domingo, 2 de agosto de 2015

Clodovaldo Hernández: Quieren demoler la Misión Vivienda

Clodovaldo Hernández 1Demoler es un verbo de connotaciones arquitectónicas. Y ese es el verbo que la derecha global y local quiere aplicarle a la Gran Misión Vivienda Venezuela.
No es algo nuevo. Desde que el comandante Hugo Chávez anunció este programa social en 2011, sus opositores han pretendido destruirlo, pero ahora las circunstancias, los errores, las omisiones, las inconsecuencias de los beneficiarios y la acción disolvente de la antisociedad se están sumando a favor de los enemigos de la Gran Misión.
¿Por qué la derecha quiere pulverizar un proyecto con tanto sentido social?
En primer lugar hay una razón política. La GMVV es un logro descomunal de la revolución bolivariana, y los dirigentes de los partidos opositores lo saben. Es difícil ponerse en contra de algo hecho con intenciones tan nobles. Hasta hace poco, los escasos líderes políticos de la derecha que se atrevieron a abordar esta temática se centraron en hacer cuestionamientos a la calidad de las obras. Dijeron de todo: que las paredes eran de cartón, que los edificios estaban condenados a desplomarse, que eran feos, que eran para otros climas… Entre los cuestionadores destacó Julio Borges, quien pretendió desmentir la gran cantidad de viviendas construidas. Negar lo que está a la vista del país entero no era una tarea sencilla y Borges trató de cumplirla utilizando un dudoso sentido de la aritmética.
La segunda razón por la cual el antichavismo se ha propuesto demoler la GMVV se refiere a los cálculos que estos sectores están haciendo respecto a un hipotético retorno al poder del status quo capitalista. Los dirigentes derechistas (y, sobre todo, los ultraderechistas) saben que si asumen las riendas del Estado van a sacar de cuajo todas esas misiones y grandes misiones, pues de acuerdo a la visión neoliberal, ese es un costo social insostenible. El impacto de esas medidas, muy impopulares, puede ser atenuado si los programas sociales se encuentran sumidos en un profundo desprestigio.
En este punto del “costo social insostenible” entra en juego el componente internacional de la derecha. Los grandes poderes corporativos globales también quieren dejar en ruinas el plan de viviendas de Chávez. No pueden permitir que tenga éxito a mediano y largo plazo porque sería un “mal ejemplo” para muchas otras sociedades, incluyendo las de los países desarrollados, donde las familias son expulsadas de sus viviendas sin miramientos de ningún tipo y, para colmo, obligadas a seguir pagándolas al gran casero global: el sector financiero especulativo.
El dogma de la globalización sostiene que no hay fórmulas alternativas, que todo ha de hacerse según la manera prescrita por los centros de poder. Y eso de construir casas es un rol que la doctrina dominante asigna al sector privado. Liquidar la GMVV es, desde ese punto de vista, un objetivo ideológico.
La GMVV también es una alteración simbólica del orden reinante en la típica ciudad del mundo posmoderno, fuertemente compartimentada, separada en guetos. Si tiene éxito el modelo de inclusión (todavía puede tenerlo, pero hay que hacer una seria revisión) se demostraría que es posible avanzar hacia la utopía de ciudades abiertas y libres. Si la GMVV fracasa, quedará reforzado el modelo vigente, el de las urbes escindidas en las que los ciudadanos de primera ocupan los espacios privilegiados, mientras la mayoría pobre es segregada.
¿La demolerán?
Es evidente que la oposición aspira a la demolición de la GMVV, pero eso no significa que todos los daños que ésta ha sufrido últimamente hayan sido producto de un plan orquestado por este sector político.
El gobierno ha lanzado la tesis de que la ultraderecha ha infiltrado las urbanizaciones con el virus paramilitar colombiano. Es una tesis creíble, pero atribuye al sector opositor una capacidad de maquinación mayor de la que en realidad parecen tener. Personalmente considero que el virus anda suelto por ahí y ataca donde quiera que haya espacios de poder por ocupar, toma por asalto cualquier organismo débil.
No puede negarse que la conflictiva situación que se ha revelado en las últimas semanas (antes era lo que se llama “un secreto a voces”) tiene muchas causas atribuibles a las autoridades. Para solo mencionar dos: no tomaron las medidas necesarias para “trasplantar” conglomerados humanos a nuevos hábitats formales; y no quisieron escuchar los clamores de las primeras víctimas de los desafueros cometidos por la delincuencia en las urbanizaciones.
Finalmente, en los daños estructurales sufridos hasta ahora por la utopía chavista de la GMVV hay una alta dosis de inconsecuencia. Gente que ha recibido una vivienda y, en muchos casos, enseres domésticos y oportunidades de empleo y de educación, no aprecia la magnitud de los beneficios y opta por hacer negocios fáciles o delinquir. Es, también, una demolición desde adentro, una implosión que luego mucha gente lamentará amargamente.

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