CHAVEZ EL FLORENTINO
Federico Ruiz Tirado
Pasado el referéndum revocatorio de 2004, en el transcurso de un acto político en el Poliedro, cuando aún el partido Patria Para Todos estaba gozando de las mieles del poder, Hugo Chávez me preguntó en presencia de Aristóbulo, Alí Rodríguez y unos dirigentes del PPT que recordar no quiero, sobre ciertos detalles de nuestro encuentro con Alfredo Maneiro en Maracay. Le dije hora y fecha, con cierta prisa y esquivándole la cercanía de su cara, como hablaba él con sus amigos, porque yo andaba "oloroso" a caña y el tufito ya había sido percibido por Aristóbulo y Hermes Carreño, paisano y miembro de la Seguridad en aquella ocasión.
"Me jodí", pensé, cuando lo vi caminando sonriente y con su aguda y pícara mirada clavada en mi rostro. Era una mañana de octubre de ese año. Sabía por Adán que a Hugo no le gustaba eso de sentir el olor a aguardiente de sus Ministros, allegados y colaboradores más cercanos. Yo no ostentaba ninguno de esos rangos, pero era su amigo, su hermano, y muchas veces, sobre todo antes del 4F y en los tiempos de nuestra adolescencia, bebimos juntos y comimos chicharrón en las carreteras llaneras. Esa me vez sentí un pudor frente al Comandante, al Presidente, al Jefe, al Líder.
Tres horas después con mi tufo algo disminuido, hablando en grupo, me lanzó una recta inesperada: "¿Y qué te pareció la vaina de Florentino y el Diablo?" Yo, esta vez orgulloso de mi aliento y de él, le dije cara a cara: "Hasta Ramos Allup y los adecos te deben estar agradecidos por releer a Alberto Arvelo Torrealba!"
Hoy, a nueve años de ese suceso tan extraordinario que fue el RR, pienso que si Chávez se hubiera formado en las fuentes del marxismo leninismo y en vez de ese referente tan nuestro que representa el duelo entre el Bien y el Mal expresado en Florentino y el Diablo, hubiera apelado a los relatos marxistas, la oposición nos habría derrotado.
Después
se declaró marxista y cristiano: la batalla de Santa Inés, Zamora el Corrío, Alberto
Arvelo: fue una jugada maestra.
Cuando anunció el "Nos vemos en Santa Inés", la depresión colectiva se transformó en fuerza y en votos: casi el 60%.
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