lunes, 23 de septiembre de 2019

Por Eduardo Piñate R.
Que la alta jerarquía de la iglesia católica venezolana es un partido político de ultraderecha, es una verdad corroborada por nuestra historia. Desde siempre se alineó en las posiciones más conservadoras y retardatarias; fue así cuando fuimos una colonia de España y en la lucha por la Independencia, fue así durante la revolución popular y campesina que lideró Ezequiel Zamora y en cada uno de las etapas históricas en las que nuestro pueblo se rebeló contra la injusticia, la opresión y la explotación en los siglos XIX, XX y lo que va del siglo XXI. Hubo excepciones, si, muy puntuales y coyunturales, que no invalidan lo que afirmamos.
Durante los 20 años de la Revolución Bolivariana en el Poder, esa ha sido la postura de la Conferencia Episcopal venezolana, profundamente contrarrevolucionaria, rotundamente comprometida con los intereses de la oligarquía y del imperialismo. Por eso han tenido destacada participación en todos los eventos en los que se intentó derrocar al gobierno revolucionario, comenzando en la coyuntura del 2002 al 2004, hasta hoy.
El gobierno revolucionario del presidente Nicolás Maduro y un grupo de partidos de la derecha venezolana, anunciaron el 16 de septiembre unos acuerdos parciales logrados a través de una Mesa de Diálogo Nacional; inmediatamente, la Conferencia Episcopal de Venezuela, a través de su presidente, Monseñor José Luís Azuaje –en la misma orientación de la derecha fascista, Washington, la Unión Europea y sus corifeos del grupo de Lima- desestima ese espacio de diálogo y sus acuerdos, afirmando que: «Vemos personas que en otro tiempo fueron influyentes en el marco de la política venezolana y ahora salen a la palestra sin pueblo, sin soporte de partidos políticos, sin representación, a querer solucionar un grave problema que no han podido solucionar partidos de tradición».  Para ellos los “partidos de tradición” son los partidos de ultraderecha, subordinados al imperio que fracasaron en su intento de imponer en su plan de guerra, destrucción y muerte. La alta jerarquía católica no representa ni al pueblo católico, ni a los miles de curas, monjas y laicos que trabajan y luchan con el pueblo. No nos van a imponer la guerra. Seguimos venciendo.
Caracas, 21 de septiembre de 2019

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