miércoles, 12 de marzo de 2014

¿Cómo sería una intervención militar en Venezuela?
Por: Andrés Javier Breuker 
Ante la actual situación venezolana, me detengo a analizar algunas aristas del conflicto y sus eventuales consecuencias, proyectadas e hipotéticas, en una posible intervención militar extranjera en nuestro país.
La campaña de la oposición SOS Venezuela, que seguramente fue ideada por algún grupo de célebres publicistas internacionales, es a todas luces una evocación a la intromisión internacional en nuestros asuntos soberanos. Bien diseñada y sincronizada, la estrategia ha ido generando un efecto de bola de nieve que pretende imponer un enfrentamiento y posterior estallido social en el país, como bien lo receta el filósofo estadounidense Gene Sharp en su libro La política de la acción no violenta, el cual aparece en la historia como el manual de bolsillo de los organizadores de las Revoluciones de Colores y la Primavera Árabe.
Ahora bien, quienes incitan y se excitan ante una posible intervención extranjera deben saber que la situación no es como en las películas de Hollywood, en las que marines estadounidenses caen de helicópteros y se llevan a los malos. La verdadera realidad de una invasión militar es otra y lleva intrínseca una serie de episodios siniestros.
En primer lugar, cuáles son los motivos para que un país gaste enormes cantidades de dinero, vidas humanas, recursos logísticos y técnicos para invadir a otra nación. Para el escenario de Venezuela, la respuesta aparente sería el petróleo y de hecho es así. No obstante, los intereses detrás de una invasión son aun más oscuros que el famoso oro negro.
¿Por qué son destruidas tantas edificaciones durante las ocupaciones a otros países? La respuesta es simple: hay reportes internacionales que han evidenciado reuniones entre líderes mundiales y empresarios, incluso antes de comenzar la ocupación, para negociar contratos de reconstrucción de infraestructuras a cambio de financiamiento a la causa bélica y jugosas comisiones monetarias, sin importar las decenas de vidas, de oficialistas y opositores, que se pierden en errores de coordenadas y daños colaterales.
En segundo lugar, cada venezolano opositor puede revisar los cientos de informes y denuncias que reposan en la web y en instituciones de defensa de los derechos humanos sobre los casos incontables de abusos, torturas y violaciones perpetradas por soldados norteamericanos a lo largo de las invasiones gringas en el mundo.
Basta con que investigue sobre la matanza de My Lai, donde soldados norteamericanos violaron, torturaron y luego quemaron a vietnamitas, incluyendo jóvenes y niñas, para ocultar sus crímenes de guerra; o si desea ejemplos más recientes, lo invito a que busque información sobre los prisioneros abusados en la cárcel de Abu Ghraib.
También puede indagar sobre el asesinato en la ciudad iraquí de Mahmudiya, ubicada al sur de Bagdad: seis soldados de la 101 División Aerotransportada, con base en Fort Campbell (Kentucky, EEUU), irrumpieron en la casa de la familia Qasim Hamza, encerraron a los padres y a una niña de 7 años en su cuarto y luego los asesinaron, después abusaron de Abeer una joven de 14 años de edad y quemaron su cuerpo para no dejar rastros.
Imagine lo que estas mentes retorcidas y sádicas pueden hacer en Venezuela, el país de las mujeres hermosas. Piense en el peligro que corren las bellas y jóvenes estudiantes de nuestra nación, si estos degenerados no respetan ni a las oficiales mujeres militares de su país. Decenas de denuncias descansan en cortes militares estadounidenses y cada vez son más comunes los suicidios de mujeres en las filas de la Fuerza Armada Norteamericana por casos de violaciones y agresiones por parte de sus mismos soldados.
Escribo estas líneas para que reflexionen. No estoy tocando la naturaleza de las protestas ni su legalidad constitucional. Pido a la gente sensata que no se deje engañar por campañas financiadas por intereses extranjeros y luchen por sus ideales respetando la independencia y soberanía de Venezuela.
* Periodista y contador público
@andresbreuker



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