Al Pueblo De
Venezuela,
Al Gobierno
Bolivariano de Venezuela,
A los Pueblos y
Gobiernos del Mundo,
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Comunicación Nacionales e Internacionales,
A la Opinión Publicas
Nacional e Internacional,
Al Mundo entero,
Hermanos y Hermanas:
En honor a la
memoria de Manuel Marulanda Vélez, El Héroe Insurgente.
Su centenaria tía
Ana Francisca Marín describió que de niño era un excelente e invencible jugador
de trompo. Que después apareció en una lista, que por error el dirigente
conservador de Génova, Floro Yépez Gómez, había dejado en el bolsillo de un
sacoleva que envió a una lavandería y titulaba «Liberales para matar», y
tachados por una cruz los que ya habían asesinados. «Desde que se fue con la
chusma de Modesto Ávila, ni más lo he vuelto a ver», contó la anciana mujer…
Ese niño era Pedro Antonio Marín, mejor
conocido por su alias de Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo
(Génova, Quindío, 12 de mayo de 1930 - Selvas del Meta, 26 de marzo de 2008), quien
fuese un guerrillero colombiano, héroe insurgente, inicialmente integrante de
las Autodefensas campesinas liberales en 1950, posteriormente cofundador de las
FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), la cual liderizó hasta su
muerte. Fue el guerrillero más veterano del mundo y de su tiempo. Su apodo Manuel Marulanda proviene de un
antiguo líder comunista asesinado durante “La Violencia”, período histórico de
Colombia en el siglo XX de enfrentamiento entre el Partido Liberal y el Partido
Conservador, que sin haberse declarado una guerra civil se caracterizó por ser
extremadamente violento, incluyendo asesinatos, agresiones, persecuciones,
destrucción de la propiedad privada y terrorismo por el alineamiento político.
El agricultor
Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda Vélez), quien se alzó en armas, casi sin
interrupción, contra quince gobiernos, una junta militar y una dictadura, jamás
dejó de ser el campesino, y jamás renunció a su programa de transformación
agraria.
«Tirofijo» no
permitía que las arepas que consumían él y sus hombres se hicieran con harinas
elaboradas. Por ello su columna guerrillera siempre cargaba un pesado molino
para el maíz. Gustaba de tener animales de huerta en sus campamentos, y
escuchar el canto de un gallo rompiendo la madrugada. Por razones tácticas y de
respeto a la naturaleza misma, sus subalternos tenían la prohibición terminante
de cortar las raíces de los bejucos que se elevaban por los tallos de los
árboles hasta entramarse sobre los copos, pero además no permitía la tala de
bosques sin justificación o la cacería de animales del monte, salvo para
alimentarse en aquellos períodos donde la supervivencia de sus combatientes
dependiera de ello. Estas actitudes de Marulanda eran el resultado de una
actitud connatural a un hombre de costumbres sencillas, la de los campesinos,
aquellos que lo veían pasar por sus míseros ranchos, y sin embargo no lo
delataban, ya que era la representación misma de su marginalidad, era la
encarnación de las ilusiones de ellos mismos.
Marulanda era un
hombre ajeno a las veleidades y la vanidad, fue un jefe revolucionario al que
le tenía sin cuidado su imagen exterior puesto que para él lo esencial era su
pliego de reivindicaciones. «Tirofijo» nunca se tomó en serio aquello de que
era un importante dirigente revolucionario de América Latina, y siguió llevando
al cinto una cubierta «chaparraluna» que guardaba un machete de dieciocho
pulgadas, de los mismos con los que limpiaba la maleza en sus años mozos,
cuando jornaleaba por unos cuantos reales en las haciendas cafeteras. Su
cotidianidad proseguía igual, como si aún fuera el pobre muchacho campesino que
se fue con la «chusma» de Modesto Ávila porque los conservadores lo andaban
buscando para matarlo.
Su espíritu era de
grupo, de acción colectiva. Era dueño de una memoria prodigiosa. Podía recordar
en detalles cada roca, cada árbol, cada riachuelo que cruzaba un camino que
recorrió hacía muchos años. Tenía calcada en la memoria el teatro del combate,
aun cuando estuviera a centenares de kilómetros del lugar o hubiera dejado de
transitar por allí cuarenta años atrás. Se destacó como un guerrero entregado
totalmente a sus hombres. Vivió con lo justo para sobrevivir en las duras
condiciones de la guerra de guerrillas, compartiendo con su tropa cada una de
las vicisitudes de la trashumancia guerrillera. Enseñando a cada combatiente
desde lo más elemental, tal como la manera en que se debe cortar una cebolla
para sazonar la carne de un cerdo, hasta la complejidad de una emboscada cuya
relación era de 10 a 1. «Tirofijo» jamás creó distancias entre él y sus hombres.
La vida de
Marulanda es la historia de Colombia y Latinoamérica en el último medio siglo. Murió
físicamente en un cambuche construido con varas, palmas y helechos de la selva,
esos mismos elementos que por espacio de varias décadas lo protegieron de los
enemigos que lo buscaban incesantemente para matarlo.
Marulanda se ha
inmortalizado en la lucha revolucionaria de América, en cada campesino, en cada
pobre de nuestro pueblo, en cada sueño de Libertad y Justicia Social. Marulanda
es, sin dudas, el Héroe Insurgente que recorre, junto a Bolívar y Zamora, junto
a Guevara y a Chávez, el continente de los Libertadores.
Junto
a la memoria y ejemplo de Manuel Marulanda Vélez, ¡juramos Vencer!
Rescatando la Memoria Histórica Revolucionaria.
Con Bolívar y Chávez,
decimos ¡a la carga!
Desde Venezuela, Tierra de Libertadores, a 522 años del
inicio de la Resistencia antiimperialista en América, y a 204 años del inicio
de Nuestra Independencia,
Coordinadora Simón Bolívar
Revolucionaria,
Solidaria, Internacionalista, Indigenista, Popular y Socialista.
Agradecidos
estarán todos aquellos a quienes ustedes se sirvan de compartir esta
información en función de fortalecer la moral, la ética y el espíritu de la
lucha revolucionaria, en nuestro afán de justicia social, libertad e
independencia a favor de todos los Pueblos del Mundo
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