Independencia y revolución
Por: Adán Chávez Frías
El 19 de abril de 1810 marca el inicio de una gloriosa etapa de luchas revolucionarias del pueblo venezolano. Respecto al desarrollo de los acontecimientos políticos de aquel memorable día de nuestra historia patria, la historiografía tradicional -en especial la promovida por maquinarias propagandistas transnacionales de capital español, dedicado a la publicación de textos escolares -suele desvirtuar los hechos de entonces, mediante la estrategia de ocultar valiosa información política, tras el simple señalamiento de la “casi fortuita” actuación de un sacerdote patriota que con señas –desde un balcón de la hoy llamada Casa Amarilla y sede del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores de nuestra nación- indujo al pueblo concentrado en la Plaza Mayor de Caracas a vocear rotunda negativa ante la consulta pública que Vicente Emparan –el para entonces mandatario español de la capitanía General de la Provincia de Venezuela- se vio obligado a formular ante el Soberano, como última maniobra a la que hubo de recurrir, en desesperado intento de mantener y legitimar el poder político colonial que durante tres siglos nos impuso el Reino de España, desde que el marinero Cristóbal Colón y sus hueste de forajidos, encalló en las hermosas playas de nuestro Nuevo Mundo.
Según la versión de los historiadores burgueses, aquel trascendental pronunciamiento del pueblo de Caracas a favor de su independencia, interrogado sobre la continuidad del mando político español –en lo que conformó el primer Referendo político realizado en el suelo americano- fue apenas también fortuita resultante de la audaz acción individual de un desconocido e insignificante cura párroco apellidado Madariaga.
Hoy –doscientos años después de aquella colectiva manifestación soberana de nuestro pueblo, y no obstante el lógico reconocimiento que nos merece el determinante rol que los individuos desempeñan en la historia-, para la Revolución Bolivariana resulta imprescindible reconocer que aquellos revolucionarios acontecimientos de abril de 1810 se inscribieron en un largo, fundamentado e inaplazable proceso de movilización política de nuestro pueblo, en función de nuestra ineludible Independencia y autodeterminación. En consecuencia, debemos puntualizar la existencia entonces de un fogoso debate de ideas, en calles y casas de nuestras principales ciudades; y que tuvo como detonante –además de la voluntad de ser libres- la caótica situación política internacional y financiera por la que atravesaba la agobiada Monarquía Borbónica, por cierto la misma del reciente “… porqué no te callas”.
Precisamente el referido ambiente social –junto a la pasión política que los cronistas visitantes siempre señalaron como rasgo histórico característico del acontecer citadino caraqueño- fraguó entonces el sensible perfil de la masiva presencia del pueblo caraqueño en el centro de la ciudad; atento y concentrado en las trascendentales deliberaciones por la Independencia que también tuvieron como escenario al Cabildo en Abril, siempre Abril.
Para la justa comprensión de la relevancia de aquel combate político por la independencia, considero también necesario concebirlo como continuidad política de otra descollante jornada por la soberanía nacional como lo fue la conocida como Rebelión de Gual y España, que tuvo como escenario La Guaira, en virtud del propicio ambiente progresista que se respiraba en sus empinadas calles, gracias a su condición de ciudad portuaria favorecida por la circulación de novedosas y alentadoras noticias políticas y científicas provenientes allende los mares, especialmente del continente europeo. Vale la pena destacar que también en este caso, la historiografía tradicional, utilizada como recurso de dominación política, tiende a ocultar importante información relativa a la destacada participación que en dicha rebelión pre-independentista desplegó la patriota Josefa Joaquina Sánchez, combativa esposa del estudioso e insurgente José María España, quien fue condenado finalmente por los colonialistas a la horca en la Plaza Mayor de Caracas; y también se oculta la importante vinculación que con dicha acción revolucionaria tuvo Simón Rodríguez, uno de los grandes pensadores y activistas de nuestro pueblo, quien a raíz de la debelación y fracaso del incipiente movimiento patriótico, debió escapar hacia las islas de nuestro Mar Caribe y utilizar desde entonces el pseudónimo político de Samuel Robinson, nombre con el que hoy integra nuestro Árbol de las Tres Raíces; y desde el que junto al de Simón Bolívar y Ezequiel Zamora, perfilan las fuentes principales del pensamiento político de la Revolución Bolivariana.
Para ahondar en la comprensión de la colosal importancia de los eventos políticos de Caracas en Abril de 1810 –inédito formato revolucionario, secundado por Barinas y otras provincias de Venezuela y que se replicó por Nuestra América en las primeras décadas del siglo XIX–, resulta ineludible tener también conciencia de la directa relación política que existió entre aquel “Primer Grito de Independencia” y la movilización revolucionaria que apenas un año después, condujo al proceso Constituyente Originario, en cuyo contexto se produjo la Declaración Solemne de Independencia de Venezuela el 5 de julio de 1811. Acontecimiento histórico éste, que obviamente forma parte de nuestras conmemoraciones patrias dentro del ciclo Bicentenario.
Hoy, doscientos años después y venciendo los embates de la contra revolución, el Proyecto Bolivariano avanza hacia su consolidación definitiva, en paz y construyendo verdadera democracia. Además de los grandes avances políticos, este gobierno revolucionario ha obtenido, con apoyo de la población, logros importantes hacia la concreción de un proyecto social humanista, de un proyecto económico anti-neoliberal y de un modelo de estado auténticamente democrático y participativo. O sea que, los contrarrevolucionarios no podrán, por más esfuerzos que hagan, ocultar los avances del proceso transformador. La conspiración que ha desatado la ultraderecha más rancia y reaccionaria del país (con apoyo de sectores extranjeros), en los últimos años, no lograrán sus objetivos. La unión indisoluble del pueblo con la Fuerza Armada Nacional, tiene una potente fuerza revolucionaria y transformadora capaz de detener cualquier intento desestabilizador; y de asegurar la continuidad del proceso libertario que se originó aquel glorioso Abril de 1810.
Esa criminal política de exclusión social, que se extendió durante doscientos años hasta nuestros días, no volverá. Ese extenso y oprobioso período que –apenas recientemente- logramos abolir mediante la Rebelión de la Juventud Militar el 4-F de 1992 y el triunfo electoral del Pueblo en Diciembre de 1998, pasa a ser una parte de nuestro pasado histórico, que debe tenerse siempre presente como una macabra enseñanza de lo que no permitiremos que vuelva a suceder.
En beneficio de la verdad histórica y a favor de la correcta orientación de nuestro esfuerzo revolucionario, en aras de la correcta interpretación del tiempo histórico que afortunadamente nos corresponde vivir, y en garantía del merecido festejo de los triunfos Bicentenarios; debemos internalizar, asumir y pregonar nuestra visión política acerca del verdadero horizonte que hoy inspira las luchas del pueblo venezolano y de toda Nuestra América. Este no es otro que la continuidad, ahora victoriosa, del combate por la independencia emprendido por nuestros abuelos, padres y madres libertadoras, para beneficio de las generaciones presentes y las que están por venir. Viva el Bicentenario Popular, para la continuidad de la lucha por el Socialismo Bolivariano. Viva el Bicentenario independentista, para honrar la memoria y obra revolucionaria de nuestro Padre Libertador.
¡Paria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!!
Barinas, 19 de Abril de 2010.
sentirbolivarianobarinas@gmail.com
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