sábado, 12 de mayo de 2018

El poder de la injusticia
Carlos Angulo 
Cómo se insiste respetar tanto
a los que igual nos rematan con olvido
Cuando la estructura jurídica, mano boba de
los designios del poder oligárquico, no le queda más opción, que, individualizar la acusación en el más débil de la cadena, para publicitar la aplicación de la bondad, y no dejar caer el entramado del estado represor, entonces prepara el veredicto, a favor de las víctimas. No obstante, las demás instancias del poder dominante, digamos el ejército mismo, verá si decide quitar el blindaje y continuar la farsa, de condenar a uno de los suyos
Por ahí, en 1982, el general ríos montt tramó un triunvirato, sustentado en argumentos dudables. Al poco tiempo, no le gustó la compañía de sus pares militares y despidió a sus colegas que le hacían sombra en el poder, disolvió las instituciones, y se auto proclamó presidente de Guatemala. De su breve ilegalidad, sobresale el tiempo más represivo y sanguinario de los 36 años, de conflicto armado, develados en dos planes terroríficos, resaltados bajo el slogan: La Batalla Final, estos El Plan Victoria y su hijo putativo, El Plan Sofía, cuyo archivo de 359 páginas amontona un encuadernado de atrocidades, donde se acumulan documentos de ida y vuelta al Estado Mayor del Ejército de Guatemala, papelería que deja ver su objetivo fatal, “quitarle el agua al pez”, lo que no era más que a través de diseñadas masacres a poblaciones enteras quitarle el apoyo social a la guerrilla, sembrando la intimidación y el miedo generalizado.. En 12 meses, la eficiencia de esta actitud, contabilizó aproximadamente 30.000 muertos, 83% indígenas. De 1978 a 1986, en los gobiernos de lucas garcía, ríos montt y mejía víctores se llevaron a cabo unas 667 masacres, borraron del mapa 443 aldeas y desplazaron medio millón de guatemaltecos hacia la frontera con México, la mayoría campesinos
Una de esas masacres, en tiempos de la dictadura de ríos Montt, quien gobernó entre 1982 y 83, se ubicó en la aldea Las Dos Erres, iniciales de los fundadores, al norte del Petén. Una de las pruebas que esgrimió el ejército para desaparecer esta aldea y acusar a la población de guerrilleros, fue un saco de recoger cosecha con las iniciales FAR, que significaban Federico Aquino Ruano, uno de los fundadores de la comunidad, y no Fuerzas Armadas Rebeldes, siglas de la organización levantada en armas contra el injusto estado guatemalteco.
La masacre se inició unos dieciocho días antes de la navidad, dos y treinta de la mañana del 6 de diciembre de 1982. Al llegar los kaibiles, unos 40 personajes disfrazados, usurpando identidad guerrillera, distribuidos en funciones asignadas y específicas, comenzaron a vaciar violentamente los hogares. Mujeres y niños en dos iglesias, los hombres en la escuela. No encontraron publicidad insurgente, armas, ni símbolo alguno de la guerrilla
A las seis de la mañana de ese esvástico amanecer, hay comunicación por radio y consulta con el mando superior del ejército, se reciben instrucciones: después de comer se procederá a vacunar a la comunidad. Un poco antes del mediodía, los kaibiles juntan a la mayor parte de los niños. Dos de la tarde, dejan caer vivo, a un pozo seco de varios metros de hondo, a un recién nacido de unos tres meses de edad, dando comienzo al exterminio, todos son ejecutados con golpes de almádana, mazo de hierro con mango largo para romper piedras, en la cabeza, los más pequeños los estrellaban contra muros y árboles, sujetados de los pies. De los hombres, mujeres y niños custodiados en las iglesias y la escuela apenas se escuchaban los rezos. Mientras especialistas kaibiles, violaban las niñas. Seguidamente, los hombres, mujeres y ancianos, de uno en uno, vendados, hasta el borde del pozo y de rodillas, los golpearon como a los niños, en el cráneo y caían.

