¿Cómo sería una intervención militar en Venezuela?
Por: Andrés Javier Breuker
Ante la actual situación venezolana, me detengo a analizar algunas
aristas del conflicto y sus eventuales consecuencias, proyectadas e
hipotéticas, en una posible intervención militar extranjera en nuestro país.
La campaña de la oposición SOS Venezuela, que seguramente fue ideada por
algún grupo de célebres publicistas internacionales, es a todas luces una
evocación a la intromisión internacional en nuestros asuntos soberanos. Bien
diseñada y sincronizada, la estrategia ha ido generando un efecto de bola de
nieve que pretende imponer un enfrentamiento y posterior estallido social en el
país, como bien lo receta el filósofo estadounidense Gene Sharp en su libro La
política de la acción no violenta, el cual aparece en la historia como el
manual de bolsillo de los organizadores de las Revoluciones de Colores y la
Primavera Árabe.
Ahora bien, quienes incitan y se excitan ante una posible intervención
extranjera deben saber que la situación no es como en las películas de
Hollywood, en las que marines estadounidenses caen de
helicópteros y se llevan a los malos. La verdadera realidad de una invasión
militar es otra y lleva intrínseca una serie de episodios siniestros.
En primer lugar, cuáles son los motivos para que un país gaste enormes
cantidades de dinero, vidas humanas, recursos logísticos y técnicos para
invadir a otra nación. Para el escenario de Venezuela, la respuesta aparente
sería el petróleo y de hecho es así. No obstante, los intereses detrás de una
invasión son aun más oscuros que el famoso oro negro.
¿Por qué son destruidas tantas edificaciones durante las ocupaciones a
otros países? La respuesta es simple: hay reportes internacionales que han
evidenciado reuniones entre líderes mundiales y empresarios, incluso antes de
comenzar la ocupación, para negociar contratos de reconstrucción de
infraestructuras a cambio de financiamiento a la causa bélica y jugosas
comisiones monetarias, sin importar las decenas de vidas, de oficialistas y
opositores, que se pierden en errores de coordenadas y daños colaterales.
En segundo lugar, cada venezolano opositor puede revisar los cientos de
informes y denuncias que reposan en la web y en instituciones de defensa de los
derechos humanos sobre los casos incontables de abusos, torturas y violaciones
perpetradas por soldados norteamericanos a lo largo de las invasiones gringas
en el mundo.
Basta con que investigue sobre la matanza de My Lai, donde soldados
norteamericanos violaron, torturaron y luego quemaron a vietnamitas, incluyendo
jóvenes y niñas, para ocultar sus crímenes de guerra; o si desea ejemplos más
recientes, lo invito a que busque información sobre los prisioneros abusados en
la cárcel de Abu Ghraib.
También puede indagar sobre el asesinato en la ciudad iraquí de Mahmudiya, ubicada al sur de Bagdad: seis soldados de la
101 División Aerotransportada, con base en Fort Campbell (Kentucky, EEUU),
irrumpieron en la casa de la familia Qasim Hamza, encerraron a los padres y a
una niña de 7 años en su cuarto y luego los asesinaron, después abusaron de
Abeer una joven de 14 años de edad y quemaron su cuerpo para no dejar rastros.
Imagine lo que estas mentes retorcidas y sádicas pueden hacer en
Venezuela, el país de las mujeres hermosas. Piense en el peligro que corren las
bellas y jóvenes estudiantes de nuestra nación, si estos degenerados no
respetan ni a las oficiales mujeres militares de su país. Decenas de denuncias
descansan en cortes militares estadounidenses y cada vez son más comunes los
suicidios de mujeres en las filas de la Fuerza Armada Norteamericana por casos
de violaciones y agresiones por parte de sus mismos soldados.
Escribo estas líneas para que reflexionen. No estoy tocando la
naturaleza de las protestas ni su legalidad constitucional. Pido a la gente
sensata que no se deje engañar por campañas financiadas por intereses
extranjeros y luchen por sus ideales respetando la independencia y soberanía de
Venezuela.
* Periodista y contador público
@andresbreuker
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