miércoles, 28 de febrero de 2018


La etapa superior del voto
Kloriamel Yépez Oliveros
Estamos en tiempo de elecciones anticipadas. Si es la primera, la segunda o la última vez que esto ocurre, es lo de menos; si son o no son mega elecciones, qué más da, en este país desde hace 20 años, las decisiones electorales son decisiones históricas porque inciden directamente en los hechos, los inscriben en la historia, la empujan, la estremecen; no porque se realicen a cada momento y ocasión, no porque a cualquiera se le ocurra decretarlas tal, según su subjetivísimo criterio; Es porque desde Chávez y su responsabilidad histórica del por ahora, en este país las elecciones son decisiones históricas, participativas y protagónicas.
Porque en la República Bolivariana de Venezuela, junto a Chávez sustituimos de raíz la democracia liberal representativa, e instituimos la democracia popular participativa en todas las instancias del quehacer colectivo que hemos venido construyendo y descubriendo, los chavistas, con paciencia, constancia, y sabiduría ancestral; no con improvisaciones tecnocráticas, no mediante tretas burocráticas, no con artilugios consumistas de punta.
Por eso hemos derrotado a la derecha puntofijista durante veinte ininterrumpidos, sucesivos, e históricos años de unidad, lucha, batalla y victoria; hemos resistido todos los ataques imaginables e inimaginables que el enemigo ha lanzado en contra nuestra. Hemos sepultado innumerables víctimas del odio clasista, del terrorismo, la terrofagia, el fascismo, y hay que recalcarlo para que nunca se olvide: la enfermedad y el hambre azuzando esta guerra a muerte y sin cuartel,  declarada por la burguesía transnacional, las corporaciones hegemónicas imperialistas, la miserable burguesía parasitaria  criolla y, la buróburguesía que se está confeccionando un imaginario a su medida, en el cual impone una Era post-Chávez cuando logre convertir al soldado eterno,  mediante la señal de costumbre, en fetiche cultural, leyenda urbana, o mito.
Este momento electoral es un buen momento para reflexionar con seriedad responsable sobre la Asamblea Nacional Constituyente, no desde la perspectiva  jurídica apergaminada, éticamente almidonada, indecente, burguesa, con la cual ideologizan a su target los académicos  mediáticos, no. Lo que estamos obligados a repensar es su alcance, su trascendencia histórica, su trascendencia política y social, más allá de la urgencia estratégica y la inmediatez táctica  bajo la cual se convocó: conquistar la paz ejerciendo la paz, para no tener que   combatir la violencia, con más violencia.
Nunca estuvo planteada en la República Bolivariana de Venezuela –durante la embestida guarimbera-, y gracias a la correlación de fuerzas entre terroristas y población pacífica; ninguna guerra civil, o guerra de “perros”; mucho menos una guerra fratricida entre venezolanos. Toda elaboración hipotética al respecto se deja ver el mogote, en principio porque pone en duda  el  gentilicio bolivariano que nos define, y además desconoce el sentimiento chavista en el cual militamos la mayoría chavista.
La Asamblea Nacional Constituyente 2017 abrogó la violencia; razón por la cual fue convocada y con la cual cumplió, incluso antes de instalarse, con el  apoyo firme de millones de votantes protagónicos, pacíficos y participativamente demócratas que además de cruzar ríos y montañas para poder expresar su voluntad electoral, estuvieron obligados a atravesar laberínticas barricadas urbanas, que convirtieron las ciudades en locaciones ideales para el rodaje de películas de horror salpimentado de ciencia ficción, esas  dónde la muerte acecha con una sierra, al lado de un araguaney con el ramaje amputado por un ecocida presto a convertirse de un solo click, en infanticida, feminicida, parricida, o lo que sea que fuese publicable en las comunicacionales “redes sociales”.
Plenipotenciario debe seguir siendo el pueblo, plenipotenciario para elegir a quien le dé la gana de elegir, a Nicolás Maduro por ejemplo, para que cumpla su mandato constitucional limitado únicamente por el voto del pueblo, el voto plenipotenciario, el voto en su etapa superior. El voto después de la Constituyente de 1999, la Constituyente del Chávez nuestro que estás en el tiempo.   
Ya que La Asamblea Constituyente no fue concebida para suplir la Asamblea Nacional ni aún en sus peores circunstancias, ni aun cuando la estén usurpando los enemigos del pueblo, aquellos a los que dejamos avanzar hasta el fondo a pesar de vocearles a gritos “no volverán”, y dejarlos volver como vuelven los muertos insepultos en las películas de miedo, a pesar de todos los pesares tenemos que rescatar de la ignominia a la Asamblea Nacional para que legisle y nos devuelva su poder, uno de los cinco poderes que tiene nuestra Patria soberana, uno de los 5 poderes que dotan de plenipotenciaridad al pueblo venezolano por encima de cualquier funcionario, por encima de todo burócrata empingorotado e ineficaz.
Rescatemos la Asamblea Nacional para convivir en paz con los demás y con nosotros mismos. En esta ocasión elijamos los mejores y elijámoslos ahora, el 22 de abril junto a Nicolás, con los votos de Chávez elijamos a los probados en toda lid, los comprobadamente comprometido, los honestos anti corruptos, los auténticos, los vergatarios; los óptimos, que es el sinónimo del DRAE para el vulgar vergatario. Acompañemos la iniciativa de Diosdado, vamos en búsqueda de la ofensiva perdida, no continuemos en la línea de defensa, la revolución no se sostiene defendiéndose, tanto va el chute al arco hasta que anota, por eso en el fútbol político narrado por Galeano,  no hay mejor defensa que el ataque: Nicolás Maduro Presidente de la República, Diosdado Cabello Presidente de la Asamblea Nacional, vamos, vamos de una vez ¿quién dijo miedo? “Revolución temprana tenemos que hacer, porque mientras más se tarde, más difícil es”, cuando las águilas se arrastren… cantaba Alí       


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