De acuerdo a un kaibil, que participó en los asesinatos, al ser interrogado dijo: en la noche del 6 al 7 de diciembre los soldados volvieron a violar a las niñas que aún estaban con vida y también a varias mujeres, que se habían repartido entre ellos. A las embarazadas le provocaron abortos, las golpeaban en el vientre con las armas, las acostaban y saltaban encima, hasta que el niño era expulsado. El siete de diciembre, siguieron matando hombres y mujeres: unos destrozándoles la cabeza con el hierro, otros de un tiro. En esa ocasión, uno de los hombres se quitó la venda una vez que había caído al pozo, logró sobrevivir al golpe y, al verse sobre el resto de cadáveres, insultó a uno de los kaibiles que estaba a la orilla del pozo, quien le disparó con su rifle Galil y, al ver que no moría, lanzó una granada de fragmentación encima de él. Cuando el pozo estaba casi lleno, algunos seguían vivos y trataban de salir, pero no podían. Al tapar el pozo, todavía se oían quejas y llantos.
El 8 de diciembre por la tarde culminaba la matanza, y el pelotón de kaibiles, máquinas de matar preparados en la escuela de las américas, cuyo lema era: si avanzo, sígueme; si me detengo, aprémiame; si retrocedo, mátame, se dispusieron a cenar y en la noche celebraron el fin de la misión
En 1994, doce años después, se ataron evidencias, y se extrajeron dentro de un pozo llamado, “La Vergüenza”, 162 osamentas, 67 eran de niños
En febrero de 1994, la organización de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Guatemala (FAMDEGUA), solicitó las exhumaciones ante los organismos competentes. En el mismo año de 1994 siendo julio y bajo amenazas de muerte, se iniciaron los trabajos con un equipo de experiencia traído de argentina. Por diversas razones, se suspendió varias veces el objetivo. En la etapa inicial, sólo pudieron trabajar 16 días, consiguiendo los restos de diez personas, unas con el cráneo destrozado, otras baleadas. Al culminar la indagación, el Informe forense, sobre el pozo, resalta que se encontraron restos asociados a unas 162 personas. No obstante, es deducible la posibilidad de un número superior de víctimas, debido al nivel de superposición y mezcla de los restos y explosión de granada. Al final fue posible identificar a 178 muertos, todos habitantes de la comunidad Las Dos Erres. Entre ellos, 67 niños, con una media de siete años. 74 casos, imposibilitados de determinar el sexo. Otras 24 víctimas, eran mujeres. Conforme avanzó la investigación, las osamentas aparecían en posición prácticamente vertical, unas con los pies hacia la boca del pozo, otras con signos de daño debido a ser lanzados desde lo alto. La mayoría aún conservaban su vestido. Se rescataron objetos personales, dinero, un almanaque de 1982 que evidenciaba la fecha. La balística usada, fusil Galil, de fabricación israelí. En 1996, septiembre, ante la lentitud jurídica y saboteo de las investigaciones, FAMDEGUA introdujo el caso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En abril de 1997 el fiscal general, designa un nuevo fiscal especial
En febrero 2005, la corte de constitucionalidad guatemalteca ordena la cancelación de boletas de arresto contra 16 kaibiles, y obliga a desistir del Juicio que se les seguía. Esa sentencia, anuló también las declaraciones de algunos militares que habían confesado su participación, en la masacre de Las Dos Erre
En el 2011, catorce años después que el fiscal general había designado al fiscal especial, y seis años luego que la corte había anulado el juicio a los kaibiles, un tribunal sentencia merecidamente, aunque en lo común del débil eslabón, a cinco ex agentes kaibiles, soldados del ejército guatemalteco, culpables de asesinato a una pena de 6060 años de prisión, 30 años por cada uno de los 201 indígenas asesinados, más 30 años por crímenes de lesa humanidad. Allí entre esos 201 indígenas asesinados, no estaban dos niños blancos de ojos verdes que sobrevivieron, y que fueron secuestrados por integrantes de ese comando de kaibiles, haciéndolos pasar como sus hijos, y así complacer carencias del ámbito familiar
Uno de esos niños, quizás era aquel niño que sobrevivió pegado al seno de su madre muerta. El padre, que trabajaba lejano para el momento de la masacre, le fueron asesinados sus nueve hijos y a su compañera que estaba embarazada, al igual que una de sus hijas, pero sin estar al cabo de saber, que uno de sus hijos no estaba en esa cuenta que él había sacado, porque que había sido secuestrado desde el mismo lugar y momento de la masacre por uno de los jefes kaibiles, quien unos meses después en un accidente, cuando un camión cargado de madera que lo trasladaba durmiendo en la parte de atrás, volcó y murió.
