miércoles, 26 de marzo de 2014


MARULANDA... EL HEROE INSURGENTE...
Al Pueblo De Venezuela,
Al Gobierno Bolivariano de Venezuela,
A los Pueblos y Gobiernos del Mundo,
A los Medios de Comunicación Nacionales e Internacionales,
A la Opinión Publicas Nacional e Internacional,
Al Mundo entero,
Hermanos y Hermanas:
En honor a la memoria de Manuel Marulanda Vélez, El Héroe Insurgente.
Su centenaria tía Ana Francisca Marín describió que de niño era un excelente e invencible jugador de trompo. Que después apareció en una lista, que por error el dirigente conservador de Génova, Floro Yépez Gómez, había dejado en el bolsillo de un sacoleva que envió a una lavandería y titulaba «Liberales para matar», y tachados por una cruz los que ya habían asesinados. «Desde que se fue con la chusma de Modesto Ávila, ni más lo he vuelto a ver», contó la anciana mujer…
Ese niño era Pedro Antonio Marín, mejor conocido por su alias de Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo (Génova, Quindío, 12 de mayo de 1930 - Selvas del Meta, 26 de marzo de 2008), quien fuese un guerrillero colombiano, héroe insurgente, inicialmente integrante de las Autodefensas campesinas liberales en 1950, posteriormente cofundador de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), la cual liderizó hasta su muerte. Fue el guerrillero más veterano del mundo y de su tiempo. Su apodo Manuel Marulanda proviene de un antiguo líder comunista asesinado durante “La Violencia”, período histórico de Colombia en el siglo XX de enfrentamiento entre el Partido Liberal y el Partido Conservador, que sin haberse declarado una guerra civil se caracterizó por ser extremadamente violento, incluyendo asesinatos, agresiones, persecuciones, destrucción de la propiedad privada y terrorismo por el alineamiento político.
El agricultor Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda Vélez), quien se alzó en armas, casi sin interrupción, contra quince gobiernos, una junta militar y una dictadura, jamás dejó de ser el campesino, y jamás renunció a su programa de transformación agraria.
«Tirofijo» no permitía que las arepas que consumían él y sus hombres se hicieran con harinas elaboradas. Por ello su columna guerrillera siempre cargaba un pesado molino para el maíz. Gustaba de tener animales de huerta en sus campamentos, y escuchar el canto de un gallo rompiendo la madrugada. Por razones tácticas y de respeto a la naturaleza misma, sus subalternos tenían la prohibición terminante de cortar las raíces de los bejucos que se elevaban por los tallos de los árboles hasta entramarse sobre los copos, pero además no permitía la tala de bosques sin justificación o la cacería de animales del monte, salvo para alimentarse en aquellos períodos donde la supervivencia de sus combatientes dependiera de ello. Estas actitudes de Marulanda eran el resultado de una actitud connatural a un hombre de costumbres sencillas, la de los campesinos, aquellos que lo veían pasar por sus míseros ranchos, y sin embargo no lo delataban, ya que era la representación misma de su marginalidad, era la encarnación de las ilusiones de ellos mismos.
Marulanda era un hombre ajeno a las veleidades y la vanidad, fue un jefe revolucionario al que le tenía sin cuidado su imagen exterior puesto que para él lo esencial era su pliego de reivindicaciones. «Tirofijo» nunca se tomó en serio aquello de que era un importante dirigente revolucionario de América Latina, y siguió llevando al cinto una cubierta «chaparraluna» que guardaba un machete de dieciocho pulgadas, de los mismos con los que limpiaba la maleza en sus años mozos, cuando jornaleaba por unos cuantos reales en las haciendas cafeteras. Su cotidianidad proseguía igual, como si aún fuera el pobre muchacho campesino que se fue con la «chusma» de Modesto Ávila porque los conservadores lo andaban buscando para matarlo.
Su espíritu era de grupo, de acción colectiva. Era dueño de una memoria prodigiosa. Podía recordar en detalles cada roca, cada árbol, cada riachuelo que cruzaba un camino que recorrió hacía muchos años. Tenía calcada en la memoria el teatro del combate, aun cuando estuviera a centenares de kilómetros del lugar o hubiera dejado de transitar por allí cuarenta años atrás. Se destacó como un guerrero entregado totalmente a sus hombres. Vivió con lo justo para sobrevivir en las duras condiciones de la guerra de guerrillas, compartiendo con su tropa cada una de las vicisitudes de la trashumancia guerrillera. Enseñando a cada combatiente desde lo más elemental, tal como la manera en que se debe cortar una cebolla para sazonar la carne de un cerdo, hasta la complejidad de una emboscada cuya relación era de 10 a 1. «Tirofijo» jamás creó distancias entre él y sus hombres.
La vida de Marulanda es la historia de Colombia y Latinoamérica en el último medio siglo. Murió físicamente en un cambuche construido con varas, palmas y helechos de la selva, esos mismos elementos que por espacio de varias décadas lo protegieron de los enemigos que lo buscaban incesantemente para matarlo.
Marulanda se ha inmortalizado en la lucha revolucionaria de América, en cada campesino, en cada pobre de nuestro pueblo, en cada sueño de Libertad y Justicia Social. Marulanda es, sin dudas, el Héroe Insurgente que recorre, junto a Bolívar y Zamora, junto a Guevara y a Chávez, el continente de los Libertadores.
Junto a la memoria y ejemplo de Manuel Marulanda Vélez, ¡juramos Vencer!
Rescatando la Memoria Histórica Revolucionaria.
Con Bolívar y Chávez, decimos ¡a la carga!
Desde Venezuela, Tierra de Libertadores, a 522 años del inicio de la Resistencia antiimperialista en América, y a 204 años del inicio de Nuestra Independencia,
Coordinadora Simón Bolívar
Revolucionaria, Solidaria, Internacionalista, Indigenista, Popular y Socialista.

Agradecidos estarán todos aquellos a quienes ustedes se sirvan de compartir esta información en función de fortalecer la moral, la ética y el espíritu de la lucha revolucionaria, en nuestro afán de justicia social, libertad e independencia a favor de todos los Pueblos del Mundo

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