¿QUIEN DIJO CAMBIOS?
Nadie debe esperar cambios de fondo con el gobierno de Santos. Como ministro de Defensa de Uribe, fue quien dio la orden de atacar el campamento de las FARC en Ecuador y es responsable directo de los “falsos positivos”, los cientos de jóvenes asesinados por el ejército para hacerlos pasar por bajas de la guerrilla. Sin embargo va a promover algunos cambios. Hasta ahora mantuvo silencio en la disputa Uribe/Chávez, y en su gira regional anunció que va a renovar totalmente la cúpula militar, colocando por vez primera a un almirante e como comandante en jefe.
Mientras Uribe y el canciller saliente, Guillermo Bermúdez, lanzaban gruesos ataques a Venezuela, el futuro vicepresidente, Angelino Garzón, ex sindicalista y hombre de izquierdas en los ochenta, valoró positivamente las declaraciones de Chávez al pedirle a la guerrilla que reconsidere su estrategia “porque el mundo de hoy no es el de los años sesenta”.
Las relaciones internacionales serán la prioridad de Santos. Su estrecha alianza con Estados Unidos está fuera de discusión, pero se propone diversificar las relaciones, darle prioridad a la diplomacia, la integración y la cooperación, y proceder a institucionalizar los vínculos internacionales. De hecho, antes de asumir realizó una gira por Europa y luego por Sudamérica.
“Para avanzar hacia la prosperidad democrática, será necesaria una mayor diversificación de las relaciones internacionales de Colombia, tanto en el ámbito multilateral como también en la búsqueda de nuevos socios y alianzas estratégicas en el ámbito internacional”, dijo Santos al delinear lo que serán los próximos cuatro años. La “prosperidad democrática” sustituye como prioridad la “seguridad democrática”, lo que representa una nueva apuesta estratégica.
Derrotada la guerrilla luego de ocho años de cerco y aniquilamiento, reducida a su mínima expresión (menos de 10 mil combatientes aislados), fortalecido el Estado y sus aparatos armados, se trata de recuperar la economía como forma de pavimentar la estabilidad. En suma, la misma política que se inauguró en 2002 con Uribe, pero adaptada a las nuevas realidades, entre las que destaca un mundo multipolar y una superpotencia en declive gobernada por Barack Obama.
Mejorar las relaciones con los vecinos y pasar de la “diplomacia del micrófono” a una diplomacia más profesional. Por eso la opción de nombrar a Holguín como canciller: “Hasta ahora los nombramientos en esa cartera se han manejado como forma de pago por compromisos políticos”, dice un experto en política exterior a Semana, que llevó a que “en las embajadas el personal de carrera es tan sólo del 12 por ciento”. El objetivo sería pasar de las reacciones en caliente a una planificación a largo plazo.
Recomponer las relaciones con Venezuela tiene una lectura estrictamente económica. El ex vice caniller Diego Cardona opina que el modelo económico de Santos es similar al de los tigres asiáticos, “pero para poder hacerlo realidad necesita un mercado como el de Venezuela, que es un mercado natural”. En efecto, el país vecino fue siempre el segundo mercado de las exportaciones colombianas hasta que las sucesivas crisis diplomáticas lo hundieron.
En 2008 Venezuela importó de Colombia por 7.000 millones de dólares, cifra que caerá a menos de 1.500 millones este año. La industria manufacturera es la más afectada (papel, cartón, plásticos, material eléctrico, vestimenta y alimentación) que ahora busca otros destinos. En las zonas fronterizas la crisis es total y el contrabando creció hasta un 70 por ciento. La caída de sus exportaciones hacia el vecino explica por lo menos la caída de un punto del producto bruto que este año apenas crecerá un 2,5 por ciento, frente a un promedio de 4 por ciento de la región.
Por otro lado, Colombia ostenta el mayor nivel de desempleo y la mayor tasa de informalidad de Sudamérica. La pobreza llega al 46 por ciento y la indigencia al 16, tasas que se vienen reduciendo de forma demasiado lenta. Este conjunto de problemas estructurales convenció a Santos de la necesidad de priorizar la economía para poder sustentar los éxitos militares, ya que un crecimiento acelerado sería la mejor forma de evitar un renacimiento de la guerrilla y la protesta social.
