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Hace unos días me forcé a ver el discurso que John Kerry, secretario de Estado de EEUU, pronunció en relación con el problema sirio. Lo más curioso es que me sentí como si hubiera viajado mentalmente al pasado, a febrero de 2003. Me sumergí en un mundo de recuerdos y ante mis ojos apareció una gran sala del Ministerio de Información de Irak en Bardad. Un nutrido grupo de periodistas está esperando delante de una pantalla enorme a que el entonces secretario de Estado, Colin Powell, haga una declaración. Mientras aguardan, los rusos estamos comiendo bocadillos y plátanos ofrecidos por los iraquíes, un deleite inaccesible para los periodistas estadounidenses. Por fin, apareció en la pantalla el general Colin Powell sosteniendo una probeta y pronunció un discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU sobre las armas de destrucción masiva de Irak. Aunque en 2013 John Kerry haya hecho una declaración sobre el problema sirio sin probeta, las dos situaciones se parecen muchísimo. No sólo Kerry sino todos los países occidentales acusan a Bashar Asad de emplear las armas químicas contra los civiles. Coinciden en que es inadmisible, que la sociedad civilizada no puede aguantarlo más y tiene que adoptar las medidas (por ejemplo, la intervención militar) contra el dictador. En mi opinión, aunque sea cínica, todo esto es la repetición de los acontecimientos de hace 10 años. Como aquel entonces, esta verborrea parece poco convincente. Me inclino a admitir que el estilo político de Asad es severo, pero para mantener las riendas del poder en una potencia oriental como Siria, uno debe ser capaz de tomar decisiones firmes, por no decir radicales. Occidente interpreta como un hecho consumado el empleo de armas químicas por Asad contra la oposición, pero semejantes afirmaciones parecen algo descabelladas. No descarto que Bashar Asad se capaz de utilizar cualquier clase de armas contra sus ciudadanos insumisos. Pero sería un puro despropósito hacerlo cuando uno está a punto de ganar la guerra civil. ¿Para qué daría el líder sirio a Occidente una ocasión para intervenir? Lo haría un político poco perspicaz, y Asad no lo es. Todo esto parece inverosímil. Tal vez, mi opinión podría cambiar al aparecer muestras palmarias de lo contrario, pero ahora califico estas declaraciones como pura campaña de intoxicación y de presiones psicológicas. Es obvio que las discusiones sobre armas químicas no son otra cosa que un pretexto. En vista de ello, sería apropiado estudiar las diferencias entre la situación en Irak en 2003 y la de Siria en 2013. De hecho, la guerra en Irak la desencadenaron unos políticos estadounidenses enajenados. El sentido general de la operación militar puede ser descrito con una famosa frase de Bush, que proclamó que los líderes iraquíes querían asesinar a su padre. Ahora, los principales adalides de la intervención militar en Siria son las potencias de Oriente Próximo, como Arabia Saudí, Qatar y Turquía. En 2003, EEUU emprendió una campaña militar en Irak sin pensarlo dos veces. En 2013, Washington actúa con mayor prudencia e intenta llevar bien el paso. De lo arriba expuesto se infiere que Obama y George W. Bush no son equivalentes. La política exterior de Bush se asemejaba mucho a la rusa y consistía en plantear las dificultades para encararlas después heroicamente. La situación de Obama es completamente distinta de la de Bush, ya que el actual inquilino de la Casa Blanca tiene que afrontar los problemas surgidos antes de su investidura. Se ve obligado a maniobrar para encontrar soluciones eficaces que no traigan consecuencias indeseables. La política internacional es un juego competitivo en el que a ninguno de los participantes le preocupan las circunstancias, ni los problemas objetivos que afronte. Lo único que vale es el resultado. Por mucho que se empeñe Obama en prever todos los zigzagueos de la situación, de todas formas puede meter la pata. Casi cada decisión política entraña un fallo posible, pero en el caso de Siria la probabilidad de errar es demasiado alta. No soy el único que opina así. El subdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EEUU, Michael Morell, que ha presentado su dimisión, durante el ejercicio del cargo anunció que la mayor amenaza para EEUU la presenta el derrocamiento del régimen de Asad. Zbigniew Brzezinski, prestigioso analista y maestro de la intriga política, recomienda a Obama actuar con mucha precaución en Siria. A modo de colofón, no quisiera verme en el puesto de Obama. Su situación es mejor que la de Asad, pero peor que la de Bush hijo. Bush no tiene que atormentarse buscando soluciones políticas, mientras que Obama no podrá evitarlo. |
jueves, 29 de agosto de 2013
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