domingo, 23 de marzo de 2014

POSITIVISMO, NATURALISMO, MODERNISMO


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Ninguna narrativa surge del vacío. Brota de dos sustratos: uno  infraestructural, la realidad del medio al cual se refiere, y otro   superestructural, los criterios de interpretación que se aplican a los datos percibidos en ese medio.
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Algunas obras fundamentales del positivismo sociológico, como la Historia Constitucional de Venezuela (1909) de Gil Fortoul y Cesarismo Democrático (1919) de Laureano Vallenilla Lanz empiezan a imponer el paradigma  durante la dictadura de Juan Vicente Gómez, y  sirven a éste de plataforma ideológica para justificar su autocracia y descalificar a los partidos tradicionales liberal y conservador. Casi todos los pensadores positivistas colaboraron activamente con la dictadura de  Gómez, ocuparon en ella cargos de alta responsabilidad, y dirigieron medios de difusión en los cuales se hacía una permanente apología cientificista del régimen.
3
El positivismo plantea una serie de polaridades entre pensamiento “positivo”, científica y objetivamente verificado, y pensamiento “no positivo”, supersticioso o carente de fundamento. Entre “Civilización”  europea y “Barbarie” americana.  Entre eurocentrismo y nacionalismo. Entre una deseada inmigración europea, a la que se suponía genética y culturalmente superior, y un pueblo venezolano al cual se tachaba de “inferior” por heredar las taras atávicas de sus antepasados indígenas, africanos y españoles. Entre este pueblo “degenerado” y el Gendarme Necesario, el caudillo que debía dominarlo por la maña y la fuerza, abriendo paso así a las migraciones y los capitales europeos. Veamos, por ejemplo, como Pedro M. Arcaya, incurre en esta recurrente explicación por rasgos "atávicos", o "étnicos". En susEstudios de Sociología Venezolana, afirma que "Páez por su raza, mezcla de elementos blancos e indígenas, estaba en las mismas condiciones étnicas de la inmensa mayoría del pueblo venezolano" ya que "instintos  guerreros heredaba de uno y otro de sus factores". Del componente indígena le venía "lo que a la generalidad de los soldados venezolanos: la nostalgia inconsciente de la vida nómade, el instinto de vagar por los bosques en esas pequeñas partidas que llamamos guerrillas y que no son en el fondo sino la resurrección de las hordas atávicas". Hay en él, por tanto, "el deseo atávico de la guerra, la necesidad innata de la actividad tumultuosa de lo campamentos". Actuó la guerra "removiendo en aquellos hombres el sedimento hereditario de sus instintos combativos que ha removido también el fondo étnico de su espíritu", y "removió la necesidad psíquica de someterse a un jefe, de obedecerlo ciegamente como antaño, en la época precolombina, se obedecía a un régulo o un cacique". Añade, más adelante, que en el pueblo venezolano "gravita aún, con peso enorme, la herencia psíquica de las tribus bárbaras de las que descendemos". Ya que  "en el fondo inconsciente del alma popular, como estrato hereditario de ese multisecular proceso psíquico de la sumisión de los hombres a un semejante suyo, ha quedado la sugestionabilidad, el fácil sometimiento voluntario en apariencia determinado en realidad por las remotas causas explicadas, al querer de un jefe" (ARCAYA, PEDRO M.: Estudios de Sociología Venezolana; Editorial Cecilio Acosta, Caracas 1941, pp. 11-13).         
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El cientificismo positivista se refleja cabalmente en el estilo y las temáticas del naturalismo literario venezolano de Manuel Vicente Romerogarcía,  Manuel Vicente Urbaneja Achelpohl, Miguel Pardo y Teresa de la Parra. José Rafael Pocaterra participa del naturalismo aunque es acérrimo enemigo del gomecismo y de sus intelectuales. La obra de los naturalistas positivistas se caracteriza, ante todo, por el “realismo”, que pretendía pasar por fiel reproducción de la verdad. Luego, por el telurismo, por la insistente descripción de paisajes rurales por autores en su mayoría citadinos. Además, por una presentación peyorativa del pueblo, al cual se describe esencialmente por sus carencias y atrasos. Por la creación de personajes símbolos, que representan en forma casi unilateral modos de vida, regiones, clases sociales. Y en contraste, por la presencia de personajes que intentan implantar proyectos de modernización agraria o civil en dura lucha con el atraso y la indiferencia.
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El ideario positivista también influye en la escuela literaria modernista. La mayoría de los modernistas son asimismo positivistas: en la base de su pensamiento están el laicismo, el escepticismo, el hedonismo, un vitalismo mezclado a veces con cierta complacencia en el pesimismo y en la decadencia, y la convicción de que el atraso y la fealdad del mundo americano deben ser corregidas mediante formas estetizantes derivadas de la cultura europea o de un vago cosmopolitismo visto a través del cristal de aquella. En el plano estético, estas convicciones se manifiestan mediante un extremo sensorialismo (después de todo, para el positivista el único origen del conocimiento es la sensación); en un gusto por el ritmo tanto en el verso como en la prosa (todo ritmo expresa vitalismo) y en un continuo empleo de alusiones y comparaciones foráneas para prestigiar la descripción de lo americano. Son  positivistas Manuel Díaz Rodríguez, Rufino Blanco Fombona y Pedro Emilio Coll y, en los momentos más vigorosos de su prosa, Rómulo Gallegos. Es modernista Enrique Bernardo Núñez, aunque denuncia a los teóricos positivistas y descree de sus proyectos modernizantes.
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El positivismo venezolano no muere con sus epígonos literarios. Persiste en los planes inmigratorios de Alberto Adriani, Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez, que traían europeos para “blanquear” el país y excluían asiáticos y afrodescendientes. Resucita en los episodios dictatoriales de Pérez Jiménez y Carmona Estanga; en el aterido racismo y elitismo de nuestra derecha, en su pavor y desprecio hacia el pueblo. Una ideología que caducó en el siglo XIX todavía pretende regir nuestro siglo XXI. Lo viejo no termina de morir para dar paso a lo nuevo.
(TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO)

