jueves, 18 de abril de 2019

Un Obsequio de Augusto Dávila: "LA HUMILDAD"
Poco tiempo después de la derrota del Sandinismo en Nicaragua, vino el Comandante Tomás Borge a Caracas y dictó una charla en la Universidad Central de Venezuela. Al terminar la conferencia, de manera informal, un grupo de jóvenes improvisó una tertulia con Borge. El Wikingo, así se llama quien para la época era un aventajado estudiante de Geología, hoy curtido revolucionario forjado en mil batallas y abundantes derrotas, le preguntó: "Comandante, ¿por qué el Sandinismo fue derrotado?”Y el Comandante-poeta respondió relancino: "Porque perdimos la humildad". Más que una frase fue un flechazo al alma. Sólo un poeta podía resumir todo un proceso en un verso, en un epitafio.
La pérdida de la humildad arrastra dos vicios: la ostentación y la soberbia. Estos pecados hacen mucho daño a una Revolución. La ostentación trae el mal ejemplo, la desconfianza, el derroche: los carros, las prendas, las ropas caras, el reloj, casas suntuosas, son malas compañeras para la Revolución. La soberbia vuelve ciegos y sordos a los dirigentes a cualquier nivel, no atienden a la masa, de ella se separan. Pero lo peor es que nubla la mente, impide el entendimiento, desprecia el estudio, cultiva la vanidad, se cree sabio, simula sapiencia, da todo por sabido, confía en ese raro invento que llaman “los saberes”, éstos se transmiten por ósmosis, sin esfuerzo.
La soberbia impide la discusión. ¿Si todo se sabe, para qué discutir? La discrepancia necesaria para el debate se califica de desobediencia, los argumentos contrarios se descalifican. Las advertencias de la necesidad de corregir el rumbo, son atrevimientos de "loquitos" ¿Cómo se va a equivocar quien todo lo sabe? Las alertas de las amenazas del imperio son desestimadas, las encuestas todo lo cubren.
Razón tenía el Poeta-comandante, la pérdida de la humildad es letal para una Revolución.
Sería un buen ejercicio explorar las causas de la pérdida de algunas Revoluciones, sin duda la enseñanza será importante."

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