domingo, 23 de marzo de 2014

Con la OEA y sin la OEA ya perdieron la pelea
Kloriamel Yépez Oliveros
Pero no se darán por vencidos los contrarrevolucionarios hasta que no los hayamos erradicado de nuestro propio seno. Mientras el puntofijismo larve en el PSUV, en funcionarios de libre remoción y nombramiento, en los partidos aliados, en algunos colectivos de izquierda, y en altos cargos de elección, el fascismo no se rendirá y continuará su fatídica encomienda histórica de asesinar a los hijos del pueblo, a nuestros hijos; los hijos de Chávez.
No es una simple bufonada: lo de María Corina Machado nos va a costar más muertos; preparémonos. Van por la tercera en orden de protagonismo: Capriles, López, Machado, y seguro dicen que es la vencida. Colombia apresta sus paracos recién salidos del horno contra la revolución chavista. No se rinde la derecha colombiana, y al respecto vamos a tener que estar claros: la derecha mientras tiene el sartén por el mango esconde su rabo fascista bajo los hábitos y las sotanas; cuando se siente un pelo amenazada por cualquier fantasma anticapitalista asoma su cola ultraderechista, y frente al socialismo y el antimperialismo se suelta, saca, muestra; el moño, los colmillos, las garras, fascistas.
Y al respecto, Presidente Maduro, también nos toca estar claros, muy claros, demasiado claros; tanto, que con esa claridad encandilemos al enemigo, e iluminemos la cándida hermenéutica de ciertos amigos intelectualistas que insisten en caracterizar como “coyuntura” la estrategia bélica -que incluye tácticas combinadas de primera, segunda, tercera y cuarta generación-, que USA ha desplegado contra nosotros desde el instante mismo de la aprobación libérrima de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Cuando asumimos nosotros con Chávez, y con Gino y el Cayapo, la refundación de la República, y Vargas se nos derramó por El Caribe, y con todo y eso le dijimos gallarda y chavistamente, ¡No!, a la intervención militar “humanitaria” gringa; empezó la desestabilización continuada, de mecha corta y de mecha larga que Chávez conocía muy bien y tenía muy en cuenta.
Esa estrategia vale todo de desestabilización continuada, es fascista porque el fascismo es la fase superior del imperialismo, o -para que suene menos rimbombante-, el recurso bajo la manga burguesa trasnacional para detener al pueblo trabajador cuando echa a andar y a la vez dice ¡basta! No es coyuntura, o si lo es, es una coyunturalidad de mecha larga y corta, sostenida en el tiempo, el espacio y los modos: golpe genocida de 27 horas, magnicidios frustrados, paro petrolero apátrida, guerra económica, guarimbas, Plaza Altamira I, paracos Uribe, desabastecimiento, sabotaje eléctrico, burocracia infiltrada hasta los tequeteques, bachaqueo y raspatarjetas cartelizados, Globovisión, Cisneros, CNN, Danilo Anderson, más guarimbas terroristas, motorizados decapitados, Plaza Altamira II, universidades incendiadas, paracos Santos, comuneros asesinados, desconocimiento de Maduro y arrechera infanticida: Capriles, López, Machado; López, Capriles, Machado.
Tampoco es neofascismo porque el modus vivendi y operandi del fascismo es uno solo por estas lejanías de Europa y vecindades con USA, o es que ya nos olvidamos de Chile. El gorilaje previo a Pinochet fue lo más parecido a neo que se ensayó por estas tierras de gracias. Después de don Augusto y la puta que lo parió, el fascismo tiene abolengo y familia vieja. Mi querido Presidente Maduro, el discurso antifascista no puede titubear porque hay que pegar primero para pegar todas las veces necesarias. En este momento toda la derecha es ultra, y la contrarrevolución es fascista, su expresión no es neo ni es coyuntural. Mi querido Presidente Maduro: al pan pan, y al fascismo plomo constitucional chavista, para que no se le olvide a nadie, nunca, que esta Revolución es pacífica pero armada.


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