sábado, 23 de noviembre de 2013

César Lévano
Director de La Primera
La aparición de Alberto Fujimori en el juicio por los diarios chicha ha demostrado que el exdictador conserva buena salud y excelente cinismo. Ha llegado a insinuar que el gobierno es sospechoso de montesinismo. Justo en el momento en que se recuerda y precisa que él no solo ordenaba la compra de opinión periodística, con su respectivo pago, sino que compartía con su asesor Vladimiro Montesinos la patraña.

Testimonios diversos, incluso de Montesinos, demuestran que Fujimori autorizaba el desvío de fondos de las Fuerzas Armadas para pagar una prensa que avergüenza al periodismo y, además, revisaba y permitía titulares asquerosos contra personajes de la oposición.

Fujimori, convertido hoy en superstar por cierto sector de prensa, radio y televisión, se siente envalentonado hasta el punto de amenazar, a través de su abogado William Castillo, a José Pérez Guadalupe, jefe del Instituto Nacional Penitenciario (INPE), por el hecho de que este ha exigido que el reo respete las normas.

Pérez Guadalupe ha advertido que si el preso reincide en la indisciplina será trasladado de inmediato a otra prisión. Algunos comentarios señalan que puede ser remitido a la prisión de la Base Naval, donde están recluidos Abimael Guzmán y Vladimiro Montesinos.

Son tan grandes los privilegios de que goza el exdictador en esa suerte de casa de campo de la que hoy disfruta, que su abogado ha recurrido a las amenazas contra el jefe del INPE. Ha indicado que los puestos públicos son efímeros y que el mundo da vueltas.

Claro que esa recordación de la precariedad del poder choca con la doctrina Fujimori, quien pretendió permanecer en Palacio por lo menos veinte años.

Castillo compartió en el pasado las culpas del dúo Fujimori y su carnal Montesinos. En los días del fujimorato fue uno de los jueces que se pronunció a favor de la amnistía para los asesinos del Grupo Colina y que absolvió en un juicio a Óscar López Meneses, el real habitante de la casa del reciente escándalo. Claro que él se defenderá con el pretexto de que son cosas del siglo pasado.

El letrado sin duda sueña con que vuelva al poder el sistema de genocidio, violación de derechos humanos, de torturas y desapariciones encabezado por quien es hoy su defendido, que, como todo el mundo puede ver en televisión, lejos está de ser un anciano desvalido perseguido por la muerte. 

Lo que se puede ver es que Fujimori comparte con Alan García la capacidad de cinismo, el afán de impunidad, la maniobra judicial. Se parapetan en las bóvedas ocultas del poder, en los fondos –los bajos fondos– de la fortuna que acumularon saqueando fondos públicos y malbaratando bienes del país.

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