sábado, 30 de noviembre de 2019



Jeanine Añez, ¿por qué odia a los indígenas?



POR OLLANTAY ITZMNÁ
La autoproclamada gobernante inconstitucional de Bolivia, Jeanine Añez, por su apellido aparenta ser descendiente del Escudo Añez de Sevilla, España. Y por su primer nombre, de alguna comunidad francófona o anglófona. Pero, sus facciones físicas (frente y pómulos pronunciados, nariz semiaguileña, labios diminutos y gruesos cabellos) la delatan como una aborigen andina boliviana, muy a pesar de su cabello teñido.
En las repúblicas criollas fue (y aún lo es) muy común la castellanización (o traducción) de los apellidos indígenas para ser “permitidos” como ciudadanos en los estados etnofágicos.
Así, por ejemplo, los Mamani (que en aymara significa águila) se inscribían en el Registro Civil como Aguilar, Halcón, etc. Los Qhespi eran registrados como Quispe, Quisbert, etc.
En el caso de la boliviana autoproclamada, Jeanine Añez, su apellido inicialmente fue Añas (que en quechua significa zorrino), pero sus ancestros lo castellanizaron como Añez para evitar y/omitigar la discriminación racial cotidiana, y así intentar legarle “ciudadanía”
Con seguridad que los ancestros inmediatos de Jeanine migraron de la zona andina de Bolivia hacia el amazónico Departamento de Beni, en las olas migratorias internas promovidas por el Estado boliviano, durante el pasado siglo. Y, como toda migrante andina de segunda generación, Ella se asumió más camba (habitante del Oriente del país) que los mismos aborígenes del lugar.
¿De dónde proviene el racismo y fundamentalismo de Jeanine Añez?
Los diferentes mensajes racistas y fundamentalistas posteados en sus redes sociales contra los pueblos indígenas, la frialdad con la liberó de responsabilidades penales, mediante Decreto, a los militares y policías que masacraron bajo su mandato a más de 30 aymaras y quechuas en cuestión de horas, y la naturalidad con la que es capaz de discursear a sus víctimas sobre la “cultura de la no violencia”, en un país con calles impregnadas con aroma a sangre humana fresca, nos indica que Añez es una mujer racista deshabitada.
Ella padece una esquizofrenia cultural/identitario que hace que odie lo que es (indígena) y ame lo que no es (española), producto de su condición de mujer colonizada.
Odia su cuerpo indígena, intenta ocultar sus facciones indígenas en busca de ser “aceptada” como integrante de la “familia camba”, supuestamente descendiente de españoles. La identidad camba, en los hechos, se afianza en la negación violenta del “ser qholla” (andino). Las masacres contra pueblos indígenas, en buena medida, son acciones afirmativas de la “identidad camba”. Añez para demostrar que no es Añas tuvo de realizar acciones afirmativas como Añez.
Un aborigen oportunista, para llegar a ser “indio permitido” en el sistema colonial y/o republicano debía necesariamente traicionar/vender, sacrificar, a sus parientes. Sólo así gozaba del “beneficio de la duda” del patrón. Es decir, cuanto más muestras de odio y desprecio por los suyos expresaba un “indio asimilado”, más “aceptado y querido” se sentía por su patrón. Aunque éste jamás lo llegaba a aceptar o querer como parte de su gueto.
Jeanine Añez padece este síndrome de la mujer deshabitada. Sueña, se esfuerza, incluso masacra a su familia indígena, para demostrar que Ella no es indígena, pero jamás llegará a ser la sevillana o andaluz que sueña ser. Porque los cambas jamás la admitirán como tal, ni sus facciones qhollas le permitirán ser camba.
Lo cierto es que la quincuagenaria Dictadora democristiana se hunde en la vorágine de la anomia existencial, consumida por el sentimiento de culpa de ser la Malinche de América Latina Plurinacional en pleno siglo XXI.

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