sábado, 8 de agosto de 2015

Hiroshima y Nagasaki: En EEUU perpetúan La Gran Mentira

hiroshima
PAT ELDER – Esta semana el mundo hizo una pausa para conmemorar el 68º aniversario del lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. La mayoría de los norteamericanos todavía apoyan la decisión de Truman a pesar de abrumadora evidencia histórica de que la bomba “no tenía nada que ver con el final de la guerra”, en palabras del general Curtis E. LeMay.
Los estadounidenses sufren una campaña de desinformación inicialmente perpetrada por el gobierno Truman y continuada hasta el día de hoy en los libros de texto de secundaria que siguen contando la historia como si el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki hubiera sido indispensable para poner fin a la guerra y salvar innumerables vidas estadounidenses. El registro de los hechos históricos es muy claro al respecto, sin embargo. Como dijo el presidente Dwight Eisenhower: “no era necesario azotarlos con esa cosa horrible y diabólica”.
No hay ni rastro de dudas en la mayoría de los textos que se utilizan en las aulas estadounidenses con respecto a la decisión de lanzar la bomba y muchos libros de texto contienen inexactitudes históricas evidentes y de bulto, pero el mayor proveedor de falsedades históricas es el Ejército de EE.UU., es la Jefatura de Educación y Formación (LET 3), edición personalizada para el ejército JROTC (en sus siglas en inglés) acrónimo de Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de Reserva Junior. Más de medio millón de estudiantes de secundaria están inscritos en las clases de JROTC en todo el país.
Los estudiantes JROTC no hacen más que marchar en uniforme militar por el campo de fútbol. Estudian la administración del Estado (la unidad didáctica de derecho constitucional se titula “Ustedes, el pueblo) y estudian la historia de las clases. El tratamiento JROTC sobre la decisión de Truman de lanzar la bomba está lleno de falsedades e inexactitudes y deja a los estudiantes convencidos de que la destrucción de estas dos ciudades era lo más correcto y justo que cabía hacer.
Gracias a los responsables políticos y militares de la época, que han contado sus historias posteriormente sabemos lo que ocurrió. También podemos agradecer al profesor Gar Alperovitz de la Universidad de Maryland su estelar carrera académica dedicada al análisis de la política estadounidense en este sentido. En pocas palabras, el presidente Truman arrojó las bombas sobre un Japón derrotado, para indicar a los rusos y al mundo que retrocedieran. Teníamos dos bombas y las íbamos a utilizar. En una manera característicamente caballerosa, el Almirante William F. Halsey, Jr., comandante de la Tercera Flota de Estados Unidos, comentó: “Fue un error arrojar la bomba, en cualquier momento… Tenían ese juguete y querían probarlo, así que la dejaron caer…”
Hoy sabemos:
. Que las bombas no eran en absoluto necesarias para ganar la guerra. Los máximos líderes militares de EE.UU. de la época han declarado ya que el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki era militarmente irrelevante.
. Que la idea de que arrojar las bombas salvó un millón de vidas estadounidenses es una pura invención. La guerra contra Japón se podía haber “ganado” sin la pérdida de una sola vida.
. Que los japoneses habían estado tratando de rendirse durante meses. Simplemente pedían que se garantizase la figura y la vida de su emperador, deseo que finalmente les concedieron los estadounidenses.
. Que los japoneses se hubiesen rendido incondicionalmente sin necesidad de arrasar Hiroshima y Nagasaki con todos sus habitantes, en el momento en que entró en la guerra la Unión Soviética.
. Que el bombardeo atómico no fue el último capítulo de la Segunda Guerra Mundial, sino el primer capítulo de la Guerra Fría.
Los autores del libro de texto JROTC evalúan la decisión de lanzar la bomba atómica sobre Japón en el contexto de un estudio de ejemplos éticos, donde los estudiantes discuten las opciones éticas y las consecuencias inherentes a una serie de acontecimientos históricos. En lugar de presentar una versión sesgada de los acontecimientos, optan por un debate viciado desde el comienzo por una fuerte inclinación hacia el bombardeo atómico de Japón, que intenta sostener con falsedades y omisiones imperdonables e inconcebibles.
