Para recobrar la soberanía de nuestro
destino
Por: Manuel Taibo
Hemos puesto de manifiesto que para recobrar la soberanía de nuestro destino frente al desafío de nuestra insuficiencia en la producción de alimentos y de artículos de consumo diario hace falta una toma de conciencia; intentaremos describir los pacientes esfuerzos que se requieren. El alto nivel de industrialización tiene una enorme importancia, tanto práctica como teórica. Es una prueba de la gran potencia económica y defensiva del país. Es una demostración convincente de la perfección de la economía socialista planificada, ya que la economía capitalista jamás ha conseguido éxitos decisivos en el país. Sus condiciones son fáciles de enunciar. Las maneras de contraatacar están claramente trazadas. Liberación de las energías cautivas de estructuras anticuadas, mediante una revolución en las técnicas de organización. Revolución que debe traer consigo la renovación de la capacitación del pueblo y de las relaciones sociales.
1º Transformación de los métodos de asociación, de convergencia, entre las unidades productivas, la Universidad y el poder político.
2º Educación profunda y generalizada de los jóvenes y renovada y permanente en los adultos.
3º Liberación de las energías cautivas de estructuras anticuadas, mediante una revolución en las técnicas de organización. Revolución que debe traer consigo la renovación de la burguesía y de las relaciones sociales.
Si los venezolanos queremos ser dueños de nuestro crecimiento, es decir, de nuestro destino, no debemos seguir la ruta de la autarquía nacional. Está demostrado que lo que se llama socialismo tiene la mayor posibilidad de encontrar los medios de su propia acción dentro del marco estrecho, para la ambición de una economía moderna, de una nación. Al crear la propia metalurgia, las zonas pueden desarrollar la producción de diversas máquinas. A su vez, la producción de maquinaria permite fabricar, con materias primas y energía, equipos técnicos para la industria transformativa, para la agricultura y el transporte. La demostración realizada por Noruega tiene validez para toda política “voluntarista”, de la cual es el socialismo uno de los mejores aspectos más posibles.
Un esfuerzo voluntario para procurarnos los medios de concebir y realizar un modelo venezolano sólo puede ser con los Consejos Comunales. La escala nacional es insuficiente para las unidades productivas, en casi todos los sectores económicos avanzados. El cuadro de la nación es demasiado exiguo para asegurar el conjunto de las necesidades en productos de consumo. Y su diversificación impone especializaciones que prohíben toda idea de autarquía. La economía socialista, basada en grandes haciendas, puede resolver muchos problemas de perfeccionamiento de la maquinaria agrícola y de mejoramiento de la tierra, la irrigación, etc., que la dispersa economía basada en pequeñas haciendas individuales era incapaz de afrontar.
Sería imprudente confiar en una convergencia natural de intereses, en las proezas conciliadoras de los políticos, o en una armonía espontánea de los servicios. Para resolver eficazmente problemas colectivos de esta envergadura, las Comunas inventaron, hace mucho tiempo, una cosa llamada poder político. Sólo la sociedad comunista soñada por Marx podría pasar sin él. Pero eso no existe. Una lógica elemental, no derivada de ningún apriorismo dogmático, sugiere que nuestro pueblo, para lograr la prosperidad, debe participar en el poder. La cosa, por otra parte, no tiene ningún misterio, y no justifica pasión ni aprensión excesiva.
El nivel alcanzado por la producción agropecuaria no satisface la creciente demanda de comestibles para la población y de materias primas agropecuarias para para la industria. Hay que desarrollar todas las ramas de la economía agropecuaria, y ante todo la producción de cereales. La formación de grandes unidades productivas, la realización de grandes proyectos, exigirán la unificación de las normas jurídicas y fiscales que interesan al pueblo, una selección lúcida entre lo que debe morir y lo que debe nacer, e iniciativas vigorosas para desarrollar los sectores del porvenir, para combinar, en fin, los esfuerzos de la Industria, de la Universidad y de la Administración. ¿Quién ideará esta estrategia?
Una mejor comprensión de la dialéctica moderna, que podría titularse “Comité-Estado”. La elección de un objetivo importante puede proceder, perfectamente, de un comité en el cual se asocien funcionarios y técnicos. Pero una vez escogido el objetivo, debe haber un solo responsable. Este “director”, honesto y responsable de la marcha de la operación, sea grande o pequeña, pero sobre todo si es grande, debe gozar de una amplia libertad de acción y de autonomía en sus decisiones. Esta dialéctica es especialmente mal comprendida y, de una manera general, en nuestros países de tradición latina.
Las dificultades que habrá que vencer no son financieras ni técnicas; son políticas. Hacer un plan-cálculo, realmente integrado, sin secretos nacionales, sin el desastroso principio del “justo retorno” y con la indispensable unidad de mando, es hacer federalismo en el sector clave de la producción. La producción global de carne, leche, mantequilla, huevos, están muy por debajo de la demanda. Sin embargo, el aumento del número de cabezas de ganado colectivo y su productividad son insuficientes. Hay que crear una base forrajera estable, elevar considerablemente la productividad de la ganadería, incrementar con mayor rapidez el número de cabezas de ganado, mejorar sus razas y, en los próximos años, aumentar en gran medida la producción pecuaria.
De repente, el mundo llamado desarrollado se dio cuenta de que dependía totalmente, en lo más vital: energía, del mundo que aquél siempre había colonizado, explotado y dominado. No sólo no nos lo perdonarían jamás, sino que juraron y se aseguraron de que no volvería a suceder. Paradójico destino el de Nuestra América: una acción de autonomía nos ha devuelto a la sujeción. Hoy más que nunca están limitados los precios del petróleo y, por sobre todas las cosas, crecimiento de la ya abismal desigualdad del ingreso.
La tarea fundamental de la edificación del socialismo en el campo consiste en hacer pasar a la masa principal del campesinado de la vieja senda del “conuco” a una senda nueva, a la senda socialista. Esto se logra mediante la colectivización, es decir, mediante la paulatina agrupación voluntaria de las economías campesinas en cooperativas de producción. La colectivización supone el paso de la pequeña propiedad privada, individual y atrasada, a la gran empresa agrícola socialista, dotada de máquinas, ayuda financiera y técnica permanente. Técnicos que vivan en la zona de trabajo. No abandonar al campesino en el monte, como burro en sabana.
Una vez definidos los ejes de acción, elegidas las grandes operaciones y establecidos los lazos entre el esfuerzo productivo y la ayuda del Estado, habrá que organizar relaciones nuevas, adaptadas al progreso tecnológico, en el conjunto “Producción-Universidad-Estado”.
“Como pueblo nos equivocamos cuando creíamos que así como con el ingreso petrolero podíamos comprar artefactos y cachivaches, podíamos comprar el desarrollo, podíamos comprar la siembra del petróleo, podíamos comprar industrialización y desarrollo social. Pero no es así. Con el dinero petrolero se puede obtener máquinas pero no industrialización; se puede adquirir alimentos y medicinas, pero no desarrollo social. De la capacidad o no del socialismo a la “venezolana” para superar esta crisis histórica y lograr en paz un nuevo equilibrio nacional depende la solución de los grandes interrogantes que la clase dirigente del PSUV tiene planteado en lo que va del siglo XXI”.
¿Quién será el árbitro de lo que hay que elegir? ¿Quién, el promotor de las operaciones? ¿Quién se constituirá en garante, ante el Poder Ejecutivo, el pueblo y los universitarios, de que todo ello tiene un carácter nacional?
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!
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