martes, 25 de marzo de 2014

Alas para volar
Mérida, Venezuela, a cualquier día de febrero y marzo de 2014
La energía solar cubre todo en el valle donde se asienta la ciudad de Mérida. El verano se impone con la fuerza de la ceguera que da el mediodía la claridad del sol. El sol que a todos nos baña pero que percibimos diferente según donde nos hallemos y según nuestro estado de ánimo. A veces nos ayuda para pensar con claridad. Otras veces nos obnubila. Todos estos días de confinamiento obligado por el asedio en que nos tienen a un número muy importante de venezolanos han hecho que muchos lleguemos a imaginarnos que nos salen alas para salir volando por las ventanas y, a modo de los pajaritos -incluidos los muy útiles zamuros-, surcar los cielos para perderse y no saber ni de guarimbas, ni de marchas, ni de pancartas, ni de gorras, pitos, motos, barricadas, moscas, escasez, colas, insultos, ni de otros tipos de agresiones.
Don Jota y Rocky viven felices dentro de sus muchas limitaciones por su confinamiento en una casa. Muchos humanos se sienten felices también por su confinamiento a un espacio cerrado mientras tengan internet o sus videojuegos, sin más conexión humana que su propia actividad fisiológica de cada cierto rato. Esto es algo que sucede con mucha frecuencia estos últimos años tecnológicos e inalámbricos. Estos últimos días, sin embargo, hay otros confinamientos que tienen a unos pocos felices y otros muchos desesperados. Las barricadas, las guarimbas y las trancas son de los mecanismos más violentos que puede inventarse el ser humano para agredir a otro ser humano. La historia nos ha mostrado múltiples barricadas, la del Muro de Berlín (aún presente en la mente de muchos alemanes), la del Muro que separa la Franja de Gaza del resto del mundo (dolorosamente presente), la del norte de México que construyen y cuidan mexicanos para que sus propios compatriotas no puedan pasar. Peor que esas barricadas son las mentales; el mero hecho de aplaudir y apoyar una barricada construida a base de basura, escombros de todo tipo y ramas de árboles ya es signo de que algo extraño sucede en algunas mentes. Unos la llaman disociación psicótica producida por la infofrenia, ¿pero es que acaso los guetos de gitanos, comunistas y judíos que había en aquella Alemania comandada por Adolfo Hitler fueron productos de la infofrenia? ¿Y qué de los confinamientos que hubo por miles en la España “rota pero nunca roja” de la dolorosa Guerra Civil? ¿Había allí infofrenia y disociación psicótica? ¿No se llama acaso odio? ¿odio por el que piensa diferente? Vecinos que no se conocen entre sí justamente porque unos piensan diferente a los otros. ¿Y quién tiene la vara de la verdad en esto si estamos sometidos por unos pocos a través de la violencia?
Esto dolorosamente no es ciencia ficción. “Me iría para el Arauca a recorrer esas sabanas”, dijo en su última visita al Apure el presidente Hugo Chávez. Sabía de su encierro, producto primero de los que jugaban con su credibilidad pero que le rodeaban y después de su enfermedad que terminó llevándoselo, liberándolo. Mi presidente se hizo pájaro y surca los cielos lejos de las miserias que se quedaron comiéndose entre sí por trozos de poder que solo sirven mientras se medio vive, porque después de la muerte nada queda.
Esos espacios temporales de poder ahora los han rebautizado en algunos sectores de Mérida. Los llaman “república independiente de ...” Si fuese realmente así, entonces tendrían que crear todo un sistema político y económico para “independizarse” y rechazar hasta los servicios públicos del territorio fuera de tales espacios por considerarlos enemigos. ¿Será producto de la infofrenia o del odio? Ello movería a risa a quienes están fuera de estos sitios y a quienes ni se imaginan caminar entre basura, alambres, escombros, piedras y restos de cauchos quemados. Movería a risa, repito, si no fuera por las pequeñas tragedias (para las estadísticas, claro) que se viven detrás de tales muros, productos de intereses indignos del ser humano. Familias enteras que deben dormir en el piso por temor a los cohetones, a los perdigones cuando llegan, a las balas y a las piedras. Muchas personas enfermas y adultos mayores que no pueden trasladarse ni a pie porque sus fuerzas no se los permiten; personas desplazadas de sus casas que han tenido que “arrimarse” en casas de familiares y amigos lejos de esos espacios apoderados por la violencia; niños y adolescentes sin poder recibir sus clases, personas que tienen que caminar largos trayectos hasta poder tomar un transporte público, cuando lo hay, para llegar a su trabajo. Personas, en fin, con inmensas ganas de que les salgan alas para volar por encima de tantas miserias que por su misma limitación bípeda tiene que toparse a cada rato. Poco a poco deja de ser un mero asunto de la “clase media problematizada” para pasar a ser un problema humanitario de desplazados y asediados por la fuerza de la violencia que se alimenta de más violencia. Un tipo de violencia inédita en el país y que solo veíamos por televisión o en las clases de historia del liceo o la universidad. Una violencia que nos ha llevado al punto de señalar con ira y catalogar de enemigos a quienes buscan la paz para su entorno, sin otro aliciente que ese: la paz.
Hoy lloramos muchos la partida absurda de hermanos que bien pudieran seguir entre nosotros. El último de ellos, un hombre sencillo que tuvo la desdicha de estar cerca de una barricada en Mérida el 22 de marzo. El gran Federico García Lorca también murió absurdamente. Era tan solo un poeta que soñó tener alas para volar. Los enfermos de odio en las barricadas de su tiempo le acusaron sin razones porque él nunca se afilió a partido alguno y pensó que sus amigos estaban por encima de la intolerancia. Cuando le fusilaron -dicen los andaluces que oyeron de sus padres aquellos horrores-, le remataron con dos balazos más en las nalgas, por homosexual. De allí a lo que estamos viviendo estos días, solo hay un paso.
“Quisiera tener alas para volar
Quisiera tener alas para volar
Para volar, cruzar por el espacio en libertad
En libertad, como los pajarillos en libertad...” En Libertad (Sevillana)
Melva Josefina Márquez Rojas
Comunista de conciencia, cristiana por la fe de mis padres, no afiliada a ningún partido político
Por mis creencias me negaré a pedir disculpas, porque de mi parte no hay juicio hacia quienes piensan diferente de mi
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Gustavo Adolfo Bécquer

(1836-1870) Volverán las oscuras golondrinas Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y, otra vez, con el ala a sus cristales jugando llamarán; pero aquéllas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha al contemplar, aquéllas que aprendieron nuestros nombres... ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde, aun más hermosas, sus flores se abrirán; pero aquéllas, cuajadas de rocío, cuyas gotas mirábamos temblar y caer, como lágrimas del día... ésas... ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón, de su profundo sueño tal vez despertará; pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido..., desengáñate:

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