El texto JROTC agrupa en un pack todos los conceptos erróneos comunes con respecto a la decisión de Truman, en un relato histórico indignante. El ejército de EE.UU. enseña a los estudiantes de secundaria que el uso del armamento nuclear era necesario para la invasión del Japón continental que habría costado un millón de vidas estadounidenses. El texto deja la impresión de que el ejército japonés de mediados de 1945 era extraordinariamente potente y que los japoneses estaban fanatizados en su resolución de resistir todos hasta la muerte. El texto también perpetra la falsedad de que los altos mandos apoyaron el bombardeo atómico, cuando en realidad todos los altos mandos han declarado posteriormente que se oponían al uso del arma atómica. Por último, lo que resulta quizás más atroz, la versión de los acontecimientos que actualmente tiene el Ejército distorsiona la compleja mezcolanza geoestratégica en que se implica a los soviéticos.
El texto del Ejército no menciona en absoluto los intentos de rendición de Japón. El libro de texto no hace mención a los acuerdos previos para involucrar a los soviéticos en la guerra contra Japón o a la declaración de guerra por parte soviética el 8 de agosto. El texto JROTC no reconoce que el poderío japonés quedó desintegrado rápidamente durante los primeros seis meses de 1945, especialmente después de que la campaña de bombardeo de EE.UU. destruyera 150 kilómetros cuadrados de 67 ciudades japonesas, matando a más de 300.000 personas, cifra que no incluye los muertos causados por el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. El libro no menciona en absoluto el control aéreo estadounidense de los cielos japoneses en el verano de 1945.
Ténganse en cuenta las siguientes perlas de los apartados “Liderazgo, Educación y Capacitación 3”:
“La unión Soviética no había participado en la campaña del Pacífico porque había elegido ser neutral con Japón mientras que luchaba por su propia supervivencia contra Alemania. Truman estuvo en la reunión de Potsdam con Churhill tratando de conseguir la ayuda de Stalin, cuando se enteró de la prueba atómica de Trinidad”.
A primera vista esto es cierto, pero esta afirmación es lo que queda de la totalidad de la discusión sobre el papel del Ejército Soviético. El texto del JROTC minimiza la importancia de los soviéticos al tiempo que eleva la importancia de los bombardeos atómicos en el logro de la rendición de Japón. Los soviéticos son retratados como débiles, pero fue la decisión de Stalin de entrar en la guerra y el asalto del Ejército Rojo en Manchuria del 9 de agosto y el rápido avance a través de las débiles defensas japonesas lo que llevó a Japón a pedir la paz inmediatamente.
Truman y su asesor de confianza, el Secretario de Estado James Byrnes creían que la bomba atómica mantendría a raya a los rusos en la Europa del Este. El lanzamiento de las bombas atómicas dio comienzo a la Guerra Fría. No fue necesario que se llegara al final de la Segunda Guerra Mundial.
Durante la Conferencia de Teherán de 1943, Stalin decidió que la Unión Soviética entraría en guerra contra Japón después de que Hitler fuese derrotado. En la conferencia de Yalta de 1945 Stalin accedió a entrar en la guerra contra Japón dentro de los tres meses siguientes al final de la guerra en Europa. La invasión soviética comenzó el 8 de agosto de 1945, exactamente tres meses después de la rendición alemana el 8 de mayo. El inicio de la invasión se produjo entre los bombardeos atómicos de Hiroshima, el 6 de agosto y de Nagasaki el 9 de agosto. En palabras del General de las Fuerzas Aéreas Claire Chennault: “La entrada de Rusia en la guerra contra Japón fue el factor decisivo en la declaración del fin de la misma y habría sido así incluso si no se hubiesen arrojado las bombas atómicas.” Un examen de los archivos históricos japoneses confirma este punto. Es censurable que el Ejército de EE.UU. omita un debate más a fondo sobre la función fundamental de la Unión Soviética en el logro del fin de la guerra.
