viernes, 16 de marzo de 2012

El verdadero secreto del libre comercio

x Anwar Shaikh    



Los países occidentales y luego Japón, Corea del Sur y los tigres
asiáticos resistieron con fuerza la teoría y las políticas del libre
comercio cuando estaban subiendo


El libre comercio no contribuye al desarrollo de por sí. Se necesitan
políticas económicas diseñadas para promover la industria nacional a
un nivel en el que sea globalmente competitiva. De lo contrario, el
país terminará cubriendo su déficit con deuda.


Vivimos en un mundo caracterizado por enormes riquezas y elevados
niveles de pobreza. Ese escenario se repite en la mayoría de los
países. El neoliberalismo domina el mundo. Se trata de una práctica
aparentemente justificada por un conjunto de supuestos que tienen su
raíz en la teoría económica convencional. Los mercados están
representados por estructuras sociales óptimas y autorregulables que,
si se las dejara funcionar sin restricciones, permitirían atender en
forma óptima las necesidades económicas, utilizar eficientemente los
recursos y generar automáticamente el pleno empleo para todas las
personas que deseen trabajar. Por extensión, la globalización de los
mercados sería el mejor mecanismo para extender los beneficios a todo
el mundo.


La teoría y práctica del neoliberalismo generaron, con razón, una
importante oposición de activistas, hacedores de política y
académicos. Sin embargo, el neoliberalismo continúa siendo una
importante influencia en las ciencias sociales, el sentido común y en
los círculos políticos. En la práctica, las naciones poderosas y las
instituciones que sostienen y difunden esta agenda fueron exitosas
para expandir la ley del mercado. En consecuencia, por todo el mundo
persisten enormes bolsones de pobreza y profundas desigualdades y las
crisis siguen estallando. Acabamos de ingresar en la primera Gran
Depresión del siglo XXI.


La base del neoliberalismo reside en la teoría ortodoxa del libre
comercio, cuyo argumento central es que el libre comercio competitivo
beneficiará a todas las naciones. Algunos críticos señalan que hoy en
día el mundo está muy lejos de exhibir las condiciones de
competitividad asumidas en la teoría económica estándar del libre
comercio. Señalan que, si bien las naciones ricas predican el libre
comercio, cuando ellas estaban subiendo por la escalera del desarrollo
utilizaron ampliamente el proteccionismo y la intervención estatal.
Incluso remarcan que ahora los países ricos ni siquiera siguen al pie
de la letra sus prédicas. Los defensores del neoliberalismo ya
respondieron a esas acusaciones: en el pasado no existían las
condiciones de mercado competitivas que son necesarias para el libre
comercio, por lo tanto el pasado no sirve como comparación. Sin
embargo, argumentan que, con la ayuda de los organismos
internacionales, se pueden alcanzar esas condiciones en todo el mundo.
Cuando esto suceda, el libre comercio funcionará como prometieron y la
pobreza mundial, el desempleo y las crisis económicas desaparecerán.


El libre comercio entre naciones funciona prácticamente de la misma
manera que la competencia al interior de un país: favorece al
(competitivamente) fuerte sobre el débil. Es esperable que la
globalización genere daños colaterales. Esto también nos dice que los
países desarrollados tenían razón al advertir, cuando estaban subiendo
por la escalera, que el comercio internacional irrestricto era una
amenaza a sus propios planes de desarrollo. Aquello que hoy el mundo
desarrollado niega tan enérgicamente, era verdad entonces: el gran
poder del mercado se utiliza mejor cuando está asociado a una agenda
social más amplia.


En los libros de texto de economía, las introducciones a la teoría del
libre comercio comienzan con una tergiversación deliberada. Esos
manuales nos piden que analicemos a dos países como si fueran
individuos que participan libremente de un trueque. Los individuos,
nos dicen, entregarán lo que tienen a cambio de otra cosa solamente si
cada uno considera que va a ganar algo en ese proceso. Y, si sus
expectativas son correctas, efectivamente ganarán. Así, el libre
comercio beneficiaría a todos los que participen de él. El resto son
detalles. Pero como en cualquier truco de magia, este razonamiento
incluye un engaño fundamental. En un mundo capitalista, el comercio
internacional está guiado por empresas. Los exportadores locales les
venden a los importadores extranjeros que luego venden esos productos
a sus residentes, mientras que los importadores locales compran bienes
a los exportadores y después nos los venden a nosotros. La
rentabilidad es lo que motiva las decisiones empresarias en cada punto
de la cadena.


La teoría del libre comercio tradicional descansa en el supuesto de
que en un libre mercado financiero los flujos de dinero que surgen de
un déficit comercial reducirán el precio real de la moneda del país
(devaluarán el valor de la moneda). Así se achicará el déficit, ya que
las exportaciones serán más baratas para el resto del mundo y las
importaciones más caras, hasta que en un momento el balance comercial
y la balanza de pagos encuentran el equilibrio. Un superávit comercial
generaría el recorrido contrario hacia el mismo resultado.


Tanto Karl Marx como Roy Harrod ofrecen un contraargumento
convincente: en un mercado financiero libre, las salidas de dinero
disminuyen la liquidez y elevan las tasas de interés, mientras que el
ingreso de capitales baja las tasas de interés. Ninguno de estos
efectos altera el balance comercial. En cambio, inducen flujos de
capitales de corto plazo que conducirán al balance de pagos a un
equilibrio cubriendo un déficit comercial existente con endeudamiento
externo y un superávit comercial impulsando una posición de acreedor
externo. Bajo un esquema de libre comercio, un país que no es
suficientemente competitivo en el mercado global terminará cubriendo
su persistente déficit comercial con endeudamiento externo, terminará
como un deudor internacional. A la inversa, un país muy competitivo
poseerá un superávit comercial y se transformará en un acreedor
internacional.


Este es el verdadero secreto del libre comercio: se necesitan
políticas económicas especialmente diseñadas para desarrollar la
industria de un país a un nivel donde sea globalmente competitiva.
Esto explica por qué los países occidentales y luego Japón, Corea del
Sur y los tigres asiáticos resistieron con tanta fuerza la teoría y
las políticas del libre comercio cuando estaban subiendo por la
escalera. Pero también nos permite darles sentido a las verdaderas
políticas que utilizaron en su proceso de desarrollo: utilizando el
acceso a los mercados internacionales, el conocimiento y los recursos
como parte de una agenda social más amplia. El objetivo no debe ser
equilibrar la cancha, sino más bien elevar el nivel de los jugadores
desventajados. En este sentido, practicar el neoliberalismo en los
lugares más pobres del mundo es un deporte cruel.


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