jueves, 20 de marzo de 2014

Después de la guarimba


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Durante este mes hemos visto la metamorfosis de una protesta planificada con años de antelación. Una especie de trampa en la que cayeron amigos opositores que salieron a marchar con sus razones creyendo que eran las razones de todos. Si bien el 12 de febrero marcharon estudiantes, en su marcha había sujetos que sabían desde el comienzo cómo terminaría la jornada. Y terminó como terminó y comenzó lo que hoy el 85% de los venezolanos rechaza y exige que termine ya: Las guarimbas, esta vez con nuevos ingredientes de terror que nos remontan más allá de nuestras fronteras.
Cada vez más, reportan los vecinos que quienes mantienen las barricadas, los más violentos, no son de ahí. Y es que todos conocemos quién vive en nuestras calles, sabemos que en el piso 5 vive Fulana con sus dos hijos y su mamá, sabemos quién es el señor de la casa de enfrente, sus perros nos mueven la cola cuando pasamos por ahí… A pesar de nuestras diferencia políticas, siempre supimos convivir, y en el peor de los casos, supimos ignorarnos.
Hoy las guarimbas pretenden imponernos conductas más que deplorables que no son nuestras. la parapolítica del miedo, la intimidación, el cobarde anonimato reptando bajo las puertas en forma de papelito, señalando a chavistas, instando a sus vecinos a sacarlos de sus casas, y si no se dejan, pues quémenle esa vaina. Fotos de niños publicadas para amedrentar a sus padres. Calles de urbanizaciones del este del Este que parecen zona de guerra, tierra de nadie, o mejor dicho, tierra de gente aterrada por delincuentes a quienes oponérseles te convierte en blanco ¿Tú como que también eres chavista?. Calles de miles tomadas por veinte violentos encapuchados, delincuentes importados que atacan enloquecidos a cualquiera, opositor o chavista, que necesite pasar. Ni las ambulancias de salvan, y por supuesto, los pacientes dentro de ellas tampoco.
En la zonas de guarimba se respira la orfandad política, electores abandonados por sus dirigentes que se lavan las manos en el charco de la complicidad, jugando otra vez al atajo y luego al “yo no fui”.
Se apagarán la guarimbas y yo me pregunto si con ellas se extinguirán también esos “liderazgos”, guarimberos reincidentes de 2002, 2004… ¿O acaso se impondrá otra vez el síndrome de Estocolmo?

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