“Truman estaba preocupado por las crecientes bajas en el Pacífico mientras las fuerzas Aliadas se acercaban a las islas japonesas. Impulsado por el código del guerrero Bushido, los japoneses estaban dispuestos a resistir hasta el último aliento y dispuestos a morir antes que rendirse”.
Truman supo una semana antes de Potsdam que el emperador de Japón había intervenido para intentar poner fin a la guerra y que se habían producido varios intentes de firmar la paz anteriormente. Japón estaba preparado para rendirse, siempre que pudiesen salvar a su emperador, pero Truman tenía dos bombas atómicas y estaba dispuesto a usarlas como una especie de tiro de advertencia a los soviéticos, cuando la Europa de posguerra estaba tomando forma. El general Douglas MacArthur lo entendió de esta manera. “La guerra podría haber terminado semanas antes, dijo, si Estados Unidos hubiese llegado a un acuerdo, como hizo más tarde de todos modos, sobre el mantenimiento de la institución del emperador”.
El coronel Charles Bonested, Jefe del Departamento de Política de la División de Operaciones de Guerra, describió de forma conmovedora la situación del verano de 1945, “Los pobres desgraciados japoneses estaban sembrado Rusia de antenas.”
“El Estado Mayor Conjunto le dijo a Truman que podrían morir mas de un millón de norteamericanos y un número aún mayor de japoneses dependiendo de las islas de origen.”
Esto es falso. No existe ningún registro de los jefes de personal donde se estudie formalmente la decisión y nunca se hizo ninguna recomendación oficial al Presidente, según Alperovitz. Además, el Estado Mayor Conjunto nunca dijo que hubiese estado involucrado. El cálculo de un millón de muertos como consecuencia de una (innecesaria) invasión norteamericana es una mentira absoluta. Tiene su origen en un artículo de Harper´s de 1947 escrito por el Secretario de Guerra Stimson. Stimson se inventa el número. No tiene base ni un ápice de evidencia histórica.
Por su parte, el Presidente Truman eligió al azar el número de vidas norteamericanas supuestamente salvadas gracias al lanzamiento de las bombas atómicas. Más tarde comentó: “se me ocurrió que un cuarto de millón de la flor de nuestra mocedad valía el precio de un par de ciudades japonesas, y todavía pienso que así era y así es”. También dijo: “pensé que 200.000 de nuestros jóvenes se salvarían al tomar esa decisión”.
La posición japonesa había empeorado en el verano de 1945. Ellos estaban tratando de rendirse, ya que estaban derrotados. Según el general de brigada Carter W. Clarke, “Les obligamos a una abyecta rendición por el hundimiento acelerado de la marina mercante y el hambre, y cuando no debíamos hacerlo, y sabíamos que no era necesario hacerlo, y ellos sabían que nosotros sabíamos que no había necesidad de hacerlo, les usamos para hacer experimentos con dos bombas atómicas”. El comandante en Jefe de las Fuerzas Aéreas del Ejército de EE.UU. Henry H. “Hap” Arnold vio la situación desde el aire. “La posición japonesa era desesperada ya antes de arrojar la primera bomba atómica, porque los japoneses habían perdido el control de su propio espacio aéreo.”
“En agosto de 1945, EE.UU. tenía dos bombas nucleares en su arsenal. El 6 de agosto de 1945, el Enola Gay dejo caer la primera bomba atómica sobre Hiroshima. Más de 140.000 japoneses murieron en la explosión y un número incontable murió a causa de los persistentes efectos de la radiación. El 9 de agosto de 1945, fue arrojada una segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki. Al día siguiente, 10 de agosto de 1945, Japón indicó que estaba dispuesto a la rendición sin condiciones.”
Japón había venido indicando su “deseo de rendirse” durante algún tiempo antes de que le lanzaran dos bombas atómicas. Los japoneses cedieron finalmente a los términos que les imponían los aliados para la rendición porque los soviéticos habían invadido Manchuria el día anterior.