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La verdad sobre la inseguridad
La manifestación que intentó destruir el edificio de la Fiscalía el 12 de febrero con saldo de dos muertos, seis decenas de heridos y cinco vehículos incendiados decía protestar contra  la inseguridad.

Las cifras sobre la inseguridad en Venezuela vienen de una Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana 2009, (Caracas, mayo 2010)realizada por el INE,  que entre otras inconsistencias “percibió” que ese año 21.132 homicidios habrían causado sólo 19.113 víctimas, y nos asignó una exorbitante tasa de 75,08 homicidios por 100.000 habitantes.

Pero basándose en el conteo real y objetivo de cuerpos del delito,  el ministro del Poder Popular para Interior y Justicia Rodríguez Torres declara  el 28 de diciembre de 2013  que la tasa real de homicidios para ese año es de 39 por cada cien mil habitantes, casi la mitad de la “percibida” por encuestas (AFP).

        La divulgación de estas cifras desmontaría por sí sola la campaña de pánico fraguada por medios de comunicación  y ONGs, según las cuales la tasa de homicidios en nuestro país sería “más del doble de la de Colombia y más de cuatro veces la de Irak” (Crisis Group N°38, 17 de agosto 2011). Pero por una u otra razón los medios de servicio público no han divulgado la verdad con el énfasis suficiente.

Parece que nuestro país hubiera sido víctima durante un quinquenio de una operación de Guerra Psicológica para exacerbar el pánico y detonar violencias “contra la inseguridad” destinadas en realidad a derrocar por el terror al gobierno bolivariano democráticamente electo, que en las últimas elecciones obtuvo el 75% de las alcaldías, con una ventaja de diez puntos y medio del total de los votos sobre la oposición.
      Terrorismo contra  democracia
     Todos  los que han seguido las agresiones violentas en Venezuela habrán advertido las siguientes características:

-Se focalizan  primero en 19, luego en 9 y finalmente en 6 y en 2 municipios de clase media o media alta,  gobernados por alcaldes opositores, algunos en estados fronterizos.

-Los alcaldes opositores y sus policías municipales fomentan y protegen las violencias, al punto de que agentes de la Policía de Chacao asesinan a una agente del Servicio Bolivariano de Inteligencia que detiene a uno de los violentos, y se hace necesario que el Tribunal Supremo de Justicia, respondiendo a demandas de sus vecinos,  inste a las alcaldías a abrir las vías bloqueadas.

-Los participantes se presentan ante los medios como jóvenes estudiantes, pero luego son suplantados por adultos, encapuchados y marginales, al extremo de que de 1.529 detenidos en un mes de violencias, (la inmensa mayoría liberados a las pocas horas) sólo un tercio son estudiantes.

