sábado, 13 de octubre de 2018


BRASIL ENTRE LA ESPADA FASCISTA Y LA PARED PROGRESISTA 
FEDERICO RUIZ TIRADO


Intentemos leer en voz alta esta convulsa jornada brasileña, intentemos escuchar el eco crispado de sus sirenas aullándole al naufragio del sufragio, metámonos en sus zapatos que son los mismos nuestros; transitemos en reversa los pasos de más de 200 millones de seres humanos de todos los colores de piel, de todas las edades, de muchas religiones; de tantos sueños históricos, y tantas pesadillas sociales. Aunque hablamos diferente lengua nuestro lenguaje es el mismo; hablamos pueblo, hablamos historia, hablamos sueños y despertamos realidades.

Aquí en la República Bolivariana de Venezuela, los únicos que se han proclamado progresistas -en tiempos de elecciones y a media voz-, han sido María Corina Machado y Henrique Capriles Radonsky, dos cachorros viejos de la burguesía parasitaria.

Aquí en la República Bolivariana de Venezuela, Chávez nos propuso socialismo en lugar de barbarie, Comuna o nada, emancipación socialista en lugar de vasallaje imperialista; aquí en la República Bolivariana de Venezuela hemos recorrido un largo y empedrado camino en estos casi 20 años de refundación, de Revolución Socialista pacífica pero armada, para enfrentar como la hemos enfrentado, la lucha de clases sin cuartel que la burguesía agavilla en contra nuestra, contra el pueblo, contra la vanguardia histórica (el proletariado y el campesinado políticamente consciente), y contra otras capas, estratos, sedimentos o cómo le dé su gana eufemizarnos, a la sociología melindrosa políticamente correcta.

Durante casi 15 quince años, Chávez y nosotros entonamos el mismo canto: socialismo en lugar de barbarie; en estos últimos años ya sin Chávez, soplan fuertes vientos progresistas por estos escenarios del poder político partidista y eso es grave, las pruebas están a la vista, Brasil: a raíz de la “caída” del Muro de Berlín que en realidad no se cayó sino que lo tumbaron a pico y pala, el anticomunismo se adueñó del discurso político, lo globalizó desde la propia izquierda a través de los voceros de USA, voceros infiltrados o no. La izquierda continental se distanció de Cuba, solo la visitaban en plan turístico y luego le caían a mordiscos ideológicos a Fidel, lo criticaban a sus espaldas, nunca se le enfrentaron pero tampoco lo acompañaron, se postraron ante el baboso Vargas Llosa, etc. El anecdotario es largo hasta que llegaron Chávez, la Revolución Bolivariana y la seguidilla, Evo, Lula, Pepe, Kirchner, Ortega, Correa. Pero esa es historia conocida, lo resaltante es que la mayoría de los citados se identificaron, a diferencia de Chávez, con el progresismo.

Lula por ejemplo, protagonizó una indudable ratificación pública de su talante no socialista: en una ocasión Chávez se dirigió a Lula como socialista, y Lula le ripostó de inmediato e interrumpiéndole el discurso “Yo no soy socialista, yo lo que soy es sindicalista”; exabrupto ante el cual Chávez, con su genial espontaneidad humorística, relató cómo fue el arribo del Che a Ministro de economía, contó lo siguiente: cuando alguien, en determinada reunión preguntó si había allí algún economista, el Che respondió YO, creyendo que la pregunta había sido ¿hay aquí algún comunista?  Genio político, genio amable; humor amistoso, didáctico y socialista, el de Hugo Chávez.

El progresismo, oriundo del Vaticano y no de alguna tendencia euro-comunista del siglo pasado, ha logrado los estragos perseguidos por el pentagonal Opus Dei, y seguirá haciendo de las suyas si lo dejamos pasar impunemente y sin siquiera preguntarnos a nombre de qué, con qué se come eso, a quién le sirve, para qué sirve navegar en aguas aparentemente tranquilas, burocráticas, progresistas no socialistas. Ahora Brasil navega hacia un sangriento remolino fascista, por no haberse atrevido a encarar, junto al pueblo, una revolucionaria tormenta socialista.

Después de Macri, Temer, Lenin, y Bolsonaro, no es a la gente a quien se le van a echar las culpas de la carencia total de perspectivas que exhiben las vanguardias burócratas; de la ineficacia e ineficiencia de los políticamente empoderados; del desprecio hacia las mayorías que exhiben los cogollos partidistas; de la demagogia clientelar de los estrategas electorales, de las maquinarias chupavotos, de las cúpulas gobierneras. 

Qué tal si ensayamos vernos en el espejo brasileño para diagnosticarnos, para anticipar el porvenir si seguimos transitando este sendero a ninguna parte por donde nos conducen los burócratas; los tecnócratas; los improvisados; los salta talanqueras; los “maduristas” que son los mismos chavistas sin Chávez; los progresistas; los socialistas tibios; los chavistas blandos, los socialdemócratas como Castro Soteldo que ansían que la burguesía de vuelva revolucionaria. ¿Qué tal, señor Fiscal General, si eliminamos esa aberración de estar señalando de corruptos a funcionarios que aún no han sido procesados hasta la última instancia?, ¿Qué tal si los altos funcionarios constriñen sus híper egos para no pisarle la manguera a otros súper egos funcionariales? ¿Qué tal si se cumplen a cabalidad y puntualmente las promesas? ¿Qué tal si se enserian los y las Ministras y no salen a hablar paja a cada rato? ¿Qué tal si la información de los medios públicos es constitucionalmente oportuna?

50 millones de brasileños pusieron a otros 150 millones de brasileños al filo de un harakiri, si los burócratas se dejan de progresismos ramplones, le arriman la brasa a una propuesta socialista, le pierden el asco a los pobres y el miedo a los muchos, intentan algún gesto antimperialista, anticapitalista, auténtico y revolucionario, Brasil no se hunde en el espanto de una larga pesadilla.

Aunque no veamos las barbas de Brasil, arder; pongamos desde ya, las nuestras en remojo.




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