Todos los altos mandos militares norteamericanos se rebelaron contra la decisión de Truman de lanzar las bombas atómicas. No pudieron ver nunca su necesidad desde el punto de vista militar. Es incomprensible que el Ejército de nuestros días se sienta obligado a desmentir a sus grandes, líderes históricos que entendieron el papel de los militares en relación a sus superiores políticos. El Comandante de la Fuerza Aérea Estratégica del Ejército de EE.UU., general Carl Spaats comprendía la separación entre el mando civil y el militar. Él dijo: “El lanzamiento de la bomba atómica fue obra de un militar bajo órdenes militares. Se supone que debemos llevar a cabo esas órdenes y no cuestionarlas. Pero esa fue una decisión puramente política. No fue una decisión militar…”
Los altos oficiales navales se unieron al coro. El almirante William D. Leahy, jefe del Estado Mayor Presidencial, dijo que “El uso de este arma bárbara en Hiroshima y Nagasaki no significó una ayuda material en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y listos para rendirse.”
El almirante Chester W. Nimitz, comandante en jefe de la Flota del Pacífico se hizo eco de los sentimientos de sus compañeros, “Los japoneses, de hecho, ya habían pedido la paz… La bomba atómica no jugó ningún papel decisivo desde un punto de vista puramente militar en la derrota de Japón.”
“Truman nombró una comisión para evaluar el uso de la bomba atómica. El Comité Interino examinó varias opciones, incluyendo una demostración en la bahía de Tokio, pero para Los Álamos no había certeza de que el dispositivo explotara. Para no perder un valioso activo de guerra y para hacer hincapié en su poder destructivo, el comité recomendó lanzar la bomba atómica sobre una ciudad.”
El Secretario de Estado James Byrnes, representante personal de Truman en el Comité Interino, era el miembro más influyente de la comisión y condujo la política en el sentido de utilizar la nueva arma sin previo aviso, en una ciudad japonesa. Fue Byrnes quien vio la bomba como un instrumento altamente prometedor para mantener a los soviéticos a raya en la era posterior a la guerra.
Los jóvenes impresionables de secundaria están en el extremo receptor de esta propaganda despreciable. Es pasmosa la facilidad con que los autores de los libros de texto del Ejército despachan un cuarto de millón de vidas.
Las consideraciones sobre la decisión de lanzar la bomba en el texto JROTC terminan con lo siguiente:
“Al pensar en las decisiones éticas que afectaron a la historia de EE.UU. y el mundo, traten de imaginar cómo habría cambiado la historia si la bomba atómica no hubiese sido lanzada sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Hubiera durado la guerra mucho más? ¿Hubiera vuelto a ser atacado EE.UU. por los japoneses, como lo habían hecho en Pearl Harbor el año anterior?
Debido a que la Unión Soviética había declarado la guerra a Japón el 8 de agosto, ¿cree que miles de soldados soviéticos y norteamericanos habrían perdido la vida?”
Basándose en la información contenida en el libro de texto JROTC, resulta “claro” para los estudiantes estadounidenses de secundaria que la guerra se habría prolongado indefinidamente si no hubiésemos lanzado la bomba. Tuvimos que destruir Hiroshima y Nagasaki para evitar que los japoneses volvieran a atacar a EE.UU. como lo hicieron en 1944 y tuvimos que hacerlo para salvar vidas estadounidenses y ¡soviéticas¡
Las clases JROTC son desarrolladas e impartidas por instructores del ejército mayores (SAIs) e instructores asistentes (AIs). Aunque los SAIs tienen títulos universitarios, son habitualmente maestros no titulados por el Estado. Los IAs deben ser retirados del ejército y pueden ser contratados con un diploma de escuela secundaria, siempre que ganen un título de asociado en cinco años. AIs son los no-profesionales a quienes se les permite impartir instrucción a los estudiantes en un aula en la mayoría de los estados de todo el país.
Los funcionarios de la escuela pública rara vez ejercen su control sobre el contenido curricular del programa JROTC o la cualificación profesional de sus instructores. Ya es hora de que lo hagan.
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* Pat Elder es Director de la Coalición Nacional de Protección de la Privacidad del Estudiante. Una organización que lucha para prohibir la transmisión automática de información sobre los estudiantes de Secundaria de todo el país a los servicios de reclutamiento militar.
Traducción: Enrique Prudencio para Zona Izquierda

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