martes, 25 de septiembre de 2012


Estados Unidos de América no es amigo de nadie


Mateus Fernández 
Durante los siglos pasados, la humanidad ha sido testigo de un  colonialismo tan negro que podríamos considerar aquella época coma la más oscura, y al mismo tiempo la más aleccionadora, de la historia del hombre. Fue un periodo que el mundo pasaba de mano en mano entre los dos imperios dominantes, el español y el portugués, hasta que entraron en escena los ingleses. El resultado no fue otra sino la pobreza y la destrucción de las riquezas nacionales de los países colonizados. Tras la II Guerra Mundial, aparece el neocolonialismo de mano de Estados Unidos y extiende su dominio sobre muchas naciones bajo la máscara de nuevos eslóganes y una presencia atractiva. Lemas como el establecimiento de la democracia, la defensa de los Derechos Humanos, la lucha contra el narcotráfico, … no han sido más que pretextos para que Estados Unidos siga extendiendo su control y dominio sobre otros estados como lo ha hecho en América Latina. Pero en contra de estos encantadores eslóganes tan cacareados hoy podemos observar los efectos nefastos de la presencia norteamericana en cualquier rincón del mundo. ¿Acaso la presencia norteamericana en Iraq y en Afganistán ha tenido otro efecto que la muerte de un gran número de personas inocentes y la transformación de estos países en ruinas? ¿Acaso la presencia estadounidense en Latinoamérica, durante largos años, ha tenido otro fruto que no sea la humillación, el subdesarrollo económico y la imposición de su voluntad a las naciones de nuestra región? Estamos hablando del mismo Estados Unidos de América que ha torturado hasta la muerte a nuestros jóvenes. El mismo estado que en 1973 derribó al gobierno legítimo de Salvador Allende e impuso a los chilenos la dictadura de Pinochet durante varios lustros. El mismo imperio que diseño la intentona golpista del 2002 contra Chávez y que fue el artífice del fracasado golpe del año pasado para derribar al gobierno legítimo de Rafael Correa en Ecuador después de haber logrado derribar a Manuel Zelaya en Honduras. Estamos hablando del mismo imperio que ha violado todos los pactos y acuerdos suscritos con las naciones de nuestra América Latina y que nunca ha respetado. Un estado que a pesar de haber suscrito tratados de cooperación con la República de Argentina no se dignó en adoptar posición alguna frente a la ocupación de Malvinas por parte de Gran Bretaña. Tampoco ha respetado los tratados de extradición firmado con las naciones latinoamericanas, entre ellas nuestra Venezuela, convirtiéndose así en un santuario para terroristas y delincuentes como Luis Posada Carriles.
En el campo económico, las consecuencias de la presencia gringa siguen siendo una carga pesada para las naciones de nuestra región. Washington continúa tratando de imponer a nuestros países acuerdos que le permitan la explotación abusiva de nuestras riquezas. No olvidemos el acuerdo que nos impusieron en el pasado para suministrarles petróleo con un descuento de 10 dólares sobre el precio del mercado. ¿No es esto un asalto a todas luces? Con todos estos antecedentes, ¿cómo es posible que aún haya gente con la creencia que su sumisión ante el imperio sirve como salvoconducto? Tal vez han olvidado el destino de Sha de Irán que después de servir durante 35 años a los intereses norteamericanos le negaron el refugio tras su derrocamiento. Más reciente ha sido el caso de Hosni Mubarak que no recibió apoyo alguno por parte de Washington. Sorprende ver gente en nuestra Venezuela que cree en la amistad de Estados Unidos. Son personas que no quieren o no pueden aprender del pasado. El imperio ni siquiera es amigo de su propio pueblo. Hemos visto el trato dado al movimiento “Ocupemos Wall Street”. De hecho, U.S.A. no es amigo de nadie.

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