¿Por qué el régimen golpista de Temer asesinó a Marielle Franco?
OSCAR H. AVELLANEDA
La ejecución de la concejala Brasileña del Partido Socialismo y Libertad, fue un acto político, un crimen de odio de la burguesía brasileña. Puro terrorismo de Estado.
Ocurre en un momento en el que Brasil vive la eminencia de la posible detención del ex presidente Lula da Silva, tras un largo proceso de injusta persecución judicial, que busca evitar que participe en las próximas elecciones.
Que Marielle fuera mujer, negra, de origen humilde, bisexual, feminista, activista de Derechos Humanos y Socialista no está “en segundo plano”. La mataron exactamente por eso, por su lucha, su coherencia y sus ideas.
No fue casualidad. Al menos dos autos la persiguieron durante cuatro kilómetros. Hubo un trabajo previo de inteligencia. Los disparos fueron hechos por profesionales. No fue un disparo, sino trece. Las balas eran de la policía. El tipo de arma usada, también.
La reacción popular en rechazo al asesinato se materializó en decenas de miles de personas marchando por las calles de cada ciudad de Brasil. En manifestaciones de Solidaridad desde diferentes lugares del mundo y en una enorme presión social e internacional para que su crimen sea esclarecido.
Intentando justificar el crimen, desde la cloaca política de derecha en internet, perfiles falsos y sitios de fake news comenzaron a divulgar noticias falsas sobre Marielle: que era exesposa de un traficante de drogas, que su campaña fue financiada por el Comando Vermelho, que era “defensora de delincuentes”, etc.
Diputados de ultraderecha y hasta una jueza, admiradora de Sérgio Moro, compartieron esas noticias falsas en sus redes sociales.
El ministro de Justicia del golpista Michel Temer, intenta transformar a Marielle en una víctima más de la inseguridad y advierte que su “trágica muerte” no debe ser “politizada”.
Es una falta de respeto a su memoria. Su muerte no es una muerte más, como no lo fueron los asesinatos de Martin Luther King, Jaime Pardo Leal, José Antequera, Bernardo Jaramillo ó Carlos Pizarro.
Su ejecución fue, al mismo tiempo, un crimen de odio y un acto terrorista, muy probablemente –como ya muestran las primeras evidencias de la investigación– cometido por agentes de las fuerzas de seguridad.
La elección de la víctima no fue casual. No era cualquier político de izquierda, había osado transformarse en una referencia política con 46.000 votos. Y eso es un mensaje de la burguesía: odiamos a esa gente que nos disputa el poder.
Borrar los motivos del crimen de Marielle y esconder sus ideas y las causas por las que ella luchaba sería como matarla de nuevo.
Y sería, también, dejar desamparados e indefensos a quienes también toman partido por la defensa de la Vida, de los Derechos Humanos y la Justicia.
Es una víctima de la misma guerra sucia, del odio de clase que asesina en Colombia impunemente a decenas de líderes sociales, sin que Juan Manuel Santos se inmute.
Tampoco le preocupa el fraude del cual participó en las elecciones de 2014 y la compra de votos masiva en el 2018, ya que lo único que le preocupa, según nos sigue repitiendo, es “restaurar la democracia en Venezuela”, es decir apoyar los planes de Trump para adueñarse del petróleo Venezolano.
Expresamos nuestras condolencias a sus amigos, a su familia, al Partido Socialismo y Libertad, y al Pueblo Brasileño que se enfrenta al terrorismo de Estado de la dictadura corrupta de Michel Temer.
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