Por Yndamiro Restano Especial para HORA DE CAMBIOS
Todo el que conciba el socialismo como una guerra feroz contra el individualismo es un estalinista o un fascista. Y tanto para unos como para otros, las personas son masas a manipular, a controlar, a conducir como un rebaño. La anulación de la individualidad no conduce al socialismo sino al más fiero egoismo que es el egoismo frustrado por la opresión. Sin socialistas no se puede construir el socialismo. Y ser socialista no significa sentir odio y repulsión por los capitalistas sino transmutar el mecanicismo y la necesidad natural en creación conciente. El socialismo no es un quítate tú para ponerme yo ni
es solamente un asunto de tenedor y cuchillo como decía Rosa Luxemburgo. Las ideas de ayuda mutua, de libertad y de justicia social, son tan viejas como el mundo. Corresponden a la intelectualización de la parte heróica del hombre. Pues, quien piense que el hombre no posee una individualidad o es un loco o es un resentido o quiere aplastar la racionalidad de la especie en su propio beneficio personal y en el regodeo enfermizo de su propio ego.Los seres humanos poseemos un ego agresivo, individualista a ultranza, que responde a la Voluntad de Vivir y un yo profundo, nuestra conciencia. Desde la conciencia nace el encuentro con el otro, la parte heroica. Para el ego: el infierno es el otro. Para la conciencia, el otro es su razón de ser.
Por supuesto, la praxis socialista, se logra desde la conciencia socialista y la conciencia humanista o socialista se alcanza, a partir de nuestra autoconstrucción heroica. Desde la sumisión y el fanatismo se puede construir otra cosa, pero no un sistema socialista o una civilización socialista. Una cosa es el juego a ser revolucionario y otra ser un revolucionario auténtico. En el capitalismo, quizás en las mayorías, el ser social determina la conciencia social. En el socialismo no es así. Precisamente, es al revés. Quíen puede organizar una cooperativa con gente avariciosa? Las condiciones subjetivas priman sobre las objetivas en el caso del socialismo. Por supuesto, la práctica de la creatividad y la vivencia dentro un contexto realmente socialista, contribuyen al crecimiento del individuo hacía su plenitud existencial, siempre que la persona se autoreconozca como sujeto de su propia autoemancipación.
El ser humano es un individualista solidario. Y sobre esa base hay que concebir el socialismo y cualquier otra hipótesis que pretenda contribuir a la autoliberación de la humanidad. El mismo héroe que se lanza al río turbulento para salvar a un congénere, es el mismo que un día insólito miente por alcanzar una posición de poder. Desde luego, hay gente que tiene más de héroe que de villano. Los primeros luchan por la Revolución. Los segundos por el poder. Pero las mismas cosas que pasaban en Versalles en la época de Luis XVI, pasan en Miraflores, en la Casa Blanca y en el Palacio de la Revolución en la Habana. La conciencia del ser humano es la que nos hace libres. Hay que actuar por conciencia: ese es el socialismo democratico. Nunca por embullo o por consignas o por envidias convertidas en mecanismos de poder. Sin un trabajo personal del individuo sobre sí mismo que le permita reconocerse como lo que es, una individualidad solidaria, no hay socialismo. En este sentido, tan importante como la educación científica es el estudio de la filosofía.
Todas las naciones que pretendan construir un mundo mejor, que por supuesto es possible, deberían colocar en un lugar alto y visible, aquel apotegma que estaba en el fronstispicio del templo de Delfos:
CONOCETE A TI MISMO.
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