Con la OEA
y sin la OEA ya perdieron la pelea
Kloriamel Yépez Oliveros
Pero no se darán por vencidos los contrarrevolucionarios
hasta que no los hayamos erradicado de nuestro propio seno. Mientras el
puntofijismo larve en el PSUV, en funcionarios de libre remoción y
nombramiento, en los partidos aliados, en algunos colectivos de izquierda, y en
altos cargos de elección, el fascismo no se rendirá y continuará su fatídica
encomienda histórica de asesinar a los hijos del pueblo, a nuestros hijos; los
hijos de Chávez.
No es una simple bufonada: lo de María Corina Machado nos
va a costar más muertos; preparémonos. Van por la tercera en orden de
protagonismo: Capriles, López, Machado, y seguro dicen que es la vencida.
Colombia apresta sus paracos recién salidos del horno contra la revolución chavista.
No se rinde la derecha colombiana, y al respecto vamos a tener que estar
claros: la derecha mientras tiene el sartén por el mango esconde su rabo
fascista bajo los hábitos y las sotanas; cuando se siente un pelo amenazada por
cualquier fantasma anticapitalista asoma su cola ultraderechista, y frente al
socialismo y el antimperialismo se suelta, saca, muestra; el moño, los
colmillos, las garras, fascistas.
Y al respecto, Presidente Maduro, también nos toca estar
claros, muy claros, demasiado claros; tanto, que con esa claridad encandilemos
al enemigo, e iluminemos la cándida hermenéutica de ciertos amigos intelectualistas
que insisten en caracterizar como “coyuntura” la estrategia bélica -que incluye
tácticas combinadas de primera, segunda, tercera y cuarta generación-, que USA
ha desplegado contra nosotros desde el instante mismo de la aprobación
libérrima de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Cuando
asumimos nosotros con Chávez, y con Gino y el Cayapo, la refundación de la
República, y Vargas se nos derramó por El Caribe, y con todo y eso le dijimos
gallarda y chavistamente, ¡No!, a la intervención militar “humanitaria” gringa;
empezó la desestabilización continuada, de mecha corta y de mecha larga que Chávez
conocía muy bien y tenía muy en cuenta.
Esa estrategia vale todo de desestabilización continuada,
es fascista porque el fascismo es la fase superior del imperialismo, o -para
que suene menos rimbombante-, el recurso bajo la manga burguesa trasnacional para
detener al pueblo trabajador cuando echa a andar y a la vez dice ¡basta! No es
coyuntura, o si lo es, es una coyunturalidad de mecha larga y corta, sostenida
en el tiempo, el espacio y los modos: golpe genocida de 27 horas, magnicidios
frustrados, paro petrolero apátrida, guerra económica, guarimbas, Plaza
Altamira I, paracos Uribe, desabastecimiento, sabotaje eléctrico, burocracia
infiltrada hasta los tequeteques, bachaqueo y raspatarjetas cartelizados,
Globovisión, Cisneros, CNN, Danilo Anderson, más guarimbas terroristas,
motorizados decapitados, Plaza Altamira II, universidades incendiadas, paracos
Santos, comuneros asesinados, desconocimiento de Maduro y arrechera
infanticida: Capriles, López, Machado; López, Capriles, Machado.
Tampoco es neofascismo porque el modus vivendi y operandi del
fascismo es uno solo por estas lejanías de Europa y vecindades con USA, o es
que ya nos olvidamos de Chile. El gorilaje previo a Pinochet fue lo más
parecido a neo que se ensayó por estas
tierras de gracias. Después de don Augusto y la puta que lo parió, el fascismo
tiene abolengo y familia vieja. Mi querido Presidente Maduro, el discurso
antifascista no puede titubear porque hay que pegar primero para pegar todas
las veces necesarias. En este momento toda la derecha es ultra, y la
contrarrevolución es fascista, su expresión no es neo ni es coyuntural. Mi
querido Presidente Maduro: al pan pan, y al fascismo plomo constitucional
chavista, para que no se le olvide a nadie, nunca, que esta Revolución es
pacífica pero armada.
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