viernes, 21 de junio de 2019

21 de junio, Día de los mártires.
Rafael Pompilio Santeliz

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Una generación exterminada fue quedando en el camino sin tumba ni confesión. Eran guerreros no confesos. El poder político del momento, en especial Raúl Leoni, le dio carta blanca a los militares y cuerpos represivos para su aniquilación. Los mejores hombres del pueblo dieron una lección de heroísmo significando un excelente abono para el relevo generacional.
Necesario es desentrañar este capítulo de nuestra historia. Una lucha armada que declaran y abandonan al poco tiempo. A la temprana retirada de los viejos comunistas le siguieron otros dirigentes, fundamentalmente universitarios, que fueron apoyados por un relevo, casi ignorado, de cuadros medios y regionales que continuaron por casi 20 años más, el camino abandonado. Fue una doble traición. Al tiempo los segundos también negociaron y dejaron solos a sus militantes. Queda la tarea de reconstruir estas historias regionales, locales y personales para darles una justa valoración en la llamada Historia de los vencidos. Los derrotados de una causa invencible, diría un poeta.
Fueron duros enfrentamientos que marcaron a una generación. Este proceso que vivimos tiene una historia inmediata: centenares de combatientes han dado su vida por el socialismo. La abnegación, el estoicismo fueron valores de esa contienda. La perseverancia de estos combatientes fue una muestra más del vigor y la reciedumbre de nuestro pueblo. Estos nombres no pueden olvidarse, su honra será eterna en esta lucha que continúa. Esas vidas no fueron entregadas inútilmente. Sus retratos, sus historias de vidas sigue siendo una tarea que será más rica en tanto más colectiva sea. Rescatar episodios, anécdotas, hechos, cuentos de pueblos enteros que han fabricado sus imaginarios para resistir, es tarea noble.
Disparar primero y averiguar después, era la orden de esos días aciagos. Sería menester mencionar algunos casos para ilustrar esta carnicería. Situaciones inverosímiles como el de Silverio Peralta, muerto con sus tres de sus amigos en Barinitas y enterrados en el mismo carro en que andaban. Fueron sapeados a los militares por una mesonera porque hablaban pendejadas contra el gobierno en un bar.
La lista se hace interminable y cada vez más descarada. El niño de 8 años, Luís Enrique Lozada, muerto en Humocaro el 23/03/1965 por un soldado del Cuerpo de Cazadores cuando el infante le exigió el pago de una empanada que el militar había comido. José Gregorio Rodríguez, lo matan en su celda y es presentado por Carlos Andrés Pérez como un "Suicidio involuntario". Argelio Reina, la Guardia Nacional lo entrega sin uñas, ni dientes, ni ojos y dicen que murió en un accidente. Al combatiente Juan Chacón Lanza, lo queman vivo, como lo hacía el Apartheid, pero en el Teatro de Operaciones de Cocollar.
También se recuerda situaciones dantescas como la del estudiante Rafael Urdaneta, militante torturado en Yumare y expuesto en plaza de Aroa ante un publico adeco que lo remató a golpes. O la reseña de vicisitudes de la guerra de simples nombres como Boris y Valentín, estudiantes que murieron en Falcón picados por culebras junto al anónimo joven guerrillero argentino que muere comido por caimanes. Hecho mencionado por Douglas Bravo en Conversaciones con A. Peña
Innumerables fueron los casos de masacres campesinas perpetradas por el orgulloso teniente Veneno, propias de un juicio para criminales de lesa humanidad. La lista de mujeres asesinadas también es extensa. La especie de femicidio que cometía el Cuerpo de Cazadores, lo conseguimos en la confesión del General de Brigada (Ejército) Solís Martínez en sus operaciones de exterminio del Frente Guerrillero “José Leonardo Chirinos”: “… la primera sorpresa para los soldados fue que los alertó una mujer uniformada, la cual al darse cuenta que eran tropas desapareció de la vista. Para esos tiempos se desconocía que había mujeres entre los irregulares. Ha partir de ese momento se ordenó disparar fuese cual fuese su sexo”. (El Universal, 22-06-1993, citado por Beaumont, Octavio, 2007) De ahí en adelante no hubo miramientos; innumerables mujeres fueron pasto de la ferocidad animal de la soldadesca.
“Vengaremos los muertos queridos, temblará el asesino y traidor” cantaba el himno de las FALN compuesto por el viejo Elías Manuit Camero. Los traidores y cobardes también deben ser puestos al descubierto. Muchos de ellos han entrado al mundo del poder ante el silencio sepulcral de estas micro sociedades de cómplices. Todo esto debe ser reconstruido y mostrado para la memoria política. Es una responsabilidad con la historia.
En su mayoría eran gente muy joven, casi niños de la guerra. La entrega del hijo a los cimarrones era cosa común en el cotidiano desprendimiento de nuestros campesinos de pasado indígena. La simple exposición de tres preguntas del por qué, para quién y cómo, bastaba para que entregaran su muchacho al ejército embrionario. La cimarronera natural, la montonera intacta en la mente, la arrechara represada que desborda, era la diaria comida que la levadura sazonaba. Seguía intacta la memoria de la guerra federal cuando el campesinado ofrecía su vida a los revolucionarios. Debemos dar todo, aunque sea la vida, rezaba un dicho.
La resistencia como categoría en la línea de la corriente histórico social es un aporte para este saldo histórico conciente de su tarea. Relevo irreversible que continuará la lucha de Guaicaipuro cualquiera sea las circunstancias.
Los jóvenes actuales necesitan estas referencias. No conocieron héroes sino antihéroes corruptos y negociadores de oficio. Esos pedazos de historia serán una guía que atesorará este rico proceso venezolano en su vía al socialismo con la eticidad que el momento amerita.
De ahí la vigencia de hacer realidad la proposición del Bosque de los caídos, donde cada árbol lleve un nombre y sea cuidado con espero por sus amigos y familiares mostrando las cualidades humanas del combatiente y sus cotidianidades extraordinarias. Otra tarea por hacer

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