Joel Linares Moreno
Chorros de tinta sobre un papel,
adorno de bolsillos y axilas,
vana palabrería y derroche malsano del árbol
al que le arrancaron la vida para imprimirle letras muertas.
A la orilla del Padre riío, se nos fue Miriam,
una bala de 500 años, silente, la arrebató de un tajo,
nuevamente sin pompa, sin adornos, sin días de luto,
es que hace rato la habíamos matado en nuestro discurso borracho,
en nuestra Academia, en nuestro derecho de autor,
en nuestra falta de acción.
Otra vez viraremos los ojos a la sierra,
para enterrar con la charara y el mea culpa
al asesinato de la tierra y sus hijos.
Eso rueda por nuestra conciencia,
y nos dá como una cosquilla extraña,
mi abuela negra, decía,
que eso se llama remordimiento,
y que solo se cura cuando pongo en acción la palabra.
Chorros de tinta sobre un papel,
adorno de bolsillos y axilas,
vana palabrería y derroche malsano del árbol
al que le arrancaron la vida para imprimirle letras muertas.
A la orilla del Padre riío, se nos fue Miriam,
una bala de 500 años, silente, la arrebató de un tajo,
nuevamente sin pompa, sin adornos, sin días de luto,
es que hace rato la habíamos matado en nuestro discurso borracho,
en nuestra Academia, en nuestro derecho de autor,
en nuestra falta de acción.
Otra vez viraremos los ojos a la sierra,
para enterrar con la charara y el mea culpa
al asesinato de la tierra y sus hijos.
Eso rueda por nuestra conciencia,
y nos dá como una cosquilla extraña,
mi abuela negra, decía,
que eso se llama remordimiento,
y que solo se cura cuando pongo en acción la palabra.
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