-En lugar de manifestar pacíficamente, los violentos cortan las vías en las alcaldías opositoras, impiden por la fuerza el paso a los vecinos y los secuestran en sus hogares, los asfixian quemando basura   y destruyen árboles,  señalizaciones, edificios públicos, instalaciones eléctricas y telefónicas, transportes colectivos y de alimentos.

-Los terroristas recurren a la amenaza, la agresión física y al asesinato con disparos en la cabeza y tiros por la espalda y trampas contra personas, para finalmente progresar hacia el saqueo y el cobro de peaje.

-Los terroristas utilizan armas de fuego con mirillas láser, son seguidos por “sombras” que recogen los casquillos para evitar la identificación de las armas, y esgrimen artefactos para destruir neumáticos, bombas de fragmentación y trampas contra personas.

-Se pertrechan regularmente de dinero, alimentos, ropas, capuchas, sustancias incendiarias y armas en centros de acopio cercanos a los disturbios, algunos de los cuales han sido allanados en jurisdicción de las alcaldías opositoras.

-Las arremetidas terroristas recurren durante cuatro semanas, período inusual para manifestaciones espontáneas, que por el contrario evidencia una coordinación, organización, entrenamiento  y financiamiento de largo alcance.

-Las acciones terroristas no tienen  una finalidad en sí mismas, sino la de simular para los medios  un escenario de supuesta “guerra civil” en 6 y finalmente 2 de los 335 municipios de Venezuela.

Las mencionadas son prácticas, tácticas o logísticas que no presentan ni la más remota semejanza con las de un movimiento estudiantil o juvenil.

     Mucho menos había  contado ningún movimiento “juvenil” del mundo con el sospechoso y automático respaldo de  la Sociedad Interamericana de Prensa, la cual dedica en todos sus diarios afiliados una página diaria a denigrar de Venezuela; ni de la inmensa mayoría de los medios privados, que exaltan los delitos de los opositores mientras ocultan las masivas y contundentes manifestaciones por la paz de las mayorías bolivarianas.

    Y en ningún caso movimientos estudiantiles o juveniles aceptarían ni gozarían del apoyo del  ex presidente colombiano Uribe, quien trata de recoger un millón de firmas contra nosotros; del presidente de la OEA, el cual intentó enviar una comisión investigadora al país, del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU quien pide  a Venezuela que enjuicie a los responsables de ataques contra manifestantes antigubernamentales(http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/politica/onu-pide-a-venezuela-enjuiciar-la-muerte-de-manife.aspx#ixzz2tX88l5ZO), del Secretario de Estado de estadounidense,  y de la Cámara de Representantes de ese país, la cual deplora “la inexcusable violencia perpetrada contra líderes opositores y manifestantes en Venezuela".

Ni uno solo de tales organismos y políticos  se han movilizado jamás a favor de jóvenes ni estudiantes: siempre lo han hecho a favor de  intervenciones imperiales atroces contra gobiernos democráticos o nacionalistas.

 Mediante la perpetración de actos violentos, terroristas encapuchados sólo intentan justificar un golpe de Estado, una intervención extranjera, o el establecimiento de un “territorio liberado” que legitime una secesión de los ricos estados fronterizos.
 
      Terrorismo de alquiler
 Hace  una década alerto contra una infiltración paramilitar que  suplanta al hampa criolla, domina comercio informal y contrabando de extracción,  impone alcabalas, cobra vacunas, trafica personas y estupefacientes, legitima capitales, regenta bingos y casinos, compra empresas de transporte y de producción, asesina sindicalistas agrarios y urbanos,  y que podría impedir la movilización popular (La paz con Colombia. Caracas, Ministerio de Comunicación e Información, 2008). He reiterado la advertencia en libros como La cuestión colombo-venezolana, en colaboración con Iraida Vargas, Mario Sanoja, Eva Golinger, Miguel Ángel Pérez Pirela y Sergio Rodriguez, con prólogo de Piedad Córdoba,  Caracas, Editorial Ipasme, 2012, y La invasión paramilitar. Operación Daktari, en colaboración con Miguel Ángel Pérez Pirela, Caracas, Correo del Orinoco, 2012.

