El triunfo de la memoria
Periodista venezolano, José Vicente Rangel. (Foto: Archivo).
"La inseparable propiedad del tiempo consiste en revelar siempre la verdad"
Francis Bacon
Francis Bacon
1 Fue un acto impactante. Conmovedor. Me refiero al que se realizó el viernes 16 de este mes en el Salón Simón Bolívar del Ministerio de la Defensa, con participación de la titular del Despacho, la A/J Carmen Meléndez, el comandante del CEO, G/J Wladimir Padrino, el Almirante César Salazar Coll, Viceministro de los Servicios del Ministerio, el G/D Josué Antonio Pernía Méndez, presidente de la Corte Marcial, el G/B Henry Timauri Tapia, de la Defensoría Militar, la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, y la Comisión por la Justicia y la Verdad, integrada por familiares, deudos y amigos de ciudadanos desaparecidos, asesinados, torturados o condenados a largas penas de prisión sin el debido proceso, prevista en la Ley que sanciona la violación de los Derechos Humanos por razones políticas durante el período 1958-1998.
2 Se trató, además, de un gesto audaz. Insólito en otras circunstancias. Impensable, dadas sus características. Por una parte, estuvo presente, en calidad de anfitrión, la representación del Alto Mando militar, y, por otra, la de aquellos que sufrieron los rigores de la represión violatoria del ordenamiento jurídico de la nación. El encuentro, y las palabras pronunciadas tanto por la ministra, por el comandante del CEO y el presidente de la Corte Marcial, como por la Fiscal General y los integrantes de la Comisión, reveló la existencia de una novísima y desprejuiciada relación, sin la contaminación que caracterizó la política pentagonista --Escuela de las Américas--, impuesta desde el exterior, causante del abismo que se abrió entre la institución castrense y el pueblo. Relación que emerge de la nueva doctrina militar desarrollada en el marco del proceso bolivariano, como respuesta a las perversiones que condujeron en la IV República a la desnacionalización de la Fuerza Armada Nacional (FAN). Ver sentados en torno a una mesa, analizando problemas nacionales y opciones, a quienes tienen sobre sí la carga de un pasado que divide, confirma un esperanzador ejercicio de reconciliación a la luz de principios básicos. Constituye una toma de conciencia de que el país cambió. Y, al mismo tiempo, es el más rotundo mentís a la especie de que en Venezuela no se dialoga. En el lugar estaban madres, padres, viudas, hermanos, hermanas, y compañeros de los masacrados en el Caracazo, Cantaura, Yumare, de innumerables desaparecidos y torturados en los Teatros de Operación (TO), de los prisioneros del campo de concentración de Isla del Burro y del ignominioso Cuartel San Carlos, dialogando sobre la legalidad democrática y la plena vigencia de la Constitución, con oficiales sensibles al tema, defensores a ultranza de los derechos humanos, dispuestos a saldar una deuda pasada de la institución a la que pertenecen --en la que no tienen culpa--, con la causa de los derechos humanos, ejerciendo sus deberes de manera impecablemente profesional.
3 La ministra Carmen Meléndez, con firme talante democrático y la sensibilidad que la caracteriza cada vez que asume temas trascendentes, puso a la institución militar a la orden para colaborar en todas las investigaciones y autorizó que la Comisión --conjuntamente con el Ministerio Público-- acceda a los archivos que están en los sótanos de la instalación ministerial. Quienes conocimos a fondo lo que ocurrió en Venezuela en tiempos del puntofijismo, en materia de violación de derechos humanos, obstrucción de investigaciones, desidia y complicidad de la Fiscalía y jueces, complicidad de los Altos Mandos militares de entonces con abominables prácticas represivas, apreciamos lo sucedido en el Ministerio de Defensa. Para los cómplices de aquel horror en plena democracia representativa, su reacción seguramente es diferente. En el fondo, el acto constituye el triunfo de la memoria sobre el olvido, de la justicia frente a la injusticia, de la dignidad humana, resumida en perseverar ante la vileza. En fin, del auténtico Estado de derecho ante la negación de los valores de éste. Lo que solo es posible cuando se borran las diferencias en el seno del pueblo y éste es uno solo, uniformado o sin uniforme.
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