Castañeda, el padre biológico real, cinco años después de la masacre y de aquel tormento regresó a la Aldea Las Dos Erres, buscando respuestas a sus por qué, que no halló. Convencido y resignado quedó, de todo lo que había pasado, y volvió a partir de allí, dispuesto a trabajar la agricultura para no pensar, en un monte retirado, muy retirado de las Dos Erres. No se casó más y se refugió en su cuerpo. Soñando con saciar la sed de justicia y mantener a distancia los recuerdos, y se entregó a la bebida como quien se entrega al olvido. El agricultor ausente, a 500 kilómetros del día y lugar de la masacre en Las Dos Erres, por casi 30 años padeció la creencia que toda su familia había muerto allí, hasta mayo 2012, cuando por medio de los investigaciones, conoció que Óscar su hijo, cuyo nombre original es Alfredo, seguía vivo.
Cuando visitaron a Tranquilino Castañeda para darle la noticia, lo encontraron sumido en unos 30 años de soledad y ataviado con la sombra de un infortunio. Tomaba un trago continuo, desde diciembre del 82. Al saber lo de su hijo vivo, no expresó emoción alguna y dijo, he querido ahogar todas esas penas en el alcohol, pero las penas saben nadar.
Treinta años después de la masacre, los mismos años de su hijo, y ya con unos 70 años a cuesta, decidió prepararse emocionalmente para ver a su hijo y borrar aquella ausencia y soledumbre. Se encontraron, previamente acordado y acompañados, y previo ADN, el hijo a los 33 años después de la masacre, y el padre un poco más cercano a los 73 años, un miércoles del 30 de mayo de 2012, en nueva york, donde serían protagonistas de un panel relacionado con la masacre de Las Dos Erres. La felicidad fue grande, pero lógicamente nunca proporcional al dolor total que se conversó allí
Posteriormente, en Guatemala, a ríos montt se le abre juicio por la matanza de 1.171 indígenas Ixiles, pero este juicio no incluía responsabilidad en la masacre de la aldea Las Dos Erres. De igual manera, las familias de las víctimas esperaron insistiendo en la lucha 29 años, para que se hiciera algo de justicia, en todo aquello que había sido tierra arrasada
A los 86 años de edad, montt era condenado el 10 de mayo de 2013, a 80 años de prisión por genocidio, 31 años luego de aquellas ejecuciones y recuerdos terribles de los familiares. La triste alegría no duró mucho, diez días después, la corte anula la sentencia por fallos procesales y ordena un nuevo juicio. Trascurrido largo tiempo, mueren algunos de los testigos. En el 2015 montt es citado, y llega al tribunal en ambulancia, en camilla y embadurnado de alcoholes y oxígeno, y lo declaran demente. La Jueza Domínguez, ordena otro juicio, especial, porque sería a puerta cerrada y sin el acusado, que de ser condenado, tendría casa por cárcel. La voz cansada, envejecidos, y muchos muertos ya de los familiares de las víctimas impulsaron reanudar en el 2017, el juicio, al soberbio acusado por delitos de lesa humanidad, de decenas y decenas, de miles y miles de guatemaltecos inocentes, que todavía esperan bajo tierra arrasada y desconocida en todo lo largo de la geografía de un país llamado por los ancestros lugar de muchos árboles, justicia
El primero de abril del 2018, uno de los autores intelectuales del íntimo decreto militar asociado a las masacres, con el nombre de “Tierra Arrasada” y acusado por genocidio queda absuelto definitivamente por la muerte, a los 91 años. Un infarto al miocardio fue la única sentencia, su nombre, General Ríos Montt
Es hermoso, que hoy primero de abril, este día en que Jesús resucitó, él recoja a mi padre”, dijo su hija.
carlos Angulo abril 2015. Guatemala Hoy

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