Nadie debe esperar cambios de fondo con el gobierno de Santos. Como ministro de Defensa de Uribe, fue quien dio la orden de atacar el campamento de las FARC en Ecuador y es responsable directo de los “falsos positivos”, los cientos de jóvenes asesinados por el ejército para hacerlos pasar por bajas de la guerrilla. Sin embargo va a promover algunos cambios. Hasta ahora mantuvo silencio en la disputa Uribe/Chávez, y en su gira regional anunció que va a renovar totalmente la cúpula militar, colocando por vez primera a un almirante e como comandante en jefe.
Mientras Uribe y el canciller saliente, Guillermo Bermúdez, lanzaban gruesos ataques a Venezuela, el futuro vicepresidente, Angelino Garzón, ex sindicalista y hombre de izquierdas en los ochenta, valoró positivamente las declaraciones de Chávez al pedirle a la guerrilla que reconsidere su estrategia “porque el mundo de hoy no es el de los años sesenta”.
Las relaciones internacionales serán la prioridad de Santos. Su estrecha alianza con Estados Unidos está fuera de discusión, pero se propone diversificar las relaciones, darle prioridad a la diplomacia, la integración y la cooperación, y proceder a institucionalizar los vínculos internacionales. De hecho, antes de asumir realizó una gira por Europa y luego por Sudamérica.
“Para avanzar hacia la prosperidad democrática, será necesaria una mayor diversificación de las relaciones internacionales de Colombia, tanto en el ámbito multilateral como también en la búsqueda de nuevos socios y alianzas estratégicas en el ámbito internacional”, dijo Santos al delinear lo que serán los próximos cuatro años. La “prosperidad democrática” sustituye como prioridad la “seguridad democrática”, lo que representa una nueva apuesta estratégica.
Derrotada la guerrilla luego de ocho años de cerco y aniquilamiento, reducida a su mínima expresión (menos de 10 mil combatientes aislados), fortalecido el Estado y sus aparatos armados, se trata de recuperar la economía como forma de pavimentar la estabilidad. En suma, la misma política que se inauguró en 2002 con Uribe, pero adaptada a las nuevas realidades, entre las que destaca un mundo multipolar y una superpotencia en declive gobernada por Barack Obama.
Mejorar las relaciones con los vecinos y pasar de la “diplomacia del micrófono” a una diplomacia más profesional. Por eso la opción de nombrar a Holguín como canciller: “Hasta ahora los nombramientos en esa cartera se han manejado como forma de pago por compromisos políticos”, dice un experto en política exterior a Semana, que llevó a que “en las embajadas el personal de carrera es tan sólo del 12 por ciento”. El objetivo sería pasar de las reacciones en caliente a una planificación a largo plazo.
Recomponer las relaciones con Venezuela tiene una lectura estrictamente económica. El ex vice caniller Diego Cardona opina que el modelo económico de Santos es similar al de los tigres asiáticos, “pero para poder hacerlo realidad necesita un mercado como el de Venezuela, que es un mercado natural”. En efecto, el país vecino fue siempre el segundo mercado de las exportaciones colombianas hasta que las sucesivas crisis diplomáticas lo hundieron.
En 2008 Venezuela importó de Colombia por 7.000 millones de dólares, cifra que caerá a menos de 1.500 millones este año. La industria manufacturera es la más afectada (papel, cartón, plásticos, material eléctrico, vestimenta y alimentación) que ahora busca otros destinos. En las zonas fronterizas la crisis es total y el contrabando creció hasta un 70 por ciento. La caída de sus exportaciones hacia el vecino explica por lo menos la caída de un punto del producto bruto que este año apenas crecerá un 2,5 por ciento, frente a un promedio de 4 por ciento de la región.
Por otro lado, Colombia ostenta el mayor nivel de desempleo y la mayor tasa de informalidad de Sudamérica. La pobreza llega al 46 por ciento y la indigencia al 16, tasas que se vienen reduciendo de forma demasiado lenta. Este conjunto de problemas estructurales convenció a Santos de la necesidad de priorizar la economía para poder sustentar los éxitos militares, ya que un crecimiento acelerado sería la mejor forma de evitar un renacimiento de la guerrilla y la protesta social.
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