltan las firmas”, “todavía sobre eso no hay decisión”, “venga la semana próxima” y pare usted de contar. Funcionarios diversos: ministros, viceministros, gerentes, jefes, coordinadores, directores y otros tantos, muchas veces sucumben ante un monstruo de mil cabezas que amenaza con devorarlos sin compasión, echando a uno y otro lado todos aquellos nobles propósitos revolucionarios que animaron a aquel o aquella camarada para el momento que decidió asumir determinada responsabilidad. Toda una estructura, en este caso una estructura capitalista, se levanta decidida a enfrentar a aquel o a aquella que ose cambiar las reglas del juego.
Aún no terminamos de ejecutar el salto cualitativo en cuanto a una gestión verdaderamente revolucionaria. Hasta el más humilde vocero del más apartado consejo comunal quiere contar con su asistente; de ahí en adelante uno puede imaginarse las cosas. Se el caso de alguien que resultó electo concejal y a los pocos días era imposible comunicarse con él. Su celular era atendido por un asistente. Típico resulta también encontrarse con el caso de los nuevos jefes que asumen determinadas direcciones, ofreciendo y prometiendo esto y lo otro, con discursos radicalisimos y jurando meter en cintura a quienes obstaculicen el trabajo que este y su equipo llevarán adelante. Pasado poco tiempo las viejas prácticas se imponen en el proceder del nuevo jefe y éste termina haciendo aquello que criticó, algunas veces de manera vehemente.
Creo que el salto cualitativo en la gestión del gobierno revolucinario comienza por la persona misma: demostrando humildad en lugar de prepotencia, demostrando responsabilidad en el trabajo y no lo contrario, alta capacidad para desarrollar una gerencia con visión estratégica, confianza en sí mismo y en los demás, capacidad política para el analisis, comprensión y solución de los problemas inherentes a su espacio laboral y fuera de este, y finalmente desprendimiento y sacrificio en aras de la buena marcha de la empresa. El no haber tenido presente estos elementos es lo que ha llevado a la paralización y/o desaparición de algunas iniciativas surgidas al calor de la Revolución Bolivariana: Mercales abandonados, instituciones educativas deterioradas (física y academicamente), consultorios de Barrio Adentro sin la debida atención o dotación, consejos comunales o comunas cuyos procesos de registros transitan el camino de las trabas burocráticas, misiones educativas con despreocupación tanto por la calidad de los facilitadores como por quienes allí se forman, falta de seguimiento a algunas acciones emprendidas por el gobierno para enfrentar hechos como la corrupción, el tráfico de influencia, el acaparamiento y la especulación, ausencia de castigos ejemplares a elementos que estuvieron y están inmersos en atentados a la estabilidad del país. Pero aparte de lo hasta ahora señalado como críticas a la Revolución Bolivariana, preocupa el aparente olvido que se ha hecho de una de las últimas órdenes dadas por el Comandante Supremo Hugo Chávez recogidas en el documento conocido como “Golpe de Timón”. Creo que poco se ha ejecutado en ese sentido. Entonces, ¿por qué mentirle al pueblo? Una revolución que se precie de tal significa chancleta a fondo, ajuste de tornillos y tuercas, disciplina en todos los niveles de la estructura gubernamental, eficiencia y eficacia política, enfrentamiento abierto a todo aquello que represente trabas para avanzar.
Creo resultaría muy triste que mañana o pasado le tengamos que contar a las nuevas generaciones que aquí hubo un hombre que se consumió gustosamente en aras de proporcionarle la máxima felicidad al pueblo; que entre nosotros estuvo un hombre que impulso importantes iniciativas dirigidas a lograr soberanía alimentaria, salud y educación, pero sobre todo que este hombre constantemente nos llamó a la unidad y al estudio permanente, pero que desafortudamente no supimos cumplirle. Entonces, seamos honestos. Creo que aún estamos a tiempo.


Mervin Rodríguez

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