 Estamos ante la materialización de estas advertencias. Una red de agentes de perturbación focalizados en las principales alcaldías opositoras no podría sostenerse durante casi un mes sin apoyo de una compleja red terrorista.  Lo advierte también en inteligente artículo Julio Escalona:

4) El capital financiero transnacional se ha ido asociando al narcotráfico, tráfico de armas, de personas, lavado de dinero, comercio de esclavos, etc.Es probable que en lo descrito se pueda estar dando un vínculo entre sectores financieros asociados a la oposición de extrema derecha, precisamente, con el crimen transnacional y los problemas de seguridad que azotan a la sociedad venezolana y a otras de nuestro continente latinocaribeño. Esa asociación es otra de las fortalezas de la derecha fascista que se mueve en Venezuela.
Por esas y otras vías el capital financiero se relaciona con la formación de grandes ejércitos privados y en general a la privatización de la guerra. Esos ejércitos privados han participado en las guerras de Irak, Afganistán, Libia, Siria, Colombia; en la desestabilización de gobiernos, invasiones, sicariato, atentados, sabotaje... Son ejércitos de mercenarios, que eufemísticamente son llamamos “contratistas civiles”.
El microtráfico de drogas es una variante del crimen transnacional, que como ya señalé se relaciona con la formación de pandillas, con los enfrentamientos entre ellas, la generalización de atracos, secuestros exprés, el sicariato y las más diversas formas de criminalidad. Esta es una de las raíces de los problemas de seguridad en Venezuela, México, Colombia, EEUU... Por supuesto, la seguridad tiene raíces internas (aun cuando hoy día es muy difícil definir la frontera entre lo “interno” y lo “externo”); pero las redes del crimen transnacional se van extendiendo por los intersticios de la sociedad venezolana. No es una simple amenaza circunstancial. Tiene una tremenda significación estratégica como grave amenaza a la seguridad del Estado, a la estabilidad de las instituciones y para la paz y la vida cotidiana de nuestra sociedad, para la economía, para la salud, etc. Es un componente esencial de la estrategia de desestabilización permanente.
5) Han aprendido de la política “social” basada en la dádiva y el terror impulsada por Pablo Escobar y el “Chapo” Guzmán, inspirada en la más antigua tradición mafiosa.
Apoyándose en el estímulo a los intereses individuales y a métodos ilegales, orientados a socavar al Estado y las relaciones de solidaridad, los grupos narco-paramilitares han venido perfilando algo así como una política “social” mafiosa.
Un aspecto es la política de “microcréditos”, que en su desenvolvimiento puede vincularse con el microtráfico de drogas, que llegado el caso puede suministrar fondos para cancelar los créditos recibidos. Es una múltiple subordinación.
Usando los fondos acumulados a través de acciones delictivas van distribuyendo “créditos” entre la población pobre con diversos fines (consumo, microempresas, pequeños negocios, problemas familiares...), pero con el claro propósito de construir redes de poder e ir suplantando al Estado venezolano. Con los microcréditos, combinados con la extorsión, el chantaje y el miedo, han ido echando las bases de una política “social” en correspondencia, como ya dije, con la más antigua tradición mafiosa (“La estrategia imperial de ingobernabilidad permanente contra el gobierno bolivariano”, 05-03-2014).

       El fenómeno también ha llamado la atención de Raúl Zibechi, en su penetrante artículo “Derechas con look de izquierda”:
En todo caso, las derechas han sido capaces de crear un dispositivo “popular”, como el que describe Rafael Poch, para desestabilizar gobiernos populares, dando la impresión de que estamos ante movilizaciones legítimas que terminan derribando gobiernos ilegítimos, aunque estos hayan sido elegidos y mantengan el apoyo de sectores importantes de la población. En este punto, la confusión es un arte tan decisivo, como el arte de la insurrección que otrora dominaron los revolucionarios (Alai-América Latina, 7-3-2014).

         Debemos afrontarlo: así como las aspiraciones imperiales de dominar nuestra industria de los hidrocarburos y la presencia paramilitar son constantes con las que habrá que lidiar a largo plazo, también debemos prever una prolongada alianza entre ambos factores para desatar una escalada de violencia política, que se está sumando a la ya excesiva violencia del hampa común.

      La aparición de esta nueva violencia terrorista de origen político y con conexiones internacionales obliga a considerar el problema de la seguridad a la vez desde el punto de vista geográfico, social, económico, político, estratégico, cultural e internacional, mediante la coordinación de todos los órganos de los poderes públicos y todas las fuerzas sociales para la adopción de medidas a la altura de la gravedad de la situación.

         No termina de comprender la ultraderecha venezolana las dimensiones del monstruo que está animando para la persecución de sus intereses mezquinos.

         En la inauguración de la Conferencia Permanente por la Paz convocada por el presidente Maduro, alertó José Vicente Rangel contra la instauración en Venezuela de una “cultura de la muerte”.

         O la desactivamos, o nos desactiva a todos.
(TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO)


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