¿VIVIMOS UNAS GUARIMBAS
MUTANTES?
Federico Ruiz Tirado
Nos han hecho creer que la Constituyente trajo
la paz de ipso facto cuando más de ocho millones de personas acudimos al
llamado realizado por el Presidente Maduro, y fuimos a varios centros de
votación con comportamientos heroicos. Se atravesaron montañas, ríos, trochas,
a lo largo y ancho de Venezuela, desafiando la violencia guarimbera, bebiendo
agua de avena, tomando café recolado, muchos con la barriga estragada por
el hambre, pues ya para ese momento comer alimentos sustanciosos era una proeza
o un acto que nos inmovilizaba ante el alto costo de la carne vacuna o de
cualquier otro alimento proteico.
Quienes nos han hecho creer que logramos la paz, no lo
hacen por mala fe, sino que ellos también lo creen. Quizás es así porque no
alzan la mirada ni se asoman al balcón.
Pero no, la paz no se ha logrado; en contrario, la
guerra y la violencia se ha incrementado, sólo que cambió de forma y modo y
continúa produciendo bajas fatales. ¿Cuántas personas habrán muerto por falta
de atención oportuna y adecuada en los centros médicos? ¿Cuántas personas que
padecen enfermedades crónicas habrán fallecidos por falta de sus medicamentos?
¿Cuántas personas habrán entregado sus vidas cuando se trasladan en camiones y
“perreras” que no cumplen las mínimas condiciones de seguridad? ¿Cuántas
personas cuyas defensas biológicas naturales han disminuido por
falta de una alimentación adecuada o por estrés, habrán adquirido enfermedades
oportunistas u otras de mayor morbilidad y complicación?
Sin conocer las estadísticas para responder
estas preguntas, sé que las víctimas fatales deben superar con creces a las
víctimas de las últimas guarimbas. ¿El aumento atroz de los productos
alimenticios, medicamentos, productos de limpieza e higiene personal, el
lockout masivo y extendido de los transportistas ¿ no son guarimbas mutantes?
Yo creo que si. Estas muertes no han merecido ni
siquiera el rango de materia de análisis y menos aun son focalizadas por el
gobierno. Se trata de un hecho sin precedentes y hay que decirlo sin
pendejadas: son personas -y muchas- desasidas y vulnerables, que la crisis ha
sumergido en ese prolongado y doloroso silencio. Nadie los ve, nadie los oye,
nadie sabe de su existencia o de sus penurias. Ni siquiera cuando la tragedia
toca las puertas de sus vidas.
La pelota está en el campo del gobierno y de los
dirigentes de este proceso. Una buena parte de la población respondió al
llamado del Presidente y luego más de seis millones votaron por su reelección.
Pero ahora resistimos con estoicismo y esperamos que la llamada vanguardia
actúe y salga del marasmo y/o anomia. ¿O es que no va a hacer nada, sino a
seguir convocando elecciones y a bonificar cada mes esta avasalladora
indefensión?
El tiempo apremia y se agota como lo expresó JVR en el
editorial de su programa de ayer domingo.
A la pelota se le puede estropear aún más el plástico
cuando ya el cloruro polivinilo